¿Me escuchas? esta
noche toco para ti.
Sé que puedes escuchar
mis lágrimas
y creo en la piedad de
las ánimas
que guían tu dulce
rostro.
El dolor nos hizo padre
e hija
en un vals de monstruos
donde ambos fuimos
reyes
ocultando la muerte en
nuestro rostro.
Quiero cubrirte con
besos los ojos
y olvidar que te perdí
aquella madrugada
donde los dos nos
convertimos en extraños
mientras se perdían
nuestras pisadas.
¿Recuerdas como te
quería?
Yo recuerdo tus
cabellos llenos de lazos
y tu pequeña mano
tomando la mía.
Sí, sí pequeña...
lloro porque no te abrazo.
Fui el culpable padre
de las mentiras
y la sinfonía de las
risas enlatadas
que rompía tu deseo
hechos poemas
de aquel diario donde
decías querer ser amada.
¿Y yo no te amé? Te
amé.
Te amé como Dios ama a
los ángeles.
Eras más que una
muñeca, pues eras la dama
que con rostro frágil
nos hacías felices.
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