Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 6 de marzo de 2015

Pasión

—Me has condenado al infierno—dijo con sus ojos verdes fijos en mí. Aquellas orbes parecían esmeraldas. Recordé mis palabras sobre las esmeraldas y retomé mis recuerdos, uno a uno, y como si fuesen cuadros pintados por Marius El Antiguo, el cual era un impresionante vampiro venido de la Antigua Roma, sentí un escalofrío que recorrió toda mi columna vertebral.

—¿Acaso creías que podías bailar conmigo y no pagar un alto precio?—pregunté echándome a reír, colocando mi pañuelo de encaje en mis labios mientras me jactaba de mi ingeniosa frase. Sin embargo, mi alma tenía sentimientos encontrados que luchaban por salir. Lejos de mi aspecto de diablo seductor, con aquella levita azul oscuro de hermosos bordados dorados, había un joven que aún luchaba en la nieve contra los lobos, perseguía sueños por las calles de París y escribía en los muros un mensaje para un vampiro antiguo.

—¿Por qué? ¿Por qué eres así? ¡Por qué yo!—se aproximó a mí, con ese semblante de perro abandonado, mientras apretaba entre sus dedos el rosario que había pertenecido a su hermano.

—Porque tú no eres un bendito y yo, querido mío, no pretendo ser un santo—esbocé una sonrisa burlona, coloqué mis botas sobre la mesa y lo contemplé allí de pie, aproximándose a mí con miedo e ira, intentando no enloquecer.

—Esa respuesta sólo es una argucia para no decirme la verdad—murmuró.

—Oh, sí. Soy tan cruel... ¿no es cierto?—cerré mis ojos y abrí mis brazos, provocando que él tuviese la necesidad de arrojarse contra mi pecho.


Al tenerlo allí, como si rogara a un Dios malévolo, lo abracé. Amaba a ese estúpido mucho más de lo esperado. Para mí era algo más que Nicolas, mucho más. Me había perdido en sus ojos, esos andares elegantes y supuestos modales de noble. Quedé cautivado. ¿Cómo decirle que lo amaba? Hubiese tenido demasiado poder sobre mí. Claudia aún no estaba con nosotros. Sólo éramos dos inconscientes. Él desconocía mi debilidad y yo me hacía el idiota cuando contemplaba amor hacia mí en sus ojos.    

Lestat de Lioncourt 

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt