Benji siempre me sorprende en muchos sentidos, pero no soy el único que queda impactado con este joven vampiro.
Lestat de Lioncourt
Dicen que la música calma a las
fieras, pero a mí siempre me ha incitado a bailar como si estuviera
en mitad de una tribu. Reconozco que me he convertido en el guía
perfecto para las solitarias noches de cientos de jóvenes y
ancianos. Soy caprichoso cuando tengo que elegir la temática de un
programa, quisquilloso con las entrevistas y precavido cuando doy una
noticia. En el pequeño cubículo donde nadie puede hacerme daño,
sólo mis elucubraciones, sonrío ante el micrófono antes de dar
paso a las llamadas o hacer entrar al vampiro de turno que hablará a
través de las ondas, mis ondas, de radio.
Siempre quise expresarme, dando a
conocer mis más profundos pensamientos y dejar un poco de mí en
alguien. Era muy joven cuando tuve que abandonar mi tierra, el hogar
que siempre había conocido, por un par de monedas. Me sentí como
Jesús frente a Judas, aunque a él lo vendieron con mejor precio. Si
bien, no me importa actualmente nada de lo ocurrido. Doy gracias y me
siento fuerte. No tengo religión, patria o marca alguna que me ancle
a un lugar; pero, estoy con ellos noche tras noche. He cumplido mi
sueño y ellos me han ayudado. Como agradecimiento, y por amor, he
decidido quedarme en esta gran ciudad rodeado de quien ha sido algo
más que mi maestro, amigo y gran amor. Armand, junto a mi hermosa y
dulce Sybelle y a un melancólico cínico de ojos verdes llamado
Louis, me ha ofrecido la oportunidad que nunca habría logrado tener:
una radio.
Ahora mismo está sonando «Heroes»
del incombustible David Bowie. Me siento un superviviente, no un
héroe. Sin embargo, quizás es el himno más apropiado para hacerlo
sonar tras semanas de silencio. Miles de jóvenes esperaban mi
regreso tras la calma. He tardado en abrir la emisora, colocarme tras
la mesa y encender el micrófono. Un par de chicos de mi peculiar
equipo han desaparecido envueltos en fuego y dolor. En estos momentos
la vivienda donde comparto vida, tragedias y sueños, se ha llenado
de vampiros. Allí David, Lestat y un pianista llamado Antoine han
hecho acto de presencia. No es un hostal, pero tampoco se quedarán
muchos meses con nosotros. Sé que Louis desaparecerá del brazo de
Lestat, David huirá a cualquier parte del mundo buscando noticias de
todos los que una vez estuvo en su vida y Antoine es posible que
vuelva al tugurio de Chicago donde suele actuar. Quedaremos de nuevo
a solas Sybelle, Armand y yo. A solas con los recuerdos de una gran
tragedia.
He salvado vidas, pero no tantas como
las que he arrancado. Además, las vidas que he salvado son las de
otros como yo. No he librado al mundo de ningún mal, pero el mundo
ya era así antes que yo abriera los ojos en mitad de una terrible
sed. Mis comunicados hoy no serán de precaución, sino los
habituales comentarios llenos de humor, pasión por la música e
información sobre reuniones clandestinas de vampiros de todas las
edades y lugares.
Al fin encenderé el micrófono.
Hablaré para todos. Seré de nuevo la esperanza tras un pequeño
aparato, Internet o la radio del salpicadero de un coche. He vuelto,
igual que ese dichoso rubio engreído, para conquistarlos a todos.
—¡Buenas noches amigos de las ondas!
Os habla Benjamín. Hemos vuelto una noche más, como si nada hubiese
pasado. Todos nosotros somos un poco héroes y villanos. La lucha
acabó hace unas semanas, el miedo nos ha mantenido atados a un
desafío casi imposible de superar, y ahora, tras el pánico, hemos
llegado a la calma final. Si me están escuchando sabrán que son
afortunados. Muy afortunados. Se abren las líneas. Todo aquel que
quiera comunicarse conmigo tendrá la oportunidad perfecta. ¡Esta
noche los vampiros volvemos a estar en boca de la inmortalidad!
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