Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 9 de marzo de 2015

A Armand

He visto el dolor en sus ojos, sentido la ira de sus palabras y la frustración de su alma. Cuando nos conocimos creí ver un ángel descendiendo desde el altar. Sus ropas oscuras, raídas y polvorientas, contaban los pasos que había dado descalzo por París. Tenía la piel blanquecina como el mármol. Sus ojos poseían un candor distinto. Poseía unas mejillas carnosas, algo sonrojadas, que parecían seducir a cualquier hombre que posara sus ojos en aquella criatura. Pude haberlo llamado sirena y no me habría equivocado. Pero su alma, tan hundida en las tinieblas, no aceptaba la luz que yo irradiaba.

Pronto lo vería en otro momento. Un momento de tinieblas, terror y sacrificio. Las llamas se alzarían y convertirían a ese querubín, el ángel que vi en la iglesia, en un monstruo capaz de cualquier cosa. La magia de sus cabellos rojizos caían sobre la túnica, la cual parecía más oscura, y sus ojos parecían surgir de los infiernos. Pero sólo sería una máscara, otra más, que ocultaría su verdadero ser.

A solas, en una habitación que bien conocía, con el fuego tras nuestras espaldas, vi al ser que realmente era. Era un muchacho eterno, de casi quinientos años, con los labios carnosos y los ojos hundidos en el dolor. Una lluvia triste se deslizaría por su rostro, directo a sus labios, y se convertiría en un mártir a media luz. Deseé abrazarlo, besarlo y adorarlo. Sin embargo, algo en mí lo repudiaba. Ahora, siglos después, comprendo su dolor y el misterio de sus palabras. No puedo negar que siento cierta aprensión hacia él, pero también un amor innegable.


Ninguno de los dos está hecho para llevar la máscara de otros. Somos demasiado apasionados. Hemos tenido muchos encuentros. Hemos enterrado nuestras palabras más crueles el uno contra el otro. Sin embargo, los silencios ahora parecen ser cruciales y las palabras bendecidas. Te diría que te amo, pero tú ya sabes que lo hago.

Lestat de Lioncourt   

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Lestat de Lioncourt