Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 6 de marzo de 2015

Ritos de amor

Me gusta molestarlo de este modo y él lo sabe. Sin embargo, le encanta aún más hacer sus dramas. Así es Louis. 

Lestat de Lioncourt 


—Me decepcionas—murmuré completamente roto, pero me mostraba digno. No deseaba que comprendiera el dolor que sentía. Mi alma podía destruirse; sin embargo, él no debería saberlo. Quería ocultar mis sentimientos, sobre todo ahora que el mundo parecía caerse en mil pedazos. Era como si todo lo que hubiésemos creído, aquello en lo que teníamos firmeza, nos sepultara. Nuevos conceptos, nuevas ideas, nuevas reglas y él tan mentiroso como siempre.

No me había dicho siquiera dónde había permanecido todo este tiempo. Me había marchado de New Orleans tras lo ocurrido con Merrick. Me refugié en los brazos de David, los cuales me rodearon con firmeza, para soportar el dolor que poco a poco destruyó todo lo que yo era. Resurgí con mayor crueldad, una maldad nueva y desafiante, que brotaba en mis ojos esmeralda. Sin embargo, sigo siendo el mismo. Quizás siempre fui así. Tal vez tan sólo permití que viesen el contenido real de mi alma. Un alma podrida, tan corrupta como la de Lestat, y terrorífica. Soy un monstruo.

—Oh, eso es nuevo—dijo alzando sus cejas doradas.

Verlo así me destrozaba. Estaba fresco, lleno de vida, desbordaba elegancia con esas ropas tan clásicas. Me preguntaba dónde había conseguido esa camisa de chorreras de puro algodón blanco, el chaleco negro de raso con bordados dorados y los típicos pantalones que tanto usábamos en otras épocas. Era un fantasma. Aquello que veían mis ojos no era real. Allí, frente al piano, tocaba moviendo ligeramente sus dedos mientras meneaba su enmarañada cabeza. Esos rizos dorados, casi como el oro bruñido, caían libremente igual que la melena de un león.

—¡No seas cínico!—espeté.

—¿Cínico? El cínico aquí eres tú. ¿A qué has venido? ¿Creías que me encontrarías desconsolado llorando en un rincón? Por el amor de Dios, Louis, soy yo. Yo no caigo tan fácil, aunque te diré que en ocasiones tuve miedo. Un miedo terrible—susurró en un tono de lo más confidente, pero sus ojos brillaban. Tenían un brillo tan intenso que me aterraban.

—Miedo...—balbuceé—. ¡No estamos hablando de tus sentimientos!

—Oh... así que has venido aquí, a Francia, a regar tus lágrimas por el piso y azotarte por un amor tan estúpido como el nuestro. Correcto—dijo con un ademán de su cabeza. Se burlaba de mí, de él, de toda nuestra historia y pese a todo, aunque me repateaba, me hacía sentir feliz. Era feliz porque discutía de nuevo con él, lo tenía cerca y podía observar su burlona sonrisa—. Y dime, Louis, ¿qué te parece Francia? La última vez fue una visita muy... ardiente.

—¡Lestat!—exclamé precipitándome hasta él, tomándolo de las solapas del chaleco. Acabé apartándolo del piano.

—Excelente, aún recuerdas mi nombre—rió inclinando su cabeza hacia delante, lo cual provocó que sus labios rozaran los míos—. Dime... que me odias y sabré cuanto me amas—murmuró atrapando mi boca, sodomizando mi lengua, para luego apartarse por completo echándose a reír—. Quédate, Louis. Quédate conmigo, como bien deseas, y deja de sollozar por las calles parisinas. Permanece en este castillo, conoce al chico que criaba perros y salía a cazar. Aprende de lo que fui, rememóralo conmigo, y ven a conocer la cocina francesa.

—Eres el demonio...—murmuré acercándome de nuevo, pero esta vez con mi elegancia habitual. Él abrió sus brazos mientras estallaba en carcajadas. Esa frase, esa escena, ese momento, esa noche y ese aroma. Su aroma. El aroma que me decía que había vuelto a casa.


—Oh, extrañaba esa frase... Mon Dieu!  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt