Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 10 de abril de 2015

Mi primer amor

Él fue mi primer amor, por eso hoy le rindo tributo. A ti, Nicolas.

Lestat de Lioncourt


—¿Por qué eres así?—recuerdo su voz quebrada y sus manos temblorosas agarrándome de la solapa de mi chaqueta—. ¡Dímelo! ¡Dímelo! ¡Maldita sea! ¡Dímelo!

Jamás había amado de esa forma. Nunca tuve la fortuna de sentirme desgraciado al contemplarme en los ojos de otro. Quería limpiar todas sus lágrimas y dejarlo libre, lejos de mi desgracia y mis falsas promesas. Había recitado mil veces la misma oración, como si fuese el rezo a un Dios que todo lo puede. Juré que nos iríamos de aquel pueblo, olvidando sus tierras de labriego y las montañas que aún eran refugio de fieros lobos. Sin embargo, tan sólo era capaz de quitarle la ropa con engaños y abrir sus piernas para disfrutar del calor de su cuerpo.

Esas manos que me acariciaban, haciéndome llegar al cielo, en esos momentos se crispaban y deseaban golpearme. Sus labios, que siempre eran atentos y apasionados, se torcían mientras dejaba que las lágrimas los humedeciera. Sentí una impotencia terrible y deseé besar su boca mil veces. Quise llenar su rostro de pequeñas caricias y besos, como si fuese una imagen sagrada y yo un pobre diablo.

—¡Me juraste que nos iríamos! ¡No quiero besarte a escondidas!—gritó soltándome, para caer de rodillas al fallarle las piernas.

—Nicolas...—dije inclinándome.

Mis manos lo tocaron con cuidado, tomándolo del rostro, secando con cuidado sus lágrimas. Me arrodillé junto a él, sintiendo como el suelo crujía bajo mis rodillas, y juro que quise tener las palabras adecuadas. Sin embargo, sólo podía decirle que le amaba.

—Te amaré ahora y siempre. Yo sé que éste amor será eterno—apoyé mi frente contra la suya—. Pero si mi familia lo supiese... morirías. Mis hermanos me han ofrecido sus más dulces caricias, ya los conoces. Unas caricias que me han destrozado las costillas y dejado sin caminar correctamente durante semanas—deslicé mis dedos por sus cabellos castaños y le robé un beso.

Aquel beso fue amargo. Sin embargo, comprendí que debíamos irnos. Tenía que dejar a mi madre, absolutamente moribunda, para poder vivir. Era mi tiempo. Tendría que hablar con ella. Mi corazón se rompía en mil pedazos y Nicolas, en esos momentos, estaba a punto de marcharse de mi vida. No podía permitir que me arrebataran a la única persona, además de mi madre, que me había comprendido.



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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt