Besaba de forma abrupta sus labios. Mis
manos se deslizaban sutilmente dejando caricias contra sus brazos y
costados, pasando sutilmente mis dedos por sus caderas. Apreté sus
nalgas al pasar mis dedos por su trasero. Su cuerpo se retorcía
contra el mío completamente acorralado. Tenía las mejillas
sonrosadas y el cabello caía sobre su frente algo alborotado.
Completamente desnudo, con la ropa hecha jirones y mis labios
recorriendo su piel encendiendo su deseo. Gemía intentando
desabrochar mi chaleco, pero sus manos se volvían tan torpes como
las de un virgen deseando ser tomado. Pronto el pudor evitó que
siguiera desabrochando mi ropa.
Estábamos en mitad de un vestíbulo y
la fiesta se desarrollaba a pocos metros. Cualquiera podía entrar,
desde camareros hasta amigos íntimos pasando por invitados que a
duras penas conocíamos. Sus labios temblaban y sus dedos jugueteaban
con mi solapa mientras su cabeza negaba. Sin embargo, mi boca se
paseaba por sus hombros y mis dedos apretaban más su trasero. Con
astucia deslicé entre sus nalgas un dedo y lo introduje moviendo
suavemente en círculos.
-No, aquí no-dijo intentando zafarse
de mi agarre, pero un largo gemido y cierto temblor en sus piernas
provocó que casi cayese al suelo-. No.
-Sí, aquí sí- enuncié recostándolo
sobre la alfombra de terciopelo rojo.
Su piel era nívea y tenía un tacto
sedoso. Parecía un fruto prohibido en un jardín de las maravillas,
cualquiera podía tomar el fruto pero pocos apreciarían su sabor. Él
seguía negando intentando ocultar su rostro entre sus manos ésta
vez.
-No, no- murmuraba pero sus piernas se
abrieron y sus caderas acabaron moviéndose de forma encantadora.
-Sí, lo deseas incluso más que yo-
sus gemidos se hicieron más altos cuando dije aquello, fue como si
se diese cuenta de aquello. Su miembro estaba tan erecto como el mío
aún oculto entre mis pantalones, el cual dejé libre mientras me
inclinaba sobre él.
-Lestat...-jadeó cerrando los ojos
mientras colocaba sus manos sobre mis hombros-. Mon amour.
Cualquier rastro de enojo se había
ido, incluso la frialdad aparente con la que solía tratarme. Sólo
quedaba el Louis, mi Louis. Era como si fuese la primera vez. Él
podía imitar esos sentimientos, las emociones, aunque yo lo vivía
todo como real él sólo cumplía mi fantasía. Amaba verlo de
aquella forma tan entregada aunque para él incluso el ritmo más
brusco era placentero.
-Louis...- dije antes de alejarme unos
centímetros y apartar mis manos de él. Rápidamente me bajé los
pantalones y saqué mi pene. Estaba completamente erecto, las venas
gruesas se veían muy marcadas y entonces noté que él le echó un
vistazo como solía hacer.
Me introduje de una sola arremetida.
Sus piernas se abrieron temblando de forma tan notoria que parecía
que aquel temblor le sacaría el aliento y casi la vida. Sentí
rápidamente sus manos sobre mi espalda agarrándose al cuello de mi
camisa y queriendo quitarme la chaqueta, el chaleco y toda la ropa
que le impedía tocarme como él deseaba.
-¿Aún no quieres?-pregunté aún sin
moverme ni un milímetro a pesar de estar dentro de él.
-¡Muévete de una maldita vez o te
juro que te la corto!-gritó perdiendo las formas mientras mecía sus
caderas para tener algo de placer.
Reí a carcajadas buscando sus labios
para devorarlos sin dejar de moverme fuerte. Cada estocada era
profunda pero rápida. Podía sentir como cada milímetro de mi
miembro le arrancaban un nuevo gemido, gruñido o jadeo que le hacían
entornar la mirada y retorcerse sobre la alfombra. Lamí el sudor que
corría por su cuello mientras él se mordía los labios. Esa parte
grotesca de él, la cual ya no me pedía nada romántico sino que
simplemente ofrecía cierto candor para incitarme, era la poca que
nos mantenía unidos. El sexo siempre era el sexo y notaba como
realmente me amaba. Yo jamás dejé de amarlo, a pesar que parte de
mi corazón empezó a ser para Rowan nada más verla.
Pronto llegó al orgasmo final gritando
mi nombre y provocando que más de uno abriese la puerta alarmados.
Algunos creían que discutíamos de nuevo o sucedía algo
extraordinario. Del mismo modo que ellos quedaban atónitos ante la
escena yo eyaculaba dejándome ir.
-Puta- murmuré en su oído
incorporándome y observando a la vez como él también lo hacía
lanzándose a mi miembro.
Pronto tuve sus labios rodeando mi
glande y buscando saciar su apetito. Olvidaba las miradas de todos
aquellos que no sabían siquiera hacia donde correr u ocultarse.
Varias mujeres se sonrojaron girándose suavemente hacia el interior,
algunos hombres murmurando que la próxima vez no irían a ver que
sucedía y el resto sonreían encantados ante el espectáculo. Louis
sacó mi sexo de entre sus labios y agarró éste por la base con su
mano derecha. Su lengua acarició mi glande y parte de mi tronco
golpeándolo contra mi boca y mejilla.
El espectáculo acabó cuando una vez
limpio mi miembro de cualquier resto de esperma lo metió en mi ropa
interior, echó la cremallera y cerró mi cinturón. Al levantarse un
par de gotas de mi esperma corrían por sus muslos, pero él no hizo
caso de aquello sino que simplemente se dedicó a recoger su ropa
deshilachada y manchada del suelo.
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