Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 27 de mayo de 2015

Él y yo

—Hoy tendremos una larga conversación—dijo apoyado en la puerta de aquel cuchitril que habíamos conseguido.

Al fin estábamos en París. Ni el olor del orín en las aceras, el hedor del mercado cuando se cerraba por los productos que no se habían vendido o el frío que habíamos pasado bajo llovizna podían borrar mi sonrisa. Sin embargo, él parecía perdido. Sus ojos hablaban de miles de sentimientos y yo no sabía leerlos. Para mí siempre había sido un enigma.

—Te he visto—susurró quitándose la camisa para arrojarla al suelo con furia—. ¡Las mirabas a todas! Pensé que dejarías de hacerlo aquí en la gran ciudad, pero ni las putas se han salvado de tus impúdicas miradas. ¡Ni ellas!

—Nicolas...—dije viendo como pasaba por mi lado propinándome un empellón, para luego arrojarse a la cama llorando.
—¡He venido a París para que tú me amargues aún más la existencia!—gritó con furia mirándome con deseos de golpearme—. Pensé que...

—Nicolas, sabes lo que siento por ti—respondí acercándome a él.

De inmediato lo tomé del rostro y lo besé como el salvaje que era. Él no negó aquel beso, pero tampoco lo siguió. Se limitó a aceptar mis caprichos como siempre. Acabé de desnudar su cuerpo para acariciar su delicada silueta. Tenía las costillas marcadas, pues era extremadamente delgado, y su cadera sobresalía ligeramente en una pose demasiado erótica.


Él abrió sus piernas y permitió que “conversáramos” de la forma más habitual. Su cuerpo era mío y su alma también me pertenecía. Era un amor déspota donde no podía hacer nada por salvarse. Su corazón estaba destrozado porque sabía que yo jamás sería fiel, pero aceptaría cualquier muestra por mi parte de quedarme a su lado.

Lestat de Lioncourt   

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