Oye, se agradece, Marius. Todo esto se agradece. Sin embargo, no sé si es halago o crítica ¿o qué?
Lestat de Lioncourt
Entre las maravillosas esculturas,
libros amontonados y monstruosos frescos de mi vivienda, alejado de
todo y todos, recuerdo su cuerpo esbelto y sus ojos grises tan
llamativos. Poseía la fuerza que yo había perdido, tenía una mente
fresca y un espíritu rebelde perfecto. Quería moldear su alma,
acariciándola con mis largos y marmóreos dedos, pero me equivoqué.
No podía controlar a la bestia que yacía en su interior, tan
despierta e inquieta, que estaba a punto de lanzarse en mi contra.
Recuerdo vivamente el tono de su voz,
las pausas dosificadas de sus palabras, el acento de cada una de
ellas y lo agradable que fue alejar la soledad por unas horas. Había
elegido a ese jovenzuelo, que apenas comenzaba a comprender la pesada
carga de la inmortalidad, con la ansiedad de un padre sin hijos.
Estreché su cuerpo joven y puro, besé su rostro y deseé que
terminase brillando en medio de la oscuridad. Sin embargo, él ya lo
hacía.
Del mismo modo que me enfrenté a las
reglas impuestas, él lo hizo. Tomó conciencia de quien era y sus
deseos. No podía usarlo como una marioneta, ni ayudarle a manejar
sus emociones. Él era desafiante, temerario y lo demostró. Bajó
donde se hallaban Padre y Madre y los animó como jamás los había
visto. Sentí rabia. Creo que jamás me había sentido tan colérico.
Tuve celos. Admiro que fueron unos terribles celos que no pude
controlar. Aunque creo que jamás deseé hacerlo. Pedí que se fuera
y permití que el dolor agujereara mi alma.
Décadas más tarde lo vi dando
aullidos en la televisión. Los inventos modernos siempre llamaron mi
atención, pues podía lograr desarrollar nuevas formas artísticas.
La música sonaba continuamente en mi vivienda, como lo hizo más
tarde su voz frente a Akasha. Ella despertó y yo casi muero, pero
sobreviví. La ira de la mujer que amaba, el vampiro más antiguo,
casi arrasó con todo lo que yo amaba.
Lestat es como una pintura. Cuando
comienzas no sabes cómo será, pero poco a poco vas vislumbrando su
verdadero espíritu. Sólo su autor puede decir cual es el trozo de
su alma que ha dejado allí, como una huella imposible de borrar,
pero todo aquel que ve la obra puede comprender parte de su amor,
pasión, miedos y fracasos. He seguido cada uno de sus pasos. Afirmo
que detesto ser comparado con él, pero puedo ver en su fuerza y
curiosidad algo que aún vive en mí. Sólo espero que el peso que
cae ahora sobre sus hombros, uno mayor al que cualquiera pudiese
soportar, no aplaste sus deseos de seguir luchando.
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