Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 6 de junio de 2013

El ángel

Se encontraba sentado en su despacho rodeado de informes que cubrían su mesa de ejecutivo. La lamparilla metálica de color verde estaba encendida desde hacía varias horas, y posiblemente quemaba, los folios habían pasado de un lugar a otro. Las carpetas estaban polvorientas o manchadas, algunas tenían nombres ininteligibles y otras parecían podridas por el paso del tiempo. Él tecleaba rápidamente en su ordenador portátil, el cual estaba acaparando toda la información.

Poseía archivos en papel, libros inclusive, y notas que habían sido dejadas en un lugar u otro. Pero, por supuesto, desde la revolución tecnológica se guardaba en la memoria de diversos ordenadores. David se hallaba absorto y enterrado en el trabajo que tanto le apasionaba. Tuvo que dejar la Sede en Londres, perderse por los pasadizos de la inmortalidad y no por las extensas bibliotecas, para finalmente arriesgarse por tomar todos los archivos que en su vida mortal se habían acumulado en las estanterías.

“El ángel

21 de Julio de 1962

Me encuentro en el cementerio Highgate de Londres en una mañana tranquila y calurosa. Estoy frente a la hermosa entrada egipcia con sus enormes columnas esculpidas en la piedra y rodeado por madreselva que cubre prácticamente todo como si fuese una jungla. Al fondo hay un camino de tierra cubierto por algo de ramas secas, el cual te lleva directamente hacia algunas tumbas muy conocidas.

Éste cementerio fue inaugurado el 20 de mayo de 1839, con el diseño del arquitecto y empresario Stephen Geary. Geary tenía un plan ambicioso entre manos y era sin duda dotar a Londres de cementerios privados que pudiesen cubrir la demanda de una ciudad en crecimiento. El número era siete y se llamaron los Siete Magníficos. Sin duda, eran una golosa y tentativa oferta alternativa a los tradicionales cementerios junto a las iglesias.

Pronto se convirtió en un cementerio de moda y se tuvo que ampliar agregando la zona oriental, la cual estaba y aún está separada por una vía pero conectadas por un túnel. En éste siglo ha comenzado a entrar en decadencia, sobre todo hace unos años atrás. Las capillas han ido cerrado.

Actualmente estoy en éste lugar buscando una sombra, la cual dicen que es de un vampiro. Numerosos parapsicólogos y personajes de toda calaña, la mayoría timadores y prestidigitadores de medio pelo, se pasean hablando con supuestos espíritus de los que allí se encuentran enterrados. Todos dicen que el vampiro existe realmente y elige diversas bóvedas mortuorias para que no pueda seguirse la pista.

Sin embargo, he encontrado un fenómeno que me ha atormentado desde que me encuentro rodeado de la zona boscosa casi salvaje, por no decir que tiene vida propia, mientras me seco el sudor de la frente e intento recapacitar. Mi traje está sucio y el hombro derecho ha sido desgarrado. Me encontraba en pleno amanecer frente a una de las tumbas. Contemplaba el hermoso ángel que se hallaba situado sobre la losa de mármol. Era negro, un negro denso, y poseía una expresión tan afligida como humana. No parecía haber sido esculpido a trompicones como en ocasiones ocurría, sino que la pieza había sido tallada con gusto y paciencia. Sin embargo, parecía desentonar en aquel lugar sobre todo por sus extrañas alas. De improvisto sentí que se movía, una pesada presencia se hizo sentir y escuché en mi mente aquella voz.

Hacía años que no escuchaba la voz del diablo, el mismo que con Jesús intentaba hacer un trato para quitarse parte del trabajo. Se movió, aquella cosa se movió y me miró sonriendo con calma. Mis manos se cerraron en puño y me sentí viejo cuando empecé a correr. No gritaba, me concentraba en respirar y sentir si aquello me perseguía realmente o fue mi imaginación. Había escuchado claramente mi nombre en un murmullo, mi nombre completo y el nombre de mi organización.

He llegado a la puerta de entrada nervioso y sofocado, estoy escribiendo ésto en un plano del cementerio que me tendieron hace unos días. Si lo hago, es porque no quiero dejar de percibir la sensación de peligro que he sentido recorrer toda mi columna vertebral. Sin embargo, aquel ángel sigue allí y no parece que se moviese realmente.”


-Memnoch, ahora sé que era Memnoch- dijo con aquel documento entre sus dedos- Maldito sea... se burló de mí.  

David Talbot quedó mudo y malhumorado, pero finalmente se echó a reír y siguió tecleando en su ordenador. 



D. TALBOT
para EL JARDÍN SALVAJE

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt