Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 26 de mayo de 2013

Las escaleras

Las escaleras
por D. Talbot
Jardín Salvaje

Recuerdo que cuando era niño tenía especial tentación de brincar entre los escalones y quedarme mirando la barandilla con deseos de deslizarme sobre ella. Cierto día, en casa de mi anciana tía Anne, me colé en su jardín y observé largamente las viejas y ruinosas puertas llenas de candado que había en la caseta.

Era una vieja caseta de jardinería de dos plantas. Arriba en otro tiempo mi tío Phill construía casetas para aves, las cuales cuidaba con mimo, y también arreglaba diversos objetos de la casa. Cuando murió mi tía dejó de usar la caseta, pues era él quien cuidaba el jardín.

Recuerdo que poco antes que él muriera las rosas del jardín eran hermosas, pero los rosales se habían destrozado con heladas y ella no había prestado atención. El jardín estaba feo y a duras penas con la hojarasca limpia. El muchacho Tommy, hijo de los vecinos de mi tía, limpiaba asiduamente por un par de libras. Ya no era como lo recordaba, ni siquiera la caseta.

Sentía una presencia en su interior mirándome por las ventanas de ojo de buey. Un escalofrío recorría mi nuca en medio de aquel césped descuidado. La hierba tocaba mis tobillos desnudos, mis dedos pisaban la tierra húmeda hundiéndose. Estaba lloviendo y me estaba empapando, pero siempre amé la lluvia y su sonido. Los árboles desnudos se agitaban con brío, recuerdo que uno era un roble muy antiguo que tenía muescas de haber sido podado recientemente y por alguien no muy experto en el tema.

Caminé envalentonado por la curiosidad y al tocar la puerta sentí las vibraciones de la madera. Un murmullo extraño se expandió por le interior y un gran rayo partió el cielo. Cerré los ojos asustado con el corazón latiéndome a toda velocidad. El candado, en ese momento, cayó como si jamás hubiese estado cerrado. Con cuidado, y demasiado miedo como curiosidad, entré en el interior tragando saliva.

La parte inferior estaba llena de aparatos para podar, grandes tijeras de poda, macetas de colores, enanos de jardín y molinillos de viento lleno de polvo. La regadera que colgaba en uno de los cáncamos cayó al suelo y recuerdo que pegué un respingo sin emitir grito alguno.

Por inercia subí las escaleras, como si pudiese alguien ayudarme o socorrerme arriba, pero lo único que sentí fue una bocanada de aire frío y como alguien me tomaba por los tobillos. Grité, entonces sí grité, y entonces miré hacia abajo viendo el rostro descompuesto de mi tío.

Él murió allí un día cualquiera de verano, aunque para mi tía fue el peor 20 de Junio de toda su vida, y lo hizo por un infarto al corazón por esforzarse demasiado limpiando y cuidando el jardín que únicamente cuidaba para ella.


No sé como salí de allí, sólo sé que corrí y corrí hacia la casa pero me desplomé por el camino. Cuando me encontraron me metieron dentro de la cama de huéspedes y allí permanecía aquejado de fiebres durante dos largos días. No le dije jamás a nadie lo que había visto ¿me creerían? Yo ya lo dudaba. Únicamente sé que mi tío debe continuar allí bajo aquella escalera donde guardaba los tablones para las casitas de sus aves.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt