Mael ha vuelto a escribir algo. Muchos ya han leído Prince Lestat y lo entenderán. Pero se entiende aunque no se haya leído. Están malditos.
Lestat de Lioncourt
Song of millennium
Siempre he pensado que estaba maldito
desde el día en el cual impuse mis tradiciones a Marius. Aquel
romano que condujeron hacia nuestras tierras, atado de manos y con el
semblante descompuesto, comprendió al fin el vínculo con la cultura
que su madre le había conferido en su vientre. Aún así, comprender
no es amar y amar no es soportar. Ni soportó ni amó. Cada día de
su cautiverio intentó convencerme de mi error. Si bien, había sido
educado y criado para degollar hombres, soportar el peso de la guerra
y la hambruna, tener hijos sanos cuando me desposara y ejercer mis
conocimientos medicinales en aquellos que venían a mí como si fuera
parte de los dioses. Mi inteligencia y fuerza eran bien conocidas,
también mi temperamento y mal carácter. Él y yo éramos muy
distintos y a la vez demasiado similares. Sus ojos claros, de un azul
frío, eran navajas afiladas que se clavaban en mi paciencia. En más
de una ocasión tuve que marcharme, arrojando la comida a sus pies y
deseando que muriera en mitad del proceso.
Cuando se alzó la noche de aquel día
quise creer que todo saldría como el plan trazado, pero algo me
decía que sería distinto. No obtendríamos lo que deseábamos. Un
nuevo Dios nacería quizás para provocar la debacle. Y así fue. Él
huyó con el poder concentrado en cada trozo de su cuerpo. Su alta y
robusta figura se perdió en la espesura gracias a sus poderes. No
pudimos hacer nada. Y entonces, como buen druida, me sacrifiqué e
hice peregrinaje hasta un asentamiento cercano. Debía ser el nuevo
dios.
Pero allí estaba él. Un ser
ennegrecido, de ojos bondadosos y castaños. No estaba tan quemado
como nuestro dios. Él parecía casi una pequeña estatuilla de
bronce. Me acerqué a él porque así lo pidió y cuando acabó el
ritual me rogó huir. Enamorado ciegamente de él no tuve otra que
obedecer. Huimos dejando atrás cuerpos mutilados, destrucción y un
vacío enorme en mis creencias. No era lo que yo creía. La verdad se
había revelado.
He vivido mucho. He conocido mucho. Me
he quedado solo después de innumerables peripecias. Las discusiones
y encuentros con Marius han sido múltiples. Su extraña amistad aún
perdura. Siento que jamás estaremos de acuerdo en algo salvo en el
deseo de sobrevivir. La supervivencia de nuestra especie nos ha
vuelto a unir. No sólo a él y a mí. También he vuelto a
contemplar los fantasmas del pasado, de un pasado cargado de amor y
desdicha. Avicus apareció ante mí como una oda a mis recuerdos y
las emociones hicieron que mi alma se llenara de sentimientos
contradictorios.
Quizás no soy el único maldito. Tal
vez todos lo estamos.
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