Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 7 de junio de 2013

Entrevista con el Dios del árbol

David Talbot
Para Jardín Salvaje


La suerte corría por su parte, pues el siguiente en su lista era el afable Avicus. Durante algunos siglos guardó silencio, y a decir verdad era un desconocido para el gran público y para muchos otros que una vez se relacionaron de forma íntima con el poderoso guerrero de sonrisa bonachona y mirada intensa. Los celtas eran pueblos de rasgos masculinos en el rostro, manos grandes y ásperas, cuerpo de espalda ancha y musculatura potente. Un guerrero como él era cotizado por su ejército, admirado por el pueblo y finalmente adorado como Dios.

La entrevista se acordó realizarse en un entorno íntimo y agradable. Lo más íntimo para Avicus sin duda era el jardín, en la zona más boscosa donde se hallaba el cenador. Allí, con las luces de la luna llena y los focos, explicaría su historia y también sus conocimientos, impresiones y sentimientos. David había decidido usar ropa seria, aunque cómoda y no demasiado rígida. El traje gris que usaba era especial para él, pues era un regalo de Mona Mayfair, y la camisa blanca de algodón era muy agradable al tacto con su piel. La corbata negra iba a juego con sus calcetines y zapatos. Se aproximó abotonando su chaqueta mientras la cámara enfocaba a un Avicus serio, con aspecto tranquilo y con una camisa blanca sin mangas de algodón, igual que el tejido que había decidido usar David, con unos tejanos desgastados y los pies descalzos moviéndose suavemente sobre el mármol del suelo.

-Buenas noches- dijo alzando la vista hacia David. Por primera vez uno de sus invitados le sobresaltaba. La educación de Avicus le hizo imponer su voz antes de ser presentado y como de un adorable gigante se alzó de su asiento de piedra, estiró sus brazos y estrechó al joven vampiro que se acercaba hasta él. Rió con soltura sin importarle que le estuviesen filmando en cada gesto. Sus cabellos largos hasta casi los hombros, algo ondulados y revueltos, le daban un aspecto aún más informal- ¿No te habré arrugado el traje, verdad?-preguntó al alejarlo tomándolo por los hombros.

-Buenas noches- respondió con una sonrisa negando con la cabeza, a pesar que sí había arrugado algo su camisa y descolocado su corbata. Avicus era espontáneo pese a sus milenios, un hombre muy afable- Debo agradecerle su afectuosa y agradable bienvenida, así como que nos permita estar junto a usted en ésta apetecible noche.

-Gracias a usted-sonrió amable y le cedió el sitio para sentarse de inmediato junto a él.

-Estamos con uno de los vampiros más antiguos que existen-dijo mirando a cámara- Él es Avicus- se atrevió a tocarlo en el hombro con su mano izquierda y con la derecha lo señalaba- Invita a ser cercano ¿no lo creen?- el otro vampiro se echó a reír cuando dijo aquello y después le miró ensimismado. Los vampiros como David eran únicos. Un vampiro joven pero fuerte.

-No me halague tanto y si lo desea podemos tutearnos- se encogió de hombros y sonrió.

-De acuerdo, si así lo quieres lo haremos aunque no estoy acostumbrado- intervino alzando sus cejas mientras su rostro se iluminaba de simpatía.

-¿Qué deseas saber?-preguntó inquieto viéndose igual que un niño ilusionado.

-¿Qué tal si empezamos por sus años de silencio? Tantos años alejado de la vida ¿por qué? Se perdió su pista incluso para los estudiosos de Talamasca- aquello hizo que Avicus tomase un rictus serio, pero no dejaba de parecer maravillado. David sabía que quizás podía tocar temas delicados, pero ya le avisó que así sería.

-Vuelves a tratarme de usted- comentó con cortés con una sonrisa dulce muy distinta a su aspecto rudo de hombre de grandes batallas- Sólo descansé tras una sofocada discusión con Zenobia. Convivimos por más de cuatrocientos años, pero ella se cansó de mí y yo de ella. Ya sabíamos todo el uno del otro, habíamos visto como el mundo que conocía ya no existía y aquello la hizo ser cada vez más violenta y fatigada – indicó con sus manos colocadas sobre sus rodillas. David bajó la suya y la dejó cruzadas sobre sus piernas. Si hubiese podido sonrojarse lo habría hecho, pero le era imposible tutear a un vampiro como él- Decidí descansar, porque ya era tarde para buscar a Mael. No podía buscar a Marius, ya que creí que ese ciclo lo habíamos cerrado. Yo aprendí mucho de él y creo que él también aprendió algo de mí.

-¿Qué aprendió de Marius?-preguntó maldiciéndose por ser demasiado caballeroso.

-No se preocupe, no importa. Si se siente más cómodo hablando de éste modo lo haremos así- había captado sus pensamientos, o quizás el gesto de su rostro lo había dicho todo- Aprendí a sentir la cultura y desear comprender al ser humano mediante sus obras. La literatura me hizo sentir vivo una vez más, el arte en general era tan agradable como lo eran las mañanas en el campamento tras una victoria.

-Por favor, hable sobre su relación con Mael ¿cómo fue su primer encuentro?- los ojos café de ambos se encontraron por unos breves segundos. Un silencio que hablaba por sí mismo. Avicus recordaría los días en los cuales sintió como ardía su piel dentro de aquel roble y David presentía que era una herida, cerrada eso sí, que podía ser dolorosa.

Avicus era un Dios del árbol. Estaba encerrado en una corteza de un enorme árbol y se usaba para rituales celtas. Muchos pensaban que protegía a su pueblo y que incluso podía ayudar a curar enfermedades con su sangre. Sólo en los rituales se le permitía beber, lo cual le hacía retorcerse de sed encerrado en aquel tronco a sabiendas que cada vez estaba más débil.

Rituales de llamas, palabras a los espíritus que rondaban el bosque, la energía positiva traída de los aires y llevadas a las antorchas, danzas hasta el amanecer y desde el ocaso, druidas que habían consumido polvos de distintas plantas que les hacía entrar en trance y las mujeres más sugestivas casi desnudas corriendo entre los matorrales esperando ser tomadas por el buen Dios.

-Soporto a Mael porque según sus conocimientos y sentimientos todo lo hace por el bien de sus raíces, como otros druidas. Cuando lo conocí era uno de los más expertos en nosotros, los vampiros llamados antes Dioses de los árboles, y lo tendieron como un nuevo discípulo a ocupar el lugar de un Dios que había huido – su rostro se iluminó y sus ojos brillaron- Ah, ese momento- dijo cerrando los puños perdiéndose en sus recuerdos- El momento en el cual logré salir junto a él, como lo había hecho Marius -tomó aire ensanchando su pecho aunque era un gesto humano, y algo que él no necesitaba desde hacía milenios- Fue toda una aventura.

-¿Alguna vez pensó que sobreviviría a las guerras con sus enemigos para terminar convertido en lo que es hoy? Muchos sabían de los rituales y también que los elegidos tenían la vida eterna- Avicus negó nada más escuchar la pregunta mientras David lo contemplaba fascinado.

-No, en absoluto. Yo no sabía nada, porque en mi época aún no existían esos cultos de forma tan extendida- sonrió para echarse a reír de forma jovial- A decir verdad me veía muerto al llegar a mi plenitud, que no eran más de cuarenta años. Pero, con poco más de treinta años acabé convertido en lo que ve ahora. Mael era joven, no sé porque todos lo toman por un anciano. Nuestra vida era corta debido a las guerras, hambrunas y enfermedades que ni siquiera un Dios como yo podía solventar y paliar- dijo con sinceridad mientras su rostro se relajaba de nuevo mostrando algunos rasgos duros y varoniles.

-Quizás porque a los guerreros y a los sabios suele imaginarse robustos, ancianos y prácticamente acabados- la sinceridad de David fue tal que sacó otra enorme carcajada tan imponente como el propio Avicus.

-Tal vez- sus carcajadas llenaban el ambiente húmedo mientras los mosquitos zumbaban a su alrededor -Porque nos imaginan como los viejos robles donde nos encerraban; viejos y robustos.

David deseaba dar paso a otra pregunta mucho más actual, algo que le hiciese expresar lo que sentía y vivía a diario. La llama de lo eterno seguía brillando en la oscuridad y él era una llama poderosa igual que una hoguera.

-¿Qué opina del mundo actual?-intervino con una sonrisa cortés.

-Hermanos que siguen matando a sus propios hermanos, pero con una violencia y efectividad mayor. El ser humano es capaz de hacer las mayores maravillas y también ser el peor monstruo posible -dijo con la mirada perdida. La cámara lo enfocó pues eran las declaraciones de un hombre que había visto y vivido demasiados siglos. Una lágrima sanguinolenta surgió de su ojo izquierdo y su labio inferior tembló- Ríos contaminados, animales extinguiéndose, cambios en el clima, bosques arrasados, ciudades bombardeadas, cuerpos de niños mutilados y éstos mismos perdiendo la vida por hambrunas. Es cierto, que en mi época prácticamente se nacía con la espada en la mano pero siempre se desea ver una evolución positiva y no negativa- afirmó con un testimonio sobrecogedor. Pues sus ojos hablaban mucho más que su voz profunda absolutamente quebrada.

-Cálmese-dijo estirando sus manos hacia las de su compañero. Aquella respuesta le recordó lo puros que serían los atardeceres en aquellos años, lo impresionante que podría llegar a ser un árbol en medio de un frondoso bosque y lo agradable que sería el aire puro en cualquier lugar donde se encontrasen- Cuénteme un hecho agradable que quiera compartir.

-Mi madre curtiendo las pieles para que yo no pasase frío- respondió cerrando los ojos mientras otra lágrima se marchaba de su lagrimal, manchando así su otra mejilla con un río sanguinolento- La primera batalla, en la cual le quebré una pierna a uno de los muchachos del pueblo cercano fue especial. Tan sólo tenía doce años y ya me consideraban un hombre, mi madre me había hecho un chaleco nuevo con piel de oveja -suspiró pesadamente y al mirar hacia el frente sus ojos marrones eran aún más oscuros.

-Tras tantos años aún lo recuerda- comentó fascinado mientras Avicus asentía con calma- ¿Podría hacerle una última pregunta?-no se sentía cómodo arrancándole palabras de dolor.

-Por supuesto- masculló aún con la voz rota, aunque parecía entero.

-¿Qué opina de la concepción de los vampiros actual?-interrogó con una sonrisa cómplice.

-¡Absurdos! ¡Horribles! ¡Patéticos!-dijo exaltado para luego echarse a reír de nuevo, olvidando el dolor de hacía unos instantes atrás- Vampiros que beben de botellas como si fuese cerveza y otros que se lucen ante el sol brillando con purpurina- negó moviendo la cabeza con fuerza antes de soltar nuevas carcajadas palmeando sus piernas- ¡No sé quien puede ver eso!

-Los jóvenes de hoy en día- replicó agradeciendo que Avicus hubiese olvidado la tristeza abandonándola en sus recuerdos- Gracias por su tiempo.


No pudo terminar de hablar cuando su entrevistado lo tenía entre sus brazos de nuevo. Apretaba fuerte y enérgico mientras reía y besaba el rostro de David. Parecía un hombre enteramente agradecido, pese a las preguntas incómodas que había llegado a hacer. La cámara quedó en negro mientras aquel joven vampiro intentaba impedir que Avicus prosiguiera en su despedida afectuosa.  

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Lestat de Lioncourt