-Louis, ambos sabemos que es inútil
que te resistas pues tan sólo lograrás hacerte daño y enfurecerme
por semanas – sus ojos me miraron con lágrimas que hacían más
brillante y profunda su mirada. Se sentía acorralado y yo disfrutaba
al contemplarlo de nuevo como si fuese la primera vez.
Apretó su mandíbula y alejó su
rostro del mío, girando su cabeza hacia el lado derecho mientras
abría sutilmente sus piernas largas, bien formadas y con una piel
que era la fantasía de cualquiera. Me incliné sobre él dejando que
la punta de mi lengua rozara su bocado de adán, mis manos dejaron de
atraparlo firmemente y pasaron a deslizarse por sus costados. Su
pecho se alzaba y bajaba rápidamente. Él, al igual que todos,
respiraba por inercia como si nuestros pulmones tuviesen alguna
función más allá de mero adorno.
Sus pezones estaban ligeramente
sonrojados mostrándose completamente tentador, del mismo modo que
sus mejillas. La rabia contenida encendía en él un deseo imposible.
Sabía que quería golpearme, hundirme con sus reproches y huir lejos
de mí hasta que unas horas más tarde como perro bajo la lluvia
tocara mi puerta deseando que abriese mis brazos para rodearle. Louis
era así, un estúpido a tiempo completo. Por eso mismo, porque lo
sabía, no hacía nada.
Mi lengua humedecía su cuello hasta
sus clavículas, las cuales besé suavemente antes de bajar hasta su
torso. La mandíbula de Louis se relajó y sus labios se abrieron
buscando poder gemir. Rápidamente sus manos fueron a mi torso
acariciando mi pecho hasta mis caderas. Sabía que él con dos
caricias cedía y buscaba mi frío abrazo.
Acabé por incorporarme sentándome en
el borde de la cama y esperando que él se bajara. Pronto gateó como
gata en celo arrodillándose frente a mí. Sus labios estaban rojos y
húmedos, sus ojos tenían una belleza cautivadora y sus cabellos
algo alborotados me dieron ganas de agarrarle del pelo y tirarle
durante horas sintiendo como mi miembro golpeaba en su garganta. Mis
manos se apoyaron en el colchón hundiendo mis uñas entre las
láminas que éste poseía.
-¿Qué esperas? ¿Una
invitación?-enuncié alzando mi ceja derecha tan rubia y fina que a
veces parecía dibujada, igual que su hermana, provocando que él
temblara.
-Lestat- balbuceó- lo siento, mon
amour- añadió.
Tragó saliva y deslizó su lengua de
forma sensual por su labio superior y por el inferior. Pronto abrió
bien su boca y hundió su rostro en mi entrepierna acaparando todo mi
sexo. Sentí su aliento frío golpear mi rizado, corto y dorado vello
que coronaba la base de mi miembro. Mis testículos fueron rozados
por los labios de mi estúpido amante y mis piernas temblaron
abriéndose en su totalidad por inercia.
Estiré mi mano derecha hasta su cabeza
y atrapé ésta moviendo mis caderas. Me incorporé alzándome del
colchón sintiendo como todo mi cuerpo se estremecía. Las estocadas
eran fuertes provocando que él gimiera agotado tratando de agarrar
mis piernas. Sus uñas arañaban mis muslos dejando surcos rojizos
desde mi pelvis hasta mis rodillas. Eché mi cabeza hacia atrás
profiriendo gemidos y gruñidos que rebotaron de inmediato por toda
la habitación, lo cual hizo que Louis siguiera con sus arañazos y
yo aumentara el ritmo.
Miré de reojo su cuerpo y éste seguía
temblando, su miembro estaba duro y a punto de eyacular. Notaba como
las venas del tronco aprisionaban aquel músculo que rogaba
atenciones, sin embargo no estaba para darle placer sino para
sentirlo. Una última y firme estocada provocó que él llegara al
culmen del placer únicamente seducido por la sumisión que sentía.
Mis manos recorrieron sus cabellos apartándolos de su rostro.
-Je t'aime mon amour- mascullé
echándolo a la cama.
Su pecho se pegó al borde del colchón
y sus piernas se abrieron. Él jadeaba aferrándose a las sábanas
mientras temblaba. Abrí su entrada acariciando el sudor
sanguinolento que recorría aquel minúsculo espacio, mi lengua se
paseaba por la cruz de su espalda y él únicamente gemía casi
ronroneando como un gato doméstico.
-Así, Louis- murmuré antes de
penetrarlo de una sola estocada.
Gritó por el placer profiriendo
palabras mezcladas en varios idiomas y otras que no significaban
nada. Siempre me sentía deliciosamente aprisionado por su interior,
tan cálido como necesitado, y aquel día no fue distinto. Hundí mi
rostro en su cuello cerca de su hombro derecho y clavé mis colmillos
bebiendo de él mientras aumentaba el ritmo. La cama se movía bajo
nuestros cuerpos arrastrándose y golpeando contra la pared. Sabía
que abajo nos escuchaban, pero eso sólo incrementaba mi deseo de
hacerle llegar de nuevo. Mi ego se incrementaba en cada gemido hasta
que pronto noté que iba a derretirse de nuevo en un orgasmo
placentero.
Sentí el escalofrío como me agitaba
de pies a cabeza, mis manos temblaron del mismo modo que él, y ambos
gritamos nuestros nombres mientras sentía como mi semen lo bañaba.
Louis cayó desplomado sintiendo como suavemente mi miembro salía.
Entonces, empecé a escuchar unos fuertes llantos que provenían de
un lado de la habitación.
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