Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 5 de septiembre de 2014

Te lo debo a ti

La humedad y el frío provocaban que sus manos temblaran adoloridas. En ocasiones a penas podía sostener alguno de sus libros. Sus ojos parecían perdidos, olvidados por completo por la felicidad, como si su alma hubiese sido arrojada a un precipicio de dolor y amargura. Pocas veces veía su sonrisa, pues parecía estar prohibido que ella fuese feliz. Mis hermanos solían salir a la taberna, beber durante horas y ni siquiera mirarla. Mi padre sólo se quejaba y esgrimía su bastón contra ella, pues se sentía débil y próximo a la muerte. Por el contrario, yo sólo observaba desesperado como ambos íbamos a morir en aquella miseria.

Recuerdo una mañana. Habían caído las primeras nieves. El suelo crujía bajo mi peso. Tenía las botas empapadas y los dedos algo congelados. Llevaba un abrigo que ella me había comprado el año anterior, pero ya me estaba estrecho. Era un joven de dieciséis años. Podía decirse que en esa época ya era un hombre y debía pensar como uno. Caminaba a su lado, aterido de frío, y ella se movía torpe pero no permitía que yo la ayudara.

—Compórtate—me repetía como si fuera una plegaria.

—Madre, ¿y cómo se supone que debo comportarme?—decía con una sonrisa burlona—. Está bien, no diré nada fuera de lugar.

—No te he educado para que seas igual de zoquete que tus otros hermanos, he puesto todo de mi parte para que tú hagas grandes cosas—dijo girándose suavemente hacia mí—. No permitiré que te pudras aquí. Yo quizás muera entre esas malditas paredes, con ese patán como esposo y esos groseros que tengo por hijos, pero tú no.

—Te veo convencida, pero a mí nadie me escucha. ¿Cómo voy a conseguir grandes cosas si ni siquiera soy capaz de entablar una conversación sana con mis hermanos?—me miró con sus enormes ojos azules y frunció el ceño.

—Lestat—pronunció mi nombre con cierto tono de molestia.

—¿Sí, madre?—interrogué parado en mitad del camino, como si esperara una regañina igual que si fuera un niño.

—Confía en mí.


Jamás me habían pedido que confiara en alguien. Ni siquiera sabía bien el significado de esa palabra. Me sentía un inútil, alguien a quien no le escucha nadie salvo ella. Mis ideas sobre los viñedos habían sido olvidadas después de una fuerte discusión, mis hermanos mayores se jactaron de mi estupidez con las bocas llenas del conejo que yo había cazado y mi madre, la única que había escuchado mi idea, parecía triste y avergonzada. Entonces comprendí que no era por mi comentario, sino porque no se había tenido siquiera en cuenta. Supe entonces que ella quería grandes cosas para mí, pero se sentía hundida al no lograrlas. Yo era su única esperanza y debía confiar en ella.

Lestat de Lioncourt   

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt