Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 13 de enero de 2015

Locura

Muchos antes de ser vampiro Daniel vivió una mala etapa. Esto pertenece a esa etapa. 

Lestat de Lioncourt


Puedo decir que la vida es como un cigarrillo. Ves como se consume, te vuelves adicto a ella cuando menos queda y sabes que estás al borde de la muerte, que te intoxica, pero aún así sigues fumando impasible ante lo que ocurre. El humo se difumina, como los recuerdos, y las cenizas caen como caen las hojas del calendario. No importa el momento o el lugar. La vida tiene un límite y es veneno. Te va consumiendo poco a poco, matando lentamente, mientras tú crees que la disfrutas de algún modo. Aunque en realidad, ¿la disfrutas? ¿Saboreas eso que llamas vida o sólo la ves pasar como si fueran las hojas de una revista barata comprada en una gasolinera? Dime.

No hay nada mejor para una noche de invierno que un vaso de whisky en un bar cualquiera. Mientras el vaso esté limpio y no sea demasiado barato, o el hielo sea un auténtico desastre, puede considerarse algo perfecto, casi mágico, y sobrecogedor. Las luces de los edificios colindantes entrarán por el cristal, introduciéndose en el local en penumbra, mientras la música y las diversas conversaciones se mezclan con una cadencia única. No hay nada mejor que eso, un cigarrillo prendido en los labios y una libreta llena de frases improvistas. Quizás digo esto porque es lo que estoy viviendo. Tal vez es mi forma de saborear mi propia rutina.

Aún intento asimilar todo lo que ha ocurrido. Mi mente está impaciente. He escrito mil veces mil discursos. Quiero escribir una carta a un viejo amigo y contarle todo. Tengo una mina de oro en unas cuantas cintas. Debería llevarlas al periódico y que escucharan lo que he grabado. Nadie me creería. Verían eso como literatura barata. Pura ficción. Basura. Un error tras otro. Nada. Sin embargo, tengo la estúpida fantasía que alguien, ahí fuera, me crea. Él debería saberlo. Estudió conmigo periodismo, pero abandonó porque decía que necesitaba un ambiente menos turbio, clasista y políticamente correcto. Yo me di cuenta tarde. Él fue más listo.

Esto que estoy pensando, que garabateo, debería dejarlo como inicio de la carta. Tal vez esta es la carta. Es posible que sean las palabras de un loco, un borracho, un estúpido y un periodista. Sí, un cúmulo de hombres que se han fundido en una sola alma. Si bien, la ansiedad que atenaza mi corazón provoca que quiera salir corriendo. Quiero llorar, reír, abrazar la noche y a la vez tengo miedo de ella. ¿Y si viene otro a por mí? Anhelo la vida eterna, pero no la muerte a base de un último beso.

Mi letra es una mierda. A penas distingo bien lo que escribo. Mis manos tiemblan demasiado. No puedo dejar de pensar en George. Me pregunto si esto debería enviarlo. No sé si quiera si debería seguir escribiendo. Alguien allí podría leer mi mente. Quizás hay vampiros que esperan que yo cometa un error. Anoche era un tipo normal, casi mediocre, y ahora sé cosas que nadie querría saber. ¿Y si muero antes de contarlo? ¿Y si vivo demasiado como para ver que la inmortalidad no llega?

Mierda, George... He conocido a un vampiro y casi me he orinado en los pantalones cuando he visto sus colmillos. Lo tengo todo. Todo. Sé su vida, sus pesadillas, sus lágrimas y la verdad que él me ha querido ofrecer. Creo que me estoy volviendo loco.



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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt