Pequeña, tierna e inocente como una
verdadera muñeca de ojos azules y cabello de oro. Parecías haber
nacido para ser por siempre admirada como si fueras una perfecta obra
de artesanía. Cuando te sostuve por primera vez entre mis brazos,
siendo tan sólo una huérfana desvalida, sentí que mi corazón se
paraba nuevamente mientras contemplaba tus profundos ojos febriles.
Me enamoré de tus labios perfectos, los cuales al crecer hubiesen
sido sensuales, que tenían el color de los lirios.
Morías, morías inevitablemente. Louis
lo había hecho. Había matado, pero eras un inocente. ¿Cómo iba a
dejar ese cargo de conciencia en él? ¿Cómo iba a permitir que tú
murieras? Demasiado hermosa para un ataúd y tierra encima. Mi vida,
eras una joya. No pude despegar mis ojos de ti durante todo el
trayecto a la mansión. Rogaba porque vivieras hasta que él te
viera. ¡Un regalo para ambos! Aquel día demostraría mi amor por él
una vez más.
¡Te amé! ¡Te amé mi vida! ¡Eras mi
cielo y mi tierra! Tú tenías el poder de los profundos mares y la
belleza de las estrellas. Brillabas con luz propia. Eras tan hermosa.
Pero tu alma se corrompió en algún momento. La maldad se hizo
fuerte en tu corazón. Mi pequeña niña dio paso a un monstruo. Mi
familia feliz se desvaneció. Daría lo que fuera porque volvieras a
amarme.
Lestat de Lioncourt
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