Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 11 de enero de 2015

Brasil

Estas memorias son una chispa en la oscuridad. Me encantó viajar con ambos... con Louis y David. 

Lestat de Lioncourt



—¿Lestat?—su voz se escuchó en mitad de la penumbra.

—Sí...—dije mientras contemplaba las luces encendidas a lo largo de toda la villa.

Habíamos viajado durante varias noches. Fue un capricho. Algo que sucedió como una chispa que se expandió por nuestras almas convirtiéndose en fuego. Louis nos había acompañado, aunque no estaba conforme y mostraba su deseo de marcharse guardando silencio, atormentándome con sus ojos verdes clavados en mi nuca y sus dedos golpeando ligeramente la mesa. Estábamos en Brasil. Era nuestra primera noche. Después de todo lo ocurrido, como si hubiese sido un sueño, caí en la cuenta de mi temeridad. Fue una estupidez mayúscula, pero habíamos salido indemnes de tal locura.

—¿En qué piensas?—preguntó aproximándose a mí, pero a mitad del camino se detuvo mirando a Louis.

—Ese no piensa. Nunca piensa—susurró cerrando los ojos dejando escapar un suspiro—. Nunca lo hace.

—¿No dijiste que me entendías?—pregunté girándome hacia él.

—Que te entienda no significa que yo lo hubiese hecho. Nadie en su sano juicio dejaría sus poderes en manos de cualquier charlatán—expresó.

David se mantuvo al margen. La pelea subió de tono, pero se calmó cuando percibimos su presencia. Aquella primera pelea frente a él fue un hecho asombroso. Para David la convivencia entre vampiros se había iniciado con nosotros, y he de decir que somos un dueto bastante peculiar. Siempre nos lamentamos de nuestras peleas sin dejar de pelear en ningún momento.

—¿Alguna vez habéis estado aquí?—murmuró apoyado en el marco del balcón.

—Nunca—respondí girando mi rostro hacia él.

—No—susurró Louis aproximándose a mí. Noté los dedos de su mano derecha acariciando la palma de mi zurda. De inmediato, apoyó su cabeza en mi hombro y se aferró a mi brazo.

Mirábamos un nuevo mundo que descubrir. El Carnaval se iniciaría pronto. Las luces modernas iluminaban una basta extensión de terreno del mismo modo que lo hacían las estrellas. Estábamos algo alejados de la capital, del centro de aquel pequeño mundo con un clima apacible y gente ruidosa.

Sabía que David había sido sacerdote de una religión que tenía sus orígenes en África, pero que se practicaba con respeto en aquellas tierras. Para él era su renacer. Deseaba ver de nuevo algo que amó, que influyó en el hombre que era, para así despedirse una vez más de sí mismo. Creo que por eso mismo asistió a su propio funeral, despidiendo su cuerpo y su pasado. Él se despedía de todo lo amado para afrontar un mundo nuevo, delirante y asombroso. Estábamos allí, conjurados por él, para asistir a su bautizo en el profundo sendero de este jardín salvaje.

—Meio caminho andado, é meio caminho começado... —murmuró, antes de echarse a reír y girarse hacia nosotros.


Su semblante era el mismo. Un hombre amable, pero muy joven. Sus ojos tenían el deje del sabio que conocí, por su alma tan llena de recuerdos y tiempo, aunque poseían un brillo nuevo. Nos abrazamos y sentí que era hora de salir. La sed y la curiosidad nos alentaban.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt