David Talbot
Para Jardín Salvaje
La suerte corría por su parte, pues el
siguiente en su lista era el afable Avicus. Durante algunos siglos
guardó silencio, y a decir verdad era un desconocido para el gran
público y para muchos otros que una vez se relacionaron de forma
íntima con el poderoso guerrero de sonrisa bonachona y mirada
intensa. Los celtas eran pueblos de rasgos masculinos en el rostro,
manos grandes y ásperas, cuerpo de espalda ancha y musculatura
potente. Un guerrero como él era cotizado por su ejército, admirado
por el pueblo y finalmente adorado como Dios.
La entrevista se acordó realizarse en
un entorno íntimo y agradable. Lo más íntimo para Avicus sin duda
era el jardín, en la zona más boscosa donde se hallaba el cenador.
Allí, con las luces de la luna llena y los focos, explicaría su
historia y también sus conocimientos, impresiones y sentimientos.
David había decidido usar ropa seria, aunque cómoda y no demasiado
rígida. El traje gris que usaba era especial para él, pues era un
regalo de Mona Mayfair, y la camisa blanca de algodón era muy
agradable al tacto con su piel. La corbata negra iba a juego con sus
calcetines y zapatos. Se aproximó abotonando su chaqueta mientras la
cámara enfocaba a un Avicus serio, con aspecto tranquilo y con una
camisa blanca sin mangas de algodón, igual que el tejido que había
decidido usar David, con unos tejanos desgastados y los pies
descalzos moviéndose suavemente sobre el mármol del suelo.
-Buenas noches- dijo alzando la vista
hacia David. Por primera vez uno de sus invitados le sobresaltaba. La
educación de Avicus le hizo imponer su voz antes de ser presentado y
como de un adorable gigante se alzó de su asiento de piedra, estiró
sus brazos y estrechó al joven vampiro que se acercaba hasta él.
Rió con soltura sin importarle que le estuviesen filmando en cada
gesto. Sus cabellos largos hasta casi los hombros, algo ondulados y
revueltos, le daban un aspecto aún más informal- ¿No te habré
arrugado el traje, verdad?-preguntó al alejarlo tomándolo por los
hombros.
-Buenas noches- respondió con una
sonrisa negando con la cabeza, a pesar que sí había arrugado algo
su camisa y descolocado su corbata. Avicus era espontáneo pese a sus
milenios, un hombre muy afable- Debo agradecerle su afectuosa y
agradable bienvenida, así como que nos permita estar junto a usted
en ésta apetecible noche.
-Gracias a usted-sonrió amable y le
cedió el sitio para sentarse de inmediato junto a él.
-Estamos con uno de los vampiros más
antiguos que existen-dijo mirando a cámara- Él es Avicus- se
atrevió a tocarlo en el hombro con su mano izquierda y con la
derecha lo señalaba- Invita a ser cercano ¿no lo creen?- el otro
vampiro se echó a reír cuando dijo aquello y después le miró
ensimismado. Los vampiros como David eran únicos. Un vampiro joven
pero fuerte.
-No me halague tanto y si lo desea
podemos tutearnos- se encogió de hombros y sonrió.
-De acuerdo, si así lo quieres lo
haremos aunque no estoy acostumbrado- intervino alzando sus cejas
mientras su rostro se iluminaba de simpatía.
-¿Qué deseas saber?-preguntó
inquieto viéndose igual que un niño ilusionado.
-¿Qué tal si empezamos por sus años
de silencio? Tantos años alejado de la vida ¿por qué? Se perdió
su pista incluso para los estudiosos de Talamasca- aquello hizo que
Avicus tomase un rictus serio, pero no dejaba de parecer maravillado.
David sabía que quizás podía tocar temas delicados, pero ya le
avisó que así sería.
-Vuelves a tratarme de usted- comentó
con cortés con una sonrisa dulce muy distinta a su aspecto rudo de
hombre de grandes batallas- Sólo descansé tras una sofocada
discusión con Zenobia. Convivimos por más de cuatrocientos años,
pero ella se cansó de mí y yo de ella. Ya sabíamos todo el uno del
otro, habíamos visto como el mundo que conocía ya no existía y
aquello la hizo ser cada vez más violenta y fatigada – indicó con
sus manos colocadas sobre sus rodillas. David bajó la suya y la dejó
cruzadas sobre sus piernas. Si hubiese podido sonrojarse lo habría
hecho, pero le era imposible tutear a un vampiro como él- Decidí
descansar, porque ya era tarde para buscar a Mael. No podía buscar a
Marius, ya que creí que ese ciclo lo habíamos cerrado. Yo aprendí
mucho de él y creo que él también aprendió algo de mí.
-¿Qué aprendió de Marius?-preguntó
maldiciéndose por ser demasiado caballeroso.
-No se preocupe, no importa. Si se
siente más cómodo hablando de éste modo lo haremos así- había
captado sus pensamientos, o quizás el gesto de su rostro lo había
dicho todo- Aprendí a sentir la cultura y desear comprender al ser
humano mediante sus obras. La literatura me hizo sentir vivo una vez
más, el arte en general era tan agradable como lo eran las mañanas
en el campamento tras una victoria.
-Por favor, hable sobre su relación
con Mael ¿cómo fue su primer encuentro?- los ojos café de ambos se
encontraron por unos breves segundos. Un silencio que hablaba por sí
mismo. Avicus recordaría los días en los cuales sintió como ardía
su piel dentro de aquel roble y David presentía que era una herida,
cerrada eso sí, que podía ser dolorosa.
Avicus era un Dios del árbol. Estaba
encerrado en una corteza de un enorme árbol y se usaba para rituales
celtas. Muchos pensaban que protegía a su pueblo y que incluso podía
ayudar a curar enfermedades con su sangre. Sólo en los rituales se
le permitía beber, lo cual le hacía retorcerse de sed encerrado en
aquel tronco a sabiendas que cada vez estaba más débil.
Rituales de llamas, palabras a los
espíritus que rondaban el bosque, la energía positiva traída de
los aires y llevadas a las antorchas, danzas hasta el amanecer y
desde el ocaso, druidas que habían consumido polvos de distintas
plantas que les hacía entrar en trance y las mujeres más sugestivas
casi desnudas corriendo entre los matorrales esperando ser tomadas
por el buen Dios.
-Soporto a Mael porque según sus
conocimientos y sentimientos todo lo hace por el bien de sus raíces,
como otros druidas. Cuando lo conocí era uno de los más expertos en
nosotros, los vampiros llamados antes Dioses de los árboles, y lo
tendieron como un nuevo discípulo a ocupar el lugar de un Dios que
había huido – su rostro se iluminó y sus ojos brillaron- Ah, ese
momento- dijo cerrando los puños perdiéndose en sus recuerdos- El
momento en el cual logré salir junto a él, como lo había hecho
Marius -tomó aire ensanchando su pecho aunque era un gesto humano, y
algo que él no necesitaba desde hacía milenios- Fue toda una
aventura.
-¿Alguna vez pensó que sobreviviría
a las guerras con sus enemigos para terminar convertido en lo que es
hoy? Muchos sabían de los rituales y también que los elegidos
tenían la vida eterna- Avicus negó nada más escuchar la pregunta
mientras David lo contemplaba fascinado.
-No, en absoluto. Yo no sabía nada,
porque en mi época aún no existían esos cultos de forma tan
extendida- sonrió para echarse a reír de forma jovial- A decir
verdad me veía muerto al llegar a mi plenitud, que no eran más de
cuarenta años. Pero, con poco más de treinta años acabé
convertido en lo que ve ahora. Mael era joven, no sé porque todos lo
toman por un anciano. Nuestra vida era corta debido a las guerras,
hambrunas y enfermedades que ni siquiera un Dios como yo podía
solventar y paliar- dijo con sinceridad mientras su rostro se
relajaba de nuevo mostrando algunos rasgos duros y varoniles.
-Quizás porque a los guerreros y a los
sabios suele imaginarse robustos, ancianos y prácticamente acabados-
la sinceridad de David fue tal que sacó otra enorme carcajada tan
imponente como el propio Avicus.
-Tal vez- sus carcajadas llenaban el
ambiente húmedo mientras los mosquitos zumbaban a su alrededor
-Porque nos imaginan como los viejos robles donde nos encerraban;
viejos y robustos.
David deseaba dar paso a otra pregunta
mucho más actual, algo que le hiciese expresar lo que sentía y
vivía a diario. La llama de lo eterno seguía brillando en la
oscuridad y él era una llama poderosa igual que una hoguera.
-¿Qué opina del mundo
actual?-intervino con una sonrisa cortés.
-Hermanos que siguen matando a sus
propios hermanos, pero con una violencia y efectividad mayor. El ser
humano es capaz de hacer las mayores maravillas y también ser el
peor monstruo posible -dijo con la mirada perdida. La cámara lo
enfocó pues eran las declaraciones de un hombre que había visto y
vivido demasiados siglos. Una lágrima sanguinolenta surgió de su
ojo izquierdo y su labio inferior tembló- Ríos contaminados,
animales extinguiéndose, cambios en el clima, bosques arrasados,
ciudades bombardeadas, cuerpos de niños mutilados y éstos mismos
perdiendo la vida por hambrunas. Es cierto, que en mi época
prácticamente se nacía con la espada en la mano pero siempre se
desea ver una evolución positiva y no negativa- afirmó con un
testimonio sobrecogedor. Pues sus ojos hablaban mucho más que su voz
profunda absolutamente quebrada.
-Cálmese-dijo estirando sus manos
hacia las de su compañero. Aquella respuesta le recordó lo puros
que serían los atardeceres en aquellos años, lo impresionante que
podría llegar a ser un árbol en medio de un frondoso bosque y lo
agradable que sería el aire puro en cualquier lugar donde se
encontrasen- Cuénteme un hecho agradable que quiera compartir.
-Mi madre curtiendo las pieles para que
yo no pasase frío- respondió cerrando los ojos mientras otra
lágrima se marchaba de su lagrimal, manchando así su otra mejilla
con un río sanguinolento- La primera batalla, en la cual le quebré
una pierna a uno de los muchachos del pueblo cercano fue especial.
Tan sólo tenía doce años y ya me consideraban un hombre, mi madre
me había hecho un chaleco nuevo con piel de oveja -suspiró
pesadamente y al mirar hacia el frente sus ojos marrones eran aún
más oscuros.
-Tras tantos años aún lo recuerda-
comentó fascinado mientras Avicus asentía con calma- ¿Podría
hacerle una última pregunta?-no se sentía cómodo arrancándole
palabras de dolor.
-Por supuesto- masculló aún con la
voz rota, aunque parecía entero.
-¿Qué opina de la concepción de los
vampiros actual?-interrogó con una sonrisa cómplice.
-¡Absurdos! ¡Horribles!
¡Patéticos!-dijo exaltado para luego echarse a reír de nuevo,
olvidando el dolor de hacía unos instantes atrás- Vampiros que
beben de botellas como si fuese cerveza y otros que se lucen ante el
sol brillando con purpurina- negó moviendo la cabeza con fuerza
antes de soltar nuevas carcajadas palmeando sus piernas- ¡No sé
quien puede ver eso!
-Los jóvenes de hoy en día- replicó
agradeciendo que Avicus hubiese olvidado la tristeza abandonándola
en sus recuerdos- Gracias por su tiempo.
No pudo terminar de hablar cuando su
entrevistado lo tenía entre sus brazos de nuevo. Apretaba fuerte y
enérgico mientras reía y besaba el rostro de David. Parecía un
hombre enteramente agradecido, pese a las preguntas incómodas que
había llegado a hacer. La cámara quedó en negro mientras aquel
joven vampiro intentaba impedir que Avicus prosiguiera en su
despedida afectuosa.
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