Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 14 de abril de 2013

Un delicioso recuerdo


Besaba de forma abrupta sus labios. Mis manos se deslizaban sutilmente dejando caricias contra sus brazos y costados, pasando sutilmente mis dedos por sus caderas. Apreté sus nalgas al pasar mis dedos por su trasero. Su cuerpo se retorcía contra el mío completamente acorralado. Tenía las mejillas sonrosadas y el cabello caía sobre su frente algo alborotado. Completamente desnudo, con la ropa hecha jirones y mis labios recorriendo su piel encendiendo su deseo. Gemía intentando desabrochar mi chaleco, pero sus manos se volvían tan torpes como las de un virgen deseando ser tomado. Pronto el pudor evitó que siguiera desabrochando mi ropa.

Estábamos en mitad de un vestíbulo y la fiesta se desarrollaba a pocos metros. Cualquiera podía entrar, desde camareros hasta amigos íntimos pasando por invitados que a duras penas conocíamos. Sus labios temblaban y sus dedos jugueteaban con mi solapa mientras su cabeza negaba. Sin embargo, mi boca se paseaba por sus hombros y mis dedos apretaban más su trasero. Con astucia deslicé entre sus nalgas un dedo y lo introduje moviendo suavemente en círculos.

-No, aquí no-dijo intentando zafarse de mi agarre, pero un largo gemido y cierto temblor en sus piernas provocó que casi cayese al suelo-. No.

-Sí, aquí sí- enuncié recostándolo sobre la alfombra de terciopelo rojo.

Su piel era nívea y tenía un tacto sedoso. Parecía un fruto prohibido en un jardín de las maravillas, cualquiera podía tomar el fruto pero pocos apreciarían su sabor. Él seguía negando intentando ocultar su rostro entre sus manos ésta vez.

-No, no- murmuraba pero sus piernas se abrieron y sus caderas acabaron moviéndose de forma encantadora.

-Sí, lo deseas incluso más que yo- sus gemidos se hicieron más altos cuando dije aquello, fue como si se diese cuenta de aquello. Su miembro estaba tan erecto como el mío aún oculto entre mis pantalones, el cual dejé libre mientras me inclinaba sobre él.

-Lestat...-jadeó cerrando los ojos mientras colocaba sus manos sobre mis hombros-. Mon amour.

Cualquier rastro de enojo se había ido, incluso la frialdad aparente con la que solía tratarme. Sólo quedaba el Louis, mi Louis. Era como si fuese la primera vez. Él podía imitar esos sentimientos, las emociones, aunque yo lo vivía todo como real él sólo cumplía mi fantasía. Amaba verlo de aquella forma tan entregada aunque para él incluso el ritmo más brusco era placentero.

-Louis...- dije antes de alejarme unos centímetros y apartar mis manos de él. Rápidamente me bajé los pantalones y saqué mi pene. Estaba completamente erecto, las venas gruesas se veían muy marcadas y entonces noté que él le echó un vistazo como solía hacer.

Me introduje de una sola arremetida. Sus piernas se abrieron temblando de forma tan notoria que parecía que aquel temblor le sacaría el aliento y casi la vida. Sentí rápidamente sus manos sobre mi espalda agarrándose al cuello de mi camisa y queriendo quitarme la chaqueta, el chaleco y toda la ropa que le impedía tocarme como él deseaba.

-¿Aún no quieres?-pregunté aún sin moverme ni un milímetro a pesar de estar dentro de él.

-¡Muévete de una maldita vez o te juro que te la corto!-gritó perdiendo las formas mientras mecía sus caderas para tener algo de placer.

Reí a carcajadas buscando sus labios para devorarlos sin dejar de moverme fuerte. Cada estocada era profunda pero rápida. Podía sentir como cada milímetro de mi miembro le arrancaban un nuevo gemido, gruñido o jadeo que le hacían entornar la mirada y retorcerse sobre la alfombra. Lamí el sudor que corría por su cuello mientras él se mordía los labios. Esa parte grotesca de él, la cual ya no me pedía nada romántico sino que simplemente ofrecía cierto candor para incitarme, era la poca que nos mantenía unidos. El sexo siempre era el sexo y notaba como realmente me amaba. Yo jamás dejé de amarlo, a pesar que parte de mi corazón empezó a ser para Rowan nada más verla.

Pronto llegó al orgasmo final gritando mi nombre y provocando que más de uno abriese la puerta alarmados. Algunos creían que discutíamos de nuevo o sucedía algo extraordinario. Del mismo modo que ellos quedaban atónitos ante la escena yo eyaculaba dejándome ir.

-Puta- murmuré en su oído incorporándome y observando a la vez como él también lo hacía lanzándose a mi miembro.

Pronto tuve sus labios rodeando mi glande y buscando saciar su apetito. Olvidaba las miradas de todos aquellos que no sabían siquiera hacia donde correr u ocultarse. Varias mujeres se sonrojaron girándose suavemente hacia el interior, algunos hombres murmurando que la próxima vez no irían a ver que sucedía y el resto sonreían encantados ante el espectáculo. Louis sacó mi sexo de entre sus labios y agarró éste por la base con su mano derecha. Su lengua acarició mi glande y parte de mi tronco golpeándolo contra mi boca y mejilla.

El espectáculo acabó cuando una vez limpio mi miembro de cualquier resto de esperma lo metió en mi ropa interior, echó la cremallera y cerró mi cinturón. Al levantarse un par de gotas de mi esperma corrían por sus muslos, pero él no hizo caso de aquello sino que simplemente se dedicó a recoger su ropa deshilachada y manchada del suelo.


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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt