Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 8 de marzo de 2014

Mi experimento, mi amor y mi orgullo

Bonjour

¿Cómo están? ¡Nosotros muy bien! Armand ha decidido hacer un regalo a todos quienes lo han apoyado. Ya saben lo que ha ocurrido recientemente ¿verdad? Pues este monstruito quiere regalaros un texto.

Lestat de Lioncourt


Los mortales de hoy en día desconocen como era la vida sin Internet, salvo sus padres o abuelos que poco a poco van olvidando. La vida no era tan fácil y la información a veces no llegaba de forma precisa, rápida y barata. Nos convertimos en pioneros en épocas pasadas de inventos revolucionarios y actualmente estos son desechados como algo inútil, carente de valor o simplemente una antigualla que debería estar en un museo y no siendo usado.

Benji jamás conoció un mundo como el que yo tuve que vivir. Él aprendió a navegar por la red de redes desde temprana edad. He visto como el mundo de Internet se abría ante mí con gran expectación. El hermoso fenómeno de la comunicación era rápido y muy sencillo. A pesar de haber desconocido como usar un teléfono, pues Daniel tuvo que marcar por mí en las primeras ocasiones frente al auricular, actualmente me desenvuelvo con gran práctica con la numerosa tecnología. La misma tecnología que en meses queda obsoleta y provoca escalofríos para aquellos amantes de lo último.

Sin embargo hace unas noches decidimos probar un experimento sencillo, divertido y económico. Era una fiesta en la cual Lestat estaba causando sensación frente a sus invitados. Todos los mortales se hallaban vestidos de gala. Los más jóvenes no tomaban alcohol y por lo tanto tenían refrescos de todo tipo. Entre los numerosos refrigerios de indistintas marcas, y por lo tanto sabores, estaban los refrescos de cola.

—Tu amigo se enfadará, Dybbuk—dijo riendo bajo mientras me tomaba de la mano derecha con las suyas—. Te quiero—susurró tirando de mi brazo para que me inclinara, cosa que hice. De inmediato sentí sus cálidos y húmedos labios sobre los míos en un breve roce.

Esos besos suaves, las caricias en mi rostro o sus abrazos curaban cualquier herida que yo pudiese sostener aún en mi alma. Cualquier cadena que me atara los brazos y las piernas, los cuales eran frecuentes, quedaban evaporadas gracias al poder de su risa.

—Si lo hacemos bien no se enterará—respondí sacando los dos paquetes de caramelos del bolsillo de mi chaqueta.

Ambos nos habíamos vestido de forma similar. Llevábamos chaquetas de cuero negro, camisetas de color celeste y unos tejanos. Las zapatillas de Benji eran color café, pero las mías eran azul marino. Teníamos un aspecto juvenil, casi infantil, y por ello parecíamos dos niños perdidos en una fiesta de adultos, a pesar que había jóvenes mortales.

Ambos abrimos los paquetes de papel de los caramelos y nos movimos a toda velocidad abriendo los refrescos de cola, destacándolos e introduciendo los caramelos. En segundos las botellas empezaron a salpicar como si fueran volcanes o fuentes. Todos corrían de un lado a otro mientras nosotros, desde el inicio de la escalera que daba acceso a la segunda planta, nos reíamos mirando hacia abajo.

—Nadie sabrá que fuimos nosotros—dije echándome a reír.

—Yo sí—escuché la voz de Marius justo a mis espaldas, lo cual hizo que me girara y lo encarara con cierta molestia.

—Ve y díselo a tu alumno estrella—respondí tomando de la mano a Benji para subir hacia la segunda planta.

—¿Estás molesto por lo que ocurrió en Venecia?—interrogó con un tono de voz algo cruel aunque con toque de preocupación.

—Te recuerdo que echaba al fuego a las viejas glorias que empezaban a estorbar en mi secta, Marius.

Él quedó de pie mirándome sin saber como reaccionar, pero Benji me miraba con los ojos a punto del llanto. Había ocultado el daño que Marius había hecho en mí, eso lo había defraudado y a la vez llenado de tristeza.

—Vamos amor mío, vamos—susurré estrechándolo contra mí—. Vamos mi amor... olvidemos este incidente.

Aquella noche al regresar a mi mansión, donde me refugiaba del mundo o quizás refugiaba al mundo de mí, decidí que Benji dormiría conmigo. Él se desnudó para sentir mi cuerpo contra el suyo, libre de ataduras, y permitió que acariciara su nuca con mis largos cabellos. Consolé la tristeza con besos tiernos y palabras en las cuales le juraba que jamás le ocultaría nada.

Sybelle nos acompañó tiempo después susurrando breves frases que nos hizo entrar en el paraíso de los sueños, pues ocasionalmente ella era la llave mágica que calmaba nuestras voraces almas y alejaba las pesadillas más terribles. Posiblemente, al otro lado de la ciudad o en cualquier pueblo perdido de la mano de Dios, Daniel construiría sus hermosas casas en miniatura o simplemente descansaba. Mi mundo se reducía a Sybelle y Benji, el pasado no debía regresar pues cuando lo hacía, porque ocasionalmente sucedía, sentía que mi corazón se rompía.


Amor... eso era lo que tenía ahora. Un amor que nadie me quitaría. Amor y respeto.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt