Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 21 de febrero de 2015

Inicio de todo - Introducción

—Todo lo que dijiste eran mentiras tan vacías como tus propias creencias en Dios. La muerte nos asechaba en cada esquina, el hambre nos hacía flaquear, pero la felicidad parecía pura en cada respiración. Podía jurar que disfruté cada beso furtivo, cada húmeda caricia llena de melancolía y tus dolorosas indecencias. Hiciste que cerrara los ojos, bajara los brazos y sintiera la luz de un nuevo sol. Me convenciste. Provocaste que caminara a tu lado creyendo todo lo que tú dictabas, pero en realidad sólo me empujabas al precipicio. ¿Qué esperabas? ¿Gratitud?—su cuerpo estilizado parecía estar recortado por los aromas del pasado, viejos recuerdos necesarios para mantenerse con vida y las ruinas de un prodigioso futuro que jamás llegó.

—Has regresado...

—Nunca me fui—dijo encogiendo los hombros—. ¿Alguna vez lo hiciste tú? ¡Oh! ¡Sí! Ya recuerdo... —sus ojos oscuros, como la madera de roble, parecían gemas insolentes.

—¡Yo no te abandoné! ¡Nunca me fui! Tú decidiste quedarte—respondí, apretando los puños colérico.

Una silenciosa sonrisa se formuló en aquellos carnosos labios. Su boca era veneno, pero parecía tan placentera como tiempo atrás. Llevaba una camisa de chorreras negra, con un delicado encaje de magnolias en sus mangas, y unos pantalones de cuero negros, ajustados, que le daban un aspecto aún más estilizado. Las botas eran de corte antiguo, muy clásicas, pero cómodas. Parecía la viva imagen del hombre que fue.

—Ahora soy un demonio, Lestat—susurró algo que ya sabía bien. Recordaba aquel truco sucio y rastrero de Memnoch con él. Deseaba creer que todo era un sueño fruto de la locura colectiva, pero no era así. Había ocurrido, no hacía demasiado, y aún debía asumir las consecuencias de ese fatal pacto—. ¿Vas a mentir al diablo?

Tuve miedo. Igual que la primera vez en la cual escuché el rumor, para luego confirmarlo, sobre el regreso de Nicolas. Él había vuelto a la vida, desde más allá de otros mundos. Deseaba cobrar los malos gestos, mentiras y olvidos.

—¿Qué me harás? ¿Juzgarme? Ya lo hiciste—reclamé conteniendo mi rabia—. Siempre lo haces.

—Debí ser más estricto—murmuró.


De improvisto dio un par de zancadas, me tomó del rostro y me ofreció su boca, como quien ofrece un tesoro. Me besó. Un beso lento y cálido, aunque no febril, para luego apartarse mientras reía. Sabía que él me estaba condenando. Empezaría pronto la guerra y yo, por estúpido, sería el inicio de todo. Cerré los ojos, como un maldito adolescente, mientras él me encadenaba a su delirio. Al abrirlos él había desaparecido. Estaba solo en la penumbra de un viejo edificio en París. 

Lestat de Lioncourt   

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