Recuerdo tu hocico húmedo tocando mi
rostro. Hace mucho tiempo que no nos vemos. No somos compañeros
eternos, jamás lo fuimos. Nada es eterno, aunque en mi pecho llevo
cada uno de tus ladridos y esos ojos oscuros que me vigilaban con
tanta atención. Decidí darte la vida que te negaron y te ofrecí mi
amor, del mismo modo que tú me ofreciste cada recuerdo y momento
como si fuese único. Te convertiste en un tesoro que jamás voy a
olvidar, vender o devaluar.
Siempre he admirado la belleza de la
naturaleza. En el Jardín Salvaje existen miles de historias por
descubrir y flores maravillosas que surgen desde la tierra, germinan
con gran colorido y se convierten en buena parte de mis recuerdos en
éste camino. Los animales son importantes para el mundo. Gracias a
la evolución y compañerismo que hemos tenido con ellos, labrando
amistades férreas, hemos logrado grandes proezas. El hombre no sería
nada sin los animales de labriego, los de transporte, los fieros
perros que custodiaban el hogar o los felinos que elegantemente se
convirtieron en dioses en diversos pueblos de ésta gran tribu.
Podemos contemplar pinturas muy antiguas de animales salvajes, pero
también de otros que hemos considerado parte de nuestra familia.
Cuando era un muchacho tenía una
camada de perros que me ayudaban a llevar alimento a la mesa. Cazaba
en el bosque cercano al castillo, pues eran tierras de mi familia y
teníamos la posibilidad de subsistir gracias a mi puntería y sus
fieras fauces. Esas mismas fauces que jamás se mostraron en mi
contra. Recuerdo bien sus ojos bondadosos y el calor que desprendían
en mi cama. Del mismo modo que puedo escuchar aún los cascos de mi
caballo galopando casi salvaje, persiguiendo mis propios sueños y
fantasmas.
Ahora, frente a éste pequeño hueco en
el mundo, observo el lugar donde yacen tus huesos. Has tenido una
vida buena, has sido padre, y has conocido el amor. Me alegro haberte
hallado en aquellos terribles días, pues hiciste que el infierno
fuese agradable. Sólo espero que tus viejos sueños se cumplieran,
igual que he logrado conseguir alguno de los míos. Te has llevado
contigo muchos secretos. Creo que jamás he podido regresar todo lo
que has hecho por mí, pero me conformo con que tu alma esté
descansando más allá de éste pequeño montículo.
Tu amigo por siempre,
Lestat de Lioncourt
No hay comentarios:
Publicar un comentario