Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 20 de junio de 2015

Ella

Muchas veces me he preguntado qué hubiese sido de mí de haberme quedado en Auvernia. Tal vez habría terminado asimilando que mis días de juventud acababan, que debía convertirme en un hombre decente y el cazador seguiría buscando sus aventuras en el bosque y no en la taberna. Me convertiría quizás en un hombre achacado por la humedad, el frío, la miseria y la condena de mi sangre noble. Puede que no hubiese sobrevivido a la revuelta social, cultural y económica que vivió mi país. Es posible que mi vida hubiese sido, finalmente, algo deleznable.

Sin embargo, también me cuestiono si hubiese sido posible quedarme en París. Viví parte de aquella revolución. La sangre joven y fuerte se agitaba en los cafés donde la política era una tertulia que acaparaba la filosofía, música, interpretaciones teatrales, religión e incluso la vida común. Todo era política y podía convertirse en un símbolo de las nuevas ideas que se imponían a las antiguas, las que se veían sólo sustentadas por una corona que pendía de un hilo. Disfruté del pan duro y el vino amargo en las calles, gocé de escuchar a los intelectuales apoltronados en las sillas de rincones oscuros de aquellos lugares, viví la luz de la mañana clavándose en mis ojos claros y penetrando en mis huesos cansados. Escuchaba el murmullo del mercado, me inspiraba en la sonrisas descaradas de las jovencitas que me seguían el juego y disfrutaba de los besos clandestinos de Nicolas.

Quizás hubiese muerto de alguna enfermedad, de hambre o por alguna reyerta. Tal vez habría sobrevivido a todo junto a Nicolas. Puede que nos dividiéramos de forma distinta y alcanzáramos nuestras metas por otros caminos. No lo sé. Las posibilidades son miles, pero no ciertas. Lo real, lo tangible, es sin duda alguna lo que yo he vivido y que no me ha avergonzado jamás.

En estos momentos, junto a mi madre, comparto el silencio de su presencia. Ella se mueve sosegada por las salas que una vez fueron frías, lúgubres, húmedas y que veía como lápidas a sus sueños. Sin embargo, ella estaba allí observándolo todo. Eran mis raíces, pero no las suyas. Me preguntaba si ella había regresado a Italia con algún motivo, el cual podía guardar por siempre celosamente, similar a los míos aquí. Ella viajó por todo el mundo con mi abuelo, tuvo una esmerada educación y finalmente se vio presa de un matrimonio por conveniencia. Ella poseía el dinero y la cultura, mi padre tierras empobrecidas y un título.

Recuerdo a mis hermanos. Los he estado recordando todo este tiempo. Viktor, mi hijo, me recuerda a ellos y a mí. Veo en él la ilusión y la fuerza que una vez tuvo mi juventud, la cual aún conservo como algo más que un mero recuerdo. Me pregunto si mi madre puede ver en él mi reflejo, el cual me llenaba de orgullo, como algo más que unos meros rasgos genéticos. No he querido preguntárselo por miedo al silencio.

Prefiero observarla como si fuese un animal salvaje. Camina de una forma que no he visto a ninguna otra mujer. Tiene una fuerza superior a la de un hombre cuando pisa, pero con un erotismo que pocas mujeres han podido dominar. Es fiera y elegante. Tiene algo que yo no tendré y es el misterio, una historia que no quiere contar y que tan sólo sé trozos como si fuesen una ópera inacabada. Aún así, me encanta. Amo recordar nuestras conversaciones, así como enloquezco cuando ella vuelve a mi lado y decide abrirse a mí.

Mi madre es única, pero supongo que todos opinan lo mismo de las suyas. ¿No es así? ¡Qué se yo! Simplemente la amo.




Lestat de Lioncourt 

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Lestat de Lioncourt