La siguiente entrevista sería tensa y
apasionante. Hacía décadas hubiese jurado que no tendría la
oportunidad de estar en su presencia. Conocía al dedillo cada
renglón de aquel libro que tomó con cierta curiosidad en aquella
pequeña librería del centro de Londres. Sus manos acariciaron
suavemente la tapadera y siguió con sus dedos el nombre dorado
impreso del autor. De inmediato algo le gritó que no era ficción
sino la más pura, y cruda, realidad. Pestañeó inmóvil a punto de
estallar en carcajadas pero se contuvo, como buen inglés, y decidió
tender a la chica de la librería las pocas libras que valía aquel
emocionante libro situado en los más leídos en Estados Unidos y con
una buena crítica.
Al llegar a su despacho lo leyó de
forma ansiosa, tras un largo trayecto en autobús, tarareando
suavemente una canción de Lennon y conteniéndose para no leer allí
mismo entre la multitud. Había escuchado días atrás sobre un libro
que suscitaba ciertas dudas a sus compañeros, el cual parecía ser
una entrevista con un vampiro de más de doscientos años llamado
Louis de Pointe du Lac. Y por casualidad, aquella extraña mañana de
invierno sin lluvia ni neblina, lo encontró.
Durante días leyó una y otra vez cada
párrafo cerciorándose que los lugares, y detalles, fuesen correctos
con aquella época. Intentó contactar con la editorial y tras más
de cinco meses logró dar con el autor de tan peculiar libro. Sin
embargo, ese caso estaba destinado a otro investigador y tuvo que
abandonarlo. Poco después, y tras un extraño suceso en cierto
concierto, se topó con Lestat, el mismo que meses atrás gritaba ser
el creador de Louis entre canciones rock, en su viejo despacho.
Tampoco hubiese jurado que Louis sería
un amigo apreciado, el cual sufrió por su culpa y finalmente que
tendrían una relación tan tensa. Por lo último, sobre todo, se
sentía completamente perdido. Debía hacer las preguntas adecuadas y
no profundizar en heridas, aunque su lado más cruel le pedía
perforar su alma hasta hacerlo explotar como dinamita. Si bien, su
buen juicio le impedía vengarse.
Cuando entró en la sala, la cual tenía
cortinas verdes oliva como la profunda e inteligente mirada de su
compañero, vio como los visillos blancos se movían por la cálida
brisa del pantano cercano. Zumbaba un mosquito por toda la
habitación, posándose a duras penas lejos de la luz tenue que
ofrecía la lámpara de lágrimas situada en el centro y rodeada por
unas hermosas molduras. Byron, el perro de Louis, estaba echado a sus
pies y él sentado en un cómodo sillón tapizado en color verde,
igual que las cortinas, y había otro idéntico para él. La camisa
blanca de chorreras, el chaleco verde cacería, los pantalones de
cuero ajustados y las botas altas como la de muchos jóvenes eran la
vestimenta de su viejo amigo, el cual no sabía si calificar ahora de
enemigo. Él, por el contrario, optó por un traje blanco y una
corbata verde.
-Buenas noches, Louis- dijo acercándose
a él mientras el cámara comenzaba a grabar el show- Es para mí un
placer que decidas, tras largas décadas, pronunciarte sobre la
historia que se inició gracias a ti -esbozó una sonrisa cortés
tras sentarse en su sillón cruzando las piernas de forma mucho más
masculina que Louis-. ¿Cuáles serían las palabras apropiadas para
calificar ésta aventura?
-Buenas noches -lo saludó con un tono
de voz mezclado entre la frialdad y la cortesía que ahora le
caracterizaban, mientras observaba detenidamente al que antes solía
considerar un buen amigo, pero dadas ciertas circunstancias las cosas
entre ellos se habían distanciado casi de forma abismal. Sin
embargo, aún le tenía estima y se comportaría de forma adecuada-
Podría decirse que las palabras serían "interesante y
siniestro" -curvó una ceja hacia arriba no muy convencido de
sus propias palabras- Como sea -se encogió de hombros restando
importancia a su respuesta.
Había amado a Louis, sin duda alguna,
y también sintió celos de él cuando lo vio al lado de Merrick, a
pesar que estaba bajo sus encantamientos. Aquella bruja de piel
caoba, labios sugerentes y tortuosa historia le traía viejos
recuerdos tan añejos como dolorosos.
-Comencemos por el principio- dijo con
una leve sonrisa- Porque toda historia tiene un principio- susurró
tras una leve pausa mientras se desabrochaba un botón de su
chaqueta- ¿Qué sintió al ver su historia en todas las librerías?
Le miraba con ojos analíticos, pero
tras un breve silencio se permitió relajarse y mostrar un semblante
más amable, después de todo David sería David y no tenía caso
seguir compadeciéndole o guardarle rencor alguno.
-Cualquiera pensaría que sentí algún
regocijo, pero lo cierto que tras analizar lo que había hecho sentí
cierto temor. Había roto una de las reglas importantes y si no era
por la mano de Lestat, alguien más podría querer castigarme o algo
-una sutil sonrisa apareció en sus labios- pero no sucedió.
No sucedió porque el castigo que
sufrieron fue mucho peor. Louis conoció de forma abrupta a Gabrielle
y a otros inmortales, así como se reunió con viejos conocidos de
los cuales hacía décadas desconocer su paradero. Louis se atrevió
a ser arriesgado, quizás por el deseo de respuestas, pero pensando
de forma analítica, y fría, tal vez fue un mero deseo de exponer su
verdad, sin importarle que otros tuviesen historias mucho más
válidas.
-¿Qué sintió al ver a Molloy
convertido en un vampiro? Además, uno tan ensimismado en pequeñas
maquetas de edificios- comentó recordando al interlocutor de la
primera entrevista a la cual fue sometido- Debió impactar en usted
de alguna forma -le trataba con cortesía, como si no fuesen amigos,
intentando poner un muro entre ambos.
-Sinceramente, sentí una gran
decepción al ver que mis advertencias habían sido totalmente
ignoradas -soltó un leve suspiro exasperado- Yo se lo advertí y
ahora él sufre las consecuencias, no lamento en nada su triste
destino -agregó de forma seca y carente de emoción alguna. Si antes
le hubiesen echo esa pregunta seguramente hubiese entristecido, esa
era otra muestra más de lo mucho que había cambiado tras beber de
la poderosa sangre de su creador.
Debía preguntar por Armand, el creador
de Daniel, el cual sin duda tuvo cierta culpa. Era una tentación y
un incordio, pues nada más imaginar al pelirrojo insistir en cada
viaje, buscarlo en los hoteles donde descansaba, hacerle mil
preguntas que a veces eran sobrecogedoramente curiosas como absurdas.
-El día del reencuentro con Armand,
tras décadas ignorando su paradero, fue también una noche trágica
donde conoció a otros inmortales como Marius, Gabrielle, Khayman,
Mael o Las Gemelas- dijo recordando a todos aquellos que estuvieron
involucrados. Faltaba Jesse ¿cómo olvidarse de ella? No lo había
hecho, pero justamente hablaba de inmortales que siquiera él había
pensado que podían existir o coexistir en una misma sala en busca de
una solución- Sin olvidar a Pandora, Santino o el propio Daniel que
prácticamente era un niño en aquella enorme jungla- cerró los ojos
unos instantes y le miró directamente con una sonrisa cautivadora,
por lo elegante y escueta- ¿Qué sintió al conocer una verdad no
revelada? Usted deseaba respuestas, como yo.
-Sentí que finalmente obtendría todo
lo que siempre había deseado y que mis dudas finalmente serían
despejadas -respondió con simpleza- Fue un honor el poder conocer a
los vampiros más antiguos.
-Pero fue a un enorme precio ¿no es
así? Sufría porque Lestat estaba con ella, la cual lo arrebató de
su lado, tras aquellos intensos abrazos y besos que incluso fueron
reflejados en el tercer libro- comentó con rapidez- Fue una mezcla
de emociones ¿no es así?
Su rostro cambió a uno aún más frío
y con evidentes muestras de celos, apretando sus labios de tal forma
que solo se viera una línea recta de ellos, negándose así a
responder aquella pregunta. David sabía que pese a su aparente
frialdad aún existía la llama de la pasión, una pasión que era
sin duda alguna para Lestat y su nueva familia.
-¿Qué opinión le merece
Gabrielle?-intentó indagar algo más sobre sus emociones, aunque
sabía que era peligroso.
-Es una mujer que impone respeto. Tal
vez parezca que su presencia no me es grata, pues han sido pocas las
veces en las que hemos cruzado palabras, pero la verdad es que siento
respeto y cierta admiración. Siento admiración porque es una mujer
que supo sacar adelante los problemas y ha logrado sobrevivir en éste
Jardín Salvaje a la perfección y aunque yo no sea de su agrado,
creo que me tiene una mínima estima- su rostro se iluminaba
brevemente, igual que su perro parecía cobrar vida mordisqueando un
pequeño mordedor que parecía acaparar toda su atención.
-¿Qué siente por su hijo?-era una
pregunta que muchos hubiesen deseado hacer desde el principio, pero
él estaba interesado por otros detalles de su vida, sobre todo sus
impresiones.
-Lestat es... -se pensó seriamente su
respuesta, pues sabía que tarde o temprano el rubio vería la
entrevista y que ante aquella pregunta, lo que fuera a responder
sería escuchado con demasiada atención, o eso quería creer-
Cualquiera que lo ve, en una simple palabra diría que es un idiota y
que por todas- dijo haciendo especial énfasis en todas- las cosas
que a hecho, y me a hecho, yo debería odiarle, alejarme de él y no
volver. Pero tampoco soy un santo y he estado con otros, pero si
estoy con él es porque realmente lo amo. Él ya no me cree, pero lo
cierto es que así es y si fuera lo contrario hace mucho que le
habría abandonado e ido a refugiar en otros brazos. Fue, es y
siempre será mi único amante.
Eran hermosas palabras de amor, pero
sabía que no eran tan recatados. Ambos se mataban cada noche,
intentaban alejarse y acababan recostados cuando llegaba la mañana.
Cada vez sus peleas eran más intensas, igual que sus
reconciliaciones, y muchos pensaban que precisamente por ello
buscaban las discusiones.
-A su modo de ver y juzgar ¿cuál cree
que ha sido el inmortal más fascinante que ha conocido?-preguntó
antes de entrar en camino vedado. Necesitaba preguntar sobre Claudia
y sus nuevos hijos, pero antes quería que respondiera esa curiosa
cuestión.
Frunció levemente el ceño y clavó su
mirada en su interlocutor. La cámara lo enfocaba con todo detalle,
sobre todo porque era una pregunta que podía dar ciertos celos al
creador de ambos.
-Buena pregunta he de admitir -esbozó
una sutil sonrisa- Cualquiera podría responder que Marius o las
gemelas, pero debo confesar que ha sido David Talbot -le miró con
curiosidad esperando su reacción.
Soltó una buena risotada pues a veces,
dentro de su estirado modo de vivir, mostraba ciertas grietas al
desenfado. Recordó ciertos momentos en Río de Janeiro en pleno
Carnaval. Él vestía toga, Louis usaba falda de ramas de distintas
hojas de parra y otras similares a las palmeras, y Lestat, por
supuesto, llevaba disfraz dramaturgo romano, pues en su mano derecha
sujetaba una máscara con los labios invertidos como si llorara,
igual que las usadas en aquellos tiempos. Bebieron de mortales
ebrios, brincaron, cantaron, jalearon a Lestat a interpretaciones
ridículas y él terminó bailando en medio de una multitud. Podía
ser serio como desenfadado y en ambas facetas sorprendía, pero sin
duda él pensaba que sería Lestat o posiblemente, muy posiblemente,
Armand.
-Es un honor que señales a mi persona
como uno de los más interesantes-comentó- Sin embargo, poniéndonos
en temas más serios debo preguntarle por Claudia- dijo cambiando su
tono de voz- ¿Cómo ha sobrellevado su fantasma la idea de su nueva
familia? Ella ha vuelto, como espíritu, y a veces les atormenta, lo
sé porque yo mismo he podido verla entre los hermosos árboles
frutales del jardín.
-Me resultó interesante tu historia
cuando la viví nuevamente, desde otro punto de vista, y que quedó
reflejada en la aventura de Merrick -tras su breve respuesta su
rostro adquirió un gesto semiamargo y triste- Me es una pena y una
gran tristeza ver y saber que aún nos odia y se niega a ir hacia la
luz, y no dudo en decir que siente celos de sus hermanitos pues
cuando no tiene algún capricho y no se le cumple, ella los atormenta
en sueños -soltó un lento suspiro- Me encantaría saber qué es lo
que realmente la haría volver a ser aquella dulce Claudia que conocí
hace tantos años atrás.
-Eso es imposible, los tres lo sabemos-
aunque no estaba seguro si Lestat seguiría intentando por su parte
el comprender qué ocurría- Debo hacerle una última pregunta y es
cómo encaja los nuevos tiempos, esos que aún se están gestando
-indicó metiendo su mano diestra en su bolsillo para estirarlo hacia
su antiguo amigo- También deseo entregarle algo que compré para
usted hace algunos meses, creí que sería oportuno ofrecerle mis
respetos y gratitud por su entrevista con éste relicario de cuentas
blancas y oro blanco.
-Debo decir que no hay día en el que
no me sorprenda por las cosas nuevas que inventan; además de los
estilos de moda en las prendas de vestir. Aunque debo admitir que
ciertas cosas me resultan interesantes y fascinantes -tomó entre sus
manos el obsequio y se dedicó a admirarlo unos breves momentos con
fascinación, sin emitir palabra alguna y luego sonrió- Merci, es un
hermoso obsequio.
La cámara fue a negro y el resto de la
noche ambos se mantuvieron distantes. David se marchó para pasar la
cinta a formato adecuado para su proyección y Louis a cuidar a su
nueva familia, la cual no era muy distinta a la que un día tuvo.
Soporte a D. Talbot
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