Lestat de Lioncourt
—Cuando alzo la vista hacia tus
imponentes ojos me cuestiono si soy realmente yo el demonio de los
dos; pues sin duda siento como mi aliento se rompe, y estalla, contra
las lágrimas que ya yacen frente a tus zapatos. Mi alma se agita
hasta quedar en ruinas, mientras tú sonríes con furia, me azotas y
arrojas palabras tan crueles como puñales. No eres capaz siquiera de
ver que daría todo por ti. Soy un hermoso monstruo de rostro
aniñado, pero ¿y tú qué eres? ¿Qué eres? Aún intento
comprender si éste amor tiene solución o si sólo son clavos
ardiendo en mis muñecas—mi cuerpo estaba arrojado frente a él.
Llevaba unas prendas baratas que había robado a mi víctima, pues
las mías estaban demasiado manchadas de sangre. La noche había
empezado tan sólo, sin embargo para mí quizás estaba a punto de
acabar.
Había viajado hasta Venecia. Si lo
había hecho era para volver a encontrarlo en otro palazzo, para nada
humilde. Era un lugar en el cual las fiestas, por supuesto en otra
época, lo habían hecho deslumbrar. No obstante se sentía frío,
lóbrego y solitario. Veía los hermosos frescos, molduras y columnas
de mármol como si no existieran realmente y todo fuese una ilusión.
Me había encerrado en la belleza que emanaba su presencia, tan sólo
en eso, pues había aceptado conversar conmigo sin divagaciones ni
negaciones.
—Gracias a ti descubrí que era el
amor y la compasión, pero también he sentido el azote del desprecio
y el odio más cínico y cruel. Soy torpe, lo sé. Cuando ya no me
quedan fuerzas y creo que me matarás, pues eso es lo que siento que
a veces buscas, me abres los brazos jurándome que es el único lugar
a salvo para mí. Me convertí sin duda alguna en esclavo de cada uno
de tus besos y también de tus convicciones. Quieres que crea y vea
el mundo como tú lo ves, pero a la vez hablas de libertad y honor.
¿Qué honor puedo tener si no tengo elección y si lo único que
puedo hacer es amarte?—él me miró frío, sin consuelo alguno,
mientras sus brazos caían lánguidamente a ambos lados de su hermoso
cuerpo. La belleza que emanaba de él era poderosa como la del propio
Dios. Quizás era cierto que tan sólo sabía engañar con su
encanto, pues era posible. Sin embargo yo quería seguir creyendo que
en ningún momento dijo una mentira. Deseaba engañarme a mí mismo
con la felicidad de aquellos pomposos días.
—Me salvaste la vida, ¿a que
precio?—pregunté con la voz quebrada—. Marius, por favor, dime
qué precio estoy pagando por cada acusación, azote y burla. Dime
¿qué es lo que tengo que hacer para que te des cuenta que incluso
daría mi vida por tu seguridad y felicidad? La misma vida que tú me
concediste y que aún conservo entre mis manos temblorosas, frías y
blancas. Son las manos de un niño inocente que pintaba cuadros, pero
las mismas que las de éste ser cruel que arranca los sueños de
iguales a él—entonces se giró para caminar hacia el pasillo,
alejándose de mí, pero lo detuve agarrándolo por las piernas y
llorando otra vez con mayor intensidad. Me estaba echando
prácticamente de su casa.
—Por favor, dime qué es lo que ves
cuando me miras a los ojos—susurré alzando la vista para verlo—.
Necesito saber si encuentras amor o simplemente te ciega la cólera
que hay en ti. Posiblemente no veas que estoy de rodillas, con las
manos en forma de oración y con la mirada perdida en el hermoso
cuadro que tú eres. Un lienzo perfecto, eso eres. Tus cabellos
dorados cayendo sobre tu chaqueta roja, ese elegante pañuelo de seda
rodeando tu cuello, y la camisa negra perfecta para el duelo de éste
asesinato por encargo—dije intentando incorporarme, pero las
piernas me temblaban demasiado y acabé estallando— ¡Tú me estás
matando! ¡Tú! Al negarme tus besos cómplices y esa seductora
sonrisa que todo iluminaría.
Se inclinó suavemente y me tomó del
rostro despejando mi frente. Mi cuerpo tiritaba por el miedo y la
desesperación, si bien él parecía completamente entero. Era como
si no estuviera allí fuera tan sólo un espejismo.
—Temo tocar tus manos y que se
desvanezcan ante mí, pues no quiero que me apartes una vez más.
Necesito que me abraces pues tengo miedo, un miedo intenso que
paraliza mi cuerpo y hace que mi alma se ahogue. A veces las
pesadillas regresan como encantadores murciélagos que pueblan mi
alma, arrancan mi esperanza y huyen de forma cobarde—me apartó
entonces y se marchó hacia el pasillo.
—Vete, no quiero verte—fueron sus
únicas palabras que provocaron que mi corazón se rompiera—¡Vete!
—Por favor, por favor... maestro...
Hace una semana que pasó y aún
intento comprender los motivos que le provocan dañarme de esa forma.
Dice amarme, pero no lo demuestra. Siento que soy un ángel en el
infierno y él es el verdugo.
1 comentario:
Gran texto, ciertamente. Siempre he envidiado, de forma sana, el gran talento para transmitir sentimientos de las personas que escriben así. Me fascina. :)
Respecto a la desmotivación... Supongo que tú eres más fuerte que yo. O que yo llevo un tiempo en el que no logro levantarme y todo me tumba de nuevo cuando parece que lo estoy consiguiendo. Estoy cansada ya, supongo, de que algunas cosas, por mucho que me esfuerce, no cambien.
En cuanto a lo de tu página de Facebook, no sabía que tenías una, ya le he dado "Me gusta" (soy Cordelia Autum) y ahora podré estar al tanto de vuestras actualizaciones. ^^ De Nerissa y Miriamelle sí me acuerdo, aunque no fuera mucho lo que llegué a relacionarme con ellas, a Damihus no llegué a conocerle. Temo que yo perdí el contacto con todos cuando pasó lo del foro de Rol (que ni siquiera sé bien qué fue). De repente todos volasteis por vuestros caminos y yo... Bueno, me quedé sola andando por allí un tiempo. Incluso posteé un par de veces por si alguien lo veía pero no fue así. Por eso tampoco supe que volvió a haber rencillas y demás. Supongo que por haber perdido el contacto con todos, salvo contigo ahora puesto que te sigo leyendo habitualmente aunque no de muchas señales de vida.
En referencia a lo del blog impostor... Bueno, si te avisan porque tu trabajo es conocido también es querido y apreciado por los demás y eso significa mucho. En mi caso ni eso. Los que conocen lo que hago y mis esfuerzos no me avisan de lo que pasa con terceros eso tampoco ayuda nada, jejeje... Pero bueno, verás que todo se soluciona pronto, tienes gente que te defiende y tú también tienes armas poderosas para defender a capa y espada tu trabajo. :)
Y, por cierto, también envidio de forma sana los cursos que has hecho. Me interesan también los de cocina y repostería pero aquí no logro encontrarlos que sean asequibles o que no me obliguen a realizar un desplazamiento considerablemente largo para ello, sin embargo, el que estoy haciendo ahora me gusta y me motiva bastante, así que lo estoy disfrutando y estoy aprendiendo mucho. ^^
Disculpa el extenso comentario, pero no deseaba dejarme nada en el tintero de lo que quería responderte al leer tus comentarios. Quiero también darte las gracias por molestarte en pasarte y comentar. Recibo tan pocos comentarios que, créeme, los agradezco y aprecio muchísimo, te lo aseguro.
Un besote,
Mekare (Firmo así para que sepas quién soy. Nunca estoy segura de que la gente me recuerde por mi nombre u otro apodo que no sea el que utilizaba cuando me conocieron.)
Publicar un comentario