Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 12 de enero de 2015

El pozo de mi paciencia

Petronia y Rebeca no eran buenas amigas... más bien una mató a la otra. 

Lestat de Lioncourt


Recuerdo a esa mujer como si fuese hoy el mismo día en el cual sesgué su vida. Acepto que no suelo ser así. No me gusta recrearme. La tortura no es mi estilo. Bueno, al menos ese tipo de torturas. Para mí una muerte a golpes es mucho mejor, pero reconozco que ella había tocado partes oscuras de mi alma. No permito que toquen lo que es mío o que destrocen mis tratos. Ella lo estaba haciendo. Estaba provocándome. Provocando que actuara. Se lo dije a Manfred cuando nos vimos en aquel viaje, sin embargo todos los hombres son iguales. Pocos piensan con la cabeza cuando las piernas se cansan en la cama, los besos de una mujer son intensos y sus pechos están colmados de perfume barato. Maldita zorra...

Puedo usar mi cuerpo a mi antojo. Cualquiera podría verme dos veces y no creer que soy el mismo ser. Mi dualidad es perfecta. Soy el hombre más frío, calculador y arrogante que puedas encontrar... o la mujer tímida, algo sensual y profesional que te topes de frente. Mis pechos pueden ocultarse, mi pose masculina realzarse y mis ojos convertirse en dos esferas oscuras totalmente distintas. He aprendido. A base golpes, pero he aprendido. La vida es eso: golpes.

Ella era muy distinta frente a Manfred que frente a otros. La pude conocer en aquel viaje. Se deshacía en halagos. Mi trabajo le interesaba tanto como mi entrepierna. Él ni siquiera se fijaba en sus contoneos cuando una baraja de cartas estaba frente a él. Siempre apostando fuerte. Siempre intentando ganar más de lo que se puede. Así lo conocí y así siguio siendo. Sigue apostando hoy en día, pero no más allá de las monedas que roba a los imbéciles a los cuales les arranca parte de su vida.

Cuando me vio como mujer me trató con la punta del pie. Fue bastante desagradable. Me miraba por encima del hombro porque tenía más busto, más curvas, ojos más claros y piel más canela. Ella se creía la diosa de la fortuna y del amor. Se regodeaba en los regalos que Manfred le hacía gracias a un trato que aún prevalecía entre ambos. Todo por ese dichoso santuario. Todo porque él me cayó en gracia. Es raro que alguien me caiga bien y él, pese a todo, me agradaba y me sigue agradando. No lo entiendo, pero esa no es la cuestión. Ella se creía la mujer de ese pobre desgraciado que aún lloraba por su difunta esposa.

Un día se apareció en la pequeña isla pantanosa que me cedió. Empezó a llorar y balbucear. Me hablaba de como había tratado esa mujer a sus hijos. Pude ver la ira y la decepción en su rostro. Tenía más de un motivo para usarlo en contra de esa zorra. ¿Y adivinen qué pasó? Bueno, no adivinen ya que lo saben.

Pedí que la trajera ante mí y cuando la tuve le di una buena paliza. No la maté. Decidí dejarla viva y colgada de un gancho como si fuera carne de matadero. Allí la despellejé, torturé, arranqué la lengua y traté como la debería de haber tratado la vida. Ella, que tenía todo lo que una mujer desea, se comportaba como una vulgar arpía tratando a otros como escoria. Odio a ese tipo de gente.

Cuando era una niña no tenía nada. Ni siquiera puedo decir que era una niña. Siempre fui un pequeño monstruo... como mucho... un error de la naturaleza, un monstruo, un ser... Ella tampoco tenía mucho, pero era hermosa y lista. Detesto que las mujeres que tienen poder lo desaprovechen. Las detesto.

Aquella noche volví a Nápoles arrojándome a los brazos de mi creador. Arion me recogió como si fuera un frágil nardo. Besó mis pómulos, acarició mis párpados con sus labios y dejó un último beso en mi frente. Sentí su amor. Supe desde el primer día que él sería mi amor más sincero y puro. Comprendí que ningún hombre me amaría como él. Acepté eso del mismo modo que acepté que él me amaba tal cual era. Manfred amaba así a Virginia, pero no a Rebeca. Rebeca que yacía en el fondo del pantano después de ser torturada. La misma mujer que me trató con desprecio cuando intenté ser un igual.


Yo soy Petronia... y a mí nadie me mira por encima del hombre. Quedan advertidos.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt