Mi primigenio corazón está enterrado
en Auvernia,
bajo la nieve y la sangre de ocho
hermosos asesinos.
El corazón del niño dio paso al del
guerrero...
y con toda precisión es lo que me
mantiene aún vivo.
Cabellos de oro decorados con rosas
amarillas
como las partituras de aquellas notas
desesperadas.
El violinista del bosque terminó
siendo la noche
y la noche terminó envuelta en
llamaradas.
Las caricias que me diste, con tus
manos suaves,
se convirtieron en el estandarte de mi
soledad.
Al fin quedé solo, huérfano de
oportunidades...
aunque quizás fue el primer paso hacia
la verdad.
He vivido prodigios y sentido las
caricias de los mortales
y el ruin desprecio de la inmortalidad
en sus labios.
Él era, es y será un gato cínico con
forma humana
que jugó con el estambre de mis
sentimientos dejándome vacío.
Recuerdo una hermosa y frágil muñeca
que cobró vida
y aún recuerdo el aroma de sus rizos
en mis dedos.
Tan hermosa y asesina fría,
calculadora y despiadada...
no obstante se llevó todos y cada uno
de mis rezos.
Y ahora, cuando el demonio ya vino a
buscarme,
y cuando ya creí que caería en la
muerte de lo cotidiano
viniste a mí con una sonrisa en tu
hermosa boca,
me dejaste estrecharte entre mis brazos
y tomarte de la mano.
Mi corazón de guerrero yace en tu cama
ahora mismo
y observa el dibujo de la tela del
dosel que compartimos.
Siento el peso de tu cuerpo en la
hermosa cama
y como deslizas tu mirada hasta lo más
profundo de mi alma.
Lestat de Lioncourt
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