Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 20 de junio de 2015

Los deseos de un príncipe hacia su hermano.

Estaba frente a mí con su rostro de líneas suaves. Aún no poseía el semblante maduro que le hubiese dado la edad. Tenía todavía los ojos llenos de una esperanza que parecía exótica en un mundo como el nuestro, donde se cosecha miseria y condena. Somos seres que hemos sobrevivido a la muerte y conocemos íntimamente el crimen y la soberbia. Deseamos la inmortalidad mucho más que los grandes artistas, los ególatras dirigentes y los empresarios que amasan fortuna creyendo que el dinero podrá comprar la eternidad.

Su aspecto era elegante, pero no sofisticado. Poseía una elegancia que había aprendido con el paso de los años, imitando quizás a su tutor y a los grandes hombres de otras épocas. El traje era a medida y su camisa de algodón blanco realzaba su largo cuello, pues no había corbata rodeándolo. Sus manos, largas y finas, tenía las uñas cuidadas y descansaban sobre los brazos del sillón. Sí, era el señorito Blackwood.

Quinn poseía una belleza muy atractiva. Sus casi veinte años le ofrecían una imagen soberbia, idílica y atractiva. Podía ver en él lo mejor de un hombre y un niño. Sentía curiosidad y deseos, poseía una pasión desatada y se mantenía con una serenidad medida. Era hermoso. Poesía riquezas, una historia, experiencia, poder, juventud eterna y un corazón noble que había logrado enternecer al mío.

Allí, sentado en aquel sillón, lo contemplé durante varios minutos. Teníamos muchas cosas que contarnos. Había motivos para conversar como aquella primera vez. Debía pedirle, o más exigirle, que me contara la verdad sobre sus años lejos de mí. Me había perdido por las selvas, cruzado desiertos, vivido entre escombros y grandes edificios del más arrebatador lujo; pero él ¿qué había hecho? No se había puesto en contacto con mis abogados. Ni siquiera Maharet me había informado de sus pasos tras marchase para investigar en su gran biblioteca. Durante meses temí por su vida, lloré por él y por su compañera. Sin embargo, ella no estaba allí. Mona no se encontraba a su lado mirándome inquisitiva y seductora. Sólo estaba él. Había entrado en la sala principal del castillo, tomado asiento y esperado con calma a que yo apareciera.

¿Dónde quedó su pasión? Ni siquiera se movió para estrecharme y llorar en mis brazos, como hubiese hecho el muchacho que yo conocí tan íntimamente. No. Él se comportaba como aquel viejo fantasma que tantos malos momentos me hizo pasar. Un ser que todavía, a día de hoy, extraño. Julien fue un enemigo mordaz, pero necesario. Comprendí que la vida no es tan placentera y que uno puede encontrar trabas en su camino al éxito, el amor o los negocios. Con su historia comprendí que debía vivir más, buscar más y marcharme de New Orleans buscando mis raíces; igual que él hizo cuando se encontró con la maldad frente a frente. ¿Y no era Quinn un descendiente suyo? Lo era. Era descendiente de aquel hombre de ojos azules, como los suyos, y de cabello canoso que una vez fue similar al que poseía mi joven amigo. Sin embargo, pronto me percaté que mi hermano, mi amigo, mi compañero y mi pupilo por unas semanas no estaba allí.

Mi deseo era tan terrible que lo había imaginado. Imaginé su presencia como si fuese una vieja fotografía en un lugar en el cual jamás fue tomada. Apreté los puños y deseé no llorar, pero mis lágrimas aparecieron manchando mis mejillas.

—Desahógate, lo necesitas—escuché la voz de Amel como si me susurrara al oído, aunque él estaba en mi interior—. Hazlo, pues sé lo que sientes por esos muchachos.

—¿Está vivo o está muerto?—al fin le hice aquella conmovedora pregunta, pero él guardó silencio—. Quien calla otorga—dije apretando los dientes.

—Hay vampiros que se enteraron cuya conexión no es tan fuerte, recuerda que él es joven. Es más fácil dar con los más cercanos a la reina, que con aquellos que están más alejados de mi línea de sangre—explicó—. El tiempo lo dirá.


—Más vale que esté vivo...


Lestat de Lioncourt  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt