Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 11 de abril de 2015

Mi corazón

Louis me ha dado ésto. Me ha dicho que es un viejo escrito. Ha pedido que lo publique y lo muestre. Son sus sentimientos más puros.


Lestat de Lioncourt


El dolor aún llena mi alma. Es como si todavía pudiese cruzar el mundo para abrazarte. Aún creo que puedo hallarte, contemplar tus hermosos ojos azules y perderme en tu diminuta sonrisa. Parecías una azucena fragante envuelta en caros vestidos de satén azul. Siento que el vacío jamás podrá llenarse.

Puedo recordar la primera vez que te vi. Estabas sola, abandonada a tu suerte, enferma, aferrada a una esperanza vacía y a un cadáver que se pudría. El olor de la muerte te envolvía. Tus mejillas estaban pálidas, casi cenicientas, y tu cabello era un nido de piojos. Sin embargo, eras hermosa. Era capaz de apreciar la belleza de tus rasgos, la bondad de tu alma, el latido de tu corazón y tu sangre moviéndose por cada vena. Hice lo que cualquier vampiro hubiese hecho en mi lugar: alimentarme.

Yo, el mártir y filósofo. Yo, que aún creía en Dios y sus castigos. Yo, que había visto condenado mi mundo con las llamas del infierno. Yo, Louis de Pointe du Lac, te intenté arrebatar la vida con un impulso cruel, despiadado y sin sentido. Un pequeño placer que se convirtió en mi mayor pecado.

Él decidió torturarme, o quizás fue para consolarme. No lo sé. Jamás comprendí bien los motivos que le impulsaron a tomarte entre sus brazos, como si fuese un ángel de la guarda, y llevarte lejos de la clínica donde te habían llevado con un hilo de vida. El carruaje paró frente al hotel donde nos hospedábamos. La noche era fría, desapacible y despiadada. Las estrellas no iluminaban el mundo, las nubes colapsaban y la lluvia lavaba las lágrimas que yo había derramado. Él me buscó, me atrajo a sus brazos y me ofreció la visión más terrible. Tuve que ver como tú volvías a la vida, pero con otro semblante y otro destino.

Te arrebató la inocencia. Aunque por algún tiempo quise creer que aún la conservabas. Intenté pensar que jamás serías como él, como yo o como cualquier otro de nuestra maldita especie. Deseé que fueses para siempre mi pequeña, mi hija. Jamás quise soltarte. Juro que jamás lo hubiese hecho. Nunca pensé dejarte atrás. Eras mi corazón y ese corazón se quebró convirtiéndose en pedazos, sombras chinescas y humo. Las lágrimas se precipitaron por mis mejillas cuando tú te perdiste de mi lado, cuando el mundo decidió castigarte y cuando lo más sagrado, esa vida que dio aquel que tanto odiabas, llegaba a su fin.

Aún creo que puedo escuchar tu risa. Puedo apreciarla con todo lujo de matices y detalles. Tu nariz se arruga, tus labios se curvan y tus ojos iluminan la estancia como si fuese un rayo de luz. Mi amor, mi pequeño ángel... mi niña.



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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt