Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 8 de noviembre de 2014

When I feel...

Bonjour mes amis. 

Aquí tenemos un texto del cínico de Louis dedicado a Paul, Claudia y a mí. ¿No es encantador?


Lestat de Lioncourt 


La esperanza me había abandonado. Aquella última expresión de horror en su rostro se enterró como un puñal en mi corazón. Sus manos extendidas hacia delante, con los dedos esperando agarrar algo que lo sostuviera, y ese grito aterrador. Pude oír las campanas del infierno abriéndose paso junto a él, pero sinceramente esperaba que el cielo le acogiera con toda su gloria. Sus ojos claros, tan parecidos a los míos, quedaron abiertos en aquel rostro desencajado de muñeca de porcelana. Parecía un ángel que había decidido venir a morir a la Tierra, en un último intento de hacer comprender a Dios su mensaje aterrador sobre la soledad, el dolor y la miseria.

El día del funeral fue terrible. Una lluvia gruesa acariciaba la plantación. Mi madre sollozaba aferrada a sí misma, mi hermana observaba el ataúd abierto con resignación y yo sólo sufría las acusaciones de todos. Era quien debía cuidar de él. Yo fui su última visión, como una revelación terrible.

Muchos recurrirían al propio Dios para soportar la carga, pero yo no lo encontré en la iglesia. No hallé a nadie en la capilla ni en los púlpitos. Mi pecado me consumía como la llama de una vela consume la cera hasta no quedar nada. No. No tenía remedio. Era una enfermedad terrible la que me atacaba el alma, la ennegrecía y la dejaba sin nada. No había nada que se pudiese hacer. Tan sólo podía encontrar en el alcohol el buen nombre de Dios. Y el alcohol iba acompañado del buen nombre del pecado. Quizás no era Dios, sino el Demonio intentando jugar conmigo, mi dolor y mis pies por su terrible sendero. Quería morir. Deseaba morir. Un vampiro aceptó la invitación. ¿No somos acaso una especie de demonio que consume la vida de otros?

Sus ojos claros desafiantes, su voz aterciopelada surgiendo de una boca grande y carnosa, aquel tacto de mármol frío como el metal, ese abrazo duro y acogedor, y, por supuesto, su aroma pegado al mío mientras experimentaba la gloria de ser su presa provocó que me enamorara de él. Vi en él lo que yo necesitaba. Creí que sería la solución y no una nueva penitencia. Fui un estúpido.

Cuando la noche cayó rendida a mis pies, como una amante dichosa, vi la verdad. Había belleza, pero también una terrible verdad. Yo sería el Ángel de la Muerte, la Misericordia, y el Verdugo. Me convertiría en la última imagen de mis víctimas. No podía con esa carga. Si bien, acabé asumiendo mi papel tras un encuentro terrible que me hizo tener una hija. Una hija que jamás habría tenido de no ser por él. Mi creador, mi compañero, mi amante... Lestat y yo nos convertimos en padres. Ella se llamaba Claudia. Y cuando Claudia murió, cuando llegó el terrible momento de poder ser un héroe para ella, se desvaneció mi misericordia.

No soy el más humano, soy el más monstruoso de todos. Mato sin escrúpulos. Ya no hay dolor en mi pecho para soportar las lágrimas de otros. Tan sólo observo la noche como el jardín que dice Lestat. Un jardín lleno de muerte, pero con un irresistible encanto. Los libros son mi mejor compañía, el fuego mi mejor venganza y los recuerdos la única excusa para soportar la perdida de dos vidas que tanto apreciaba. Mi hermano Paul y Claudia son quienes aún me hacen sentirme culpable de la cruz que cargo.

Tal vez sólo sigo vivo porque él me tiende la mano, como si fuera realmente un príncipe. Quizás es sólo su papel, pero prefiero pensar que aún hay algo de amor de él hacia mí. Me aferro a sus dedos finos, los cuales vi en su tiempo como garras, y dejo que me conduzca por su sendero. Un sendero propio para nosotros. Un lugar donde la sangre es el rubí más preciado.


Ni fantasmas ni santos. Sólo fuego y sangre.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt