Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 26 de junio de 2015

El relicario

—¿Por qué?—preguntó de improvisto entrando en la habitación.

Había estado inmerso en mis propias dudas y temores. Amel y yo conversábamos en silencio. Dialogábamos observando viejas cartas que Eleni me había hecho llegar. Eran cartas de mi puño y letra. Me interesaba reiteradamente por aquel violinista que lo fue todo para mí, mi viejo amigo de desgracias y mi amante desafortunado que abandoné en París. Aún me siento culpable, pues es una cruz que siempre llevaré tatuada a fuego en mi alma y la cargaré hasta el último de mis días. Sin embargo, el apareció con el rostro bañado en lágrimas, manchando así su elegante blanca camisa de puños de encaje.

—Porque soy un demonio, un maldito demonio y disfruto torturándote—respondí con rotundo sarcasmo; sin embargo, y esto puedo asegurarlo por la vieja tumba de mi padre, no sabía qué me estaba recriminando.

—Bastardo...—siseó aproximándose a una de las estanterías, para empezar a arrojarme todos los pesados volúmenes que había logrado apilar con afanoso tesón.

—¡Para!—grité incorporándome, mientras esquivaba “Sueño de una noche de verano”—. ¡Sé puede saber qué demonios ocurre!

—¡Todo! ¡Todo ocurre!—dijo golpeándome el torso—. Todo... —susurró sin fuelle, permitiendo que lo abrazara.

Noté entonces que en sus manos había un viejo relicario. Reconocí de inmediato a su propietaria. Era una de las pertenencias de Claudia. Había decidido que todas esas reliquias se las quedase Talamasca. No quería que él tuviese que revivir ese terrible momento una y otra vez. Jamás se lo perdonaría. Nunca aceptaría ese terrible momento de angustia y desesperación.

—Estaba en mi cama... tú lo dejaste allí... admítelo... ¡Te gusta hacerme sufrir!—gritó intentando separarse de mí.

—Yo no fui—susurré.

—Seguro que fue ella. Fue ella, hermoso. Fue tu hija hermosa. Fue la hermosa niña muerta que tú recuperaste de entre las ánimas por la fuerza de tus palabras—murmuró Amel—. Fue ella—repitió—. Díselo... Dile la verdad.

—Fui yo. Admito que fui yo. He sido un torpe, Louis—dije tomándolo del rostro—. Amor mío, pensé que sería un hermoso detalle. Creí que ya no habría dolor en los recuerdos...—él me miró sin verme, pues tenía los ojos ensangrentados por las lágrimas sanguinolentas.

—Te odio—musitó tembloroso.

—¡No has sido tú! Lestat, deberías prevenirlo... Sabes que ella es mala... —susurró mi nuevo y perenne amigo—. Oh, ya. No quieres que suceda lo de aquella vez... entiendo... Se lo dirás a Talbot.

—Louis, perdóname—susurré acariciando su rostro con la punta de mis temblorosas manos. Él notó mi nerviosismo, pues el pánico llenó mi alma de viejos demonios.

—Deshazte de esto—dijo dejándome el relicario entre las manos mientras se apartaba—. Hazlo esta misma noche.

Él se marchó dando un fuerte portazo, provocando que cayesen aún más libros de la estantería. Después suspiré apoyándome en mi escritorio observando el desastre mientras escuchaba el sutil tarareo de Amel.

—No tararees esas notas...—reconocía aquella melodía. Eran algunas de las partituras favoritas de Claudia. No quería tenerlas presente.

—Sólo te aliento a que busques a David—murmuró.


Aquella misma noche entregué a mi viejo amigo David Talbot el relicario y puse en conocimiento de todos lo que había sucedido. Los espíritus se disgregaron buscando a aquel demonio de pequeño tamaño y hermoso rostro. Si bien, de ello hace más de dos meses y no ha ocurrido nada grave. Al parecer tan sólo puede dañarnos con sus recuerdos, esos recuerdos que también poseemos nosotros llenos de dolor y amargura.


Lestat de Lioncourt   

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Lestat de Lioncourt