Emisión número 3 de La voz de la Tribu, programa de radio de Benjamín con diversos colaboradores como David Talbot, Daniel Molloy, Sybelle y Antoine. Hoy el invitado especial es Viktor.
Lestat de Lioncourt
La noche no era apacible. Fuera la
lluvia salpicaba la ciudad con cierta violencia. El viento silbaba
entre las copas de los árboles. El estudio parecía una pequeña
cueva. Las cortinas color borgoña estaban cerradas y había un
silencio sepulcral. Todos estaban situados en sus lugares de trabajo.
Antoine estaba colocado junto al piano
y Sybelle estaba acariciando con cuidado las teclas. Ambos vestían
trajes de noche, típicos de fiestas para noctámbulos, de color
negro. Ella llevaba unas hermosas perlas blancas alrededor de su
cuello y el escote de su vestido era generoso. Por el contrario,
Antoine, no llevaba joya alguna salvo un anillo de plata en su mano
derecha. En el estudio de grabación se encontraba Daniel. Sus ojos
violetas se ocultaban ligeramente tras su flequillo rubio. La ropa
del desgarbado periodista, delgado y joven para siempre, era cómoda.
Tan sólo llevaba unos jeans oscuros, unas deportivas blancas y una
camiseta de mangas largas de algodón blanco. Benjamín revisaba los
micrófonos y comenzaba a interactuar en las diversas redes sociales
vinculadas con la radio. David tomaba asiento a su lado con el rostro
serio, aunque sereno. Ambos llevaban trajes hechos a medida. Eran
trajes oscuros, con camisas blancas impolutas y unas corbatas de seda
elegidas por Armand días atrás. La corbata de Benjamín era roja en
tono cereza, muy llamativa, pero la de David era plateada.
La puerta del estudio se abrió y entró
una figura esbelta, con una musculatura ligeramente marcada, y unos
imponentes ojos azules. Su cabellera leonina, salvaje y dorada, caía
sobre el ligero suéter beige. Los pantalones de vestir negro y los
lustrosos mocasines le daban un aire mucho más formal, marcado y
elegante que el que podía llegar a tener su padre. Él era Viktor.
Había sido invitado a incorporarse a la tertulia de aquella noche.
Tenía mucho que contar, pero también había cosas que había
decidido silenciar para siempre. No sabía a qué se atenía. Sólo
quería dejar constancia de su existencia, su disposición frente al
resto de vampiros y su necesidad de comprender aún más el mundo que
siempre le había cobijado. Su forma de andar era similar a la de su
padre, Lestat, pues pisaba con cierta elegancia y soberbia.
—Empezamos en breve—confirmó
Benjamín mientras manipulaba su iPhone.
—No hay problema—respondió el
joven con una educada sonrisa. Era cortés, su voz tenía un timbre
parecido al de su padre y David no dejaba de contemplarlo como una
auténtica proeza. Aquel muchacho era el hijo de Lestat. Habían
pasado dos años y todavía no era capaz de asumir ese hecho. Era
imposible que aquello hubiese ocurrido, pero sucedió y generó una
esperanza en cientos de vampiros que se creían marchitos, muertos y
olvidados por la vida.
Benjamín terminó de teclear en su
móvil, lo dejó a un lado y conectó todos los micrófonos en un
abrir y cerrar de ojos. Sonrió antes de pronunciar las primeras
palabras, las cuales dio paso la melodía sutil del violín y la
pasión del piano.
—Bienvenidos una vez más a La Voz de
la Tribu—dijo apoyando sus manos en el borde de la mesa—. Hoy les
traemos nuevas noticias, interesantes relatos y una conversación que
espero que sea de su interés—explicó acomodando un poco mejor la
altura de su silla, pues se sentía demasiado bajo pese a que sus
pies colgaban en el aire. Era bajito, menudo y siempre sería un
niño. Pero su voz, su actitud y su forma de expresarse eran las de
un hombre adulto—. De la mano de David Talbot, alguien conocido y
admirado por todos nosotros, llevaremos una entrevista a nuestro
nuevo compañero Viktor de Lioncourt. ¿Puedo decir que eres de
Lioncourt o prefieres el apellido de tu madre?—preguntó arqueando
ligeramente sus cejas, aunque con el sombrero a penas se podían ver
sus ojos tan vivos como profundos.
—Viktor, tan sólo Viktor—se animó
a decir—. Gracias por haberme invitado a reunirme con ustedes. No
suelo perderme sus programas y sé que mi padre estará escuchándonos
hoy. Doy las gracias a todos y cada uno de los que nos están
escuchando por estar ahí tras las ondas, aunque es algo extraño que
un vampiro decida hablar abiertamente de éste modo. Sin embargo, ya
se está haciendo habitual y necesario. Como dijo mi padre, Lestat,
hay que unirse y creo que este medio nos puede unir. Así que doy las
buenas noches a todos los que nos están escuchando y de nuevo, como
no, gracias a ti y a David Talbot por permitir que esté aquí—aquel
pequeño discurso dejaba claro que los genes del Príncipe Malcriado,
el Príncipe de todos los vampiros, estaban presentes en él.
Aquel muchacho sabía hablar y se
expresaba con total naturalidad. No se sentía cohibido ni parecía
un animal acorralado, como ocurrió con Antoine. Talbot recordó
entonces la forma de hablar de Lestat, tan persuasiva y directa, y
acabó riendo bajo pese a que intentaba mantener las formas.
—Bienvenido. Es un honor poder
entrevistar al hijo de un buen amigo—comentó David—. Aunque para
ti Fareed también es tu padre.
—Sí, él logró que mi madre quedase
embarazada ¿no? Además, él procuró que mi educación fuese
esmerada—respondió con una sonrisa llena de orgullo—. Tengo dos
buenos padres, dos grandes ejemplos de superación y testarudez.
Ellos son imparables, aunque cada uno a su modo. Fareed jamás se da
por vencido en sus investigaciones y Lestat, mi padre biológico, es
todo un héroe para todos nosotros, aunque él se considera tan sólo
como un hombre de acción. Creo que todavía se cree el título de
James Bond de los vampiro... ¡Qué demonios! Se lo merece, pese a
que creo que tú tienes un concepto distinto de sus aventuras, ¿no
es así David?—ambos, tanto Benjamín como David, se miraron
sorprendido por el desparpajo que mostraba.
Daniel reía en la cabina mientras se
ocupaba de grabar el programa y captaba cada expresión en su
libreta. Él redactaría todo lo que allí ocurría. No quería
perder detalle alguno. Disfrutaba de cada mueca, guiño cómplice o
miradas amables. Antoine se retorcía sobre sí mismo, sus cabellos
negros caían sobre su rostro ligeramente aniñado y rozaba sus
carnosos labios. Sybelle tocaba con pasión, ascendía y descendía,
mientras que la música de ambos se mezclaba en una orgía de un
sonido nítido y especial.
—Tienes una forma de ser muy similar
a Lestat—explicó David—. Pues eres atrevido y parece que no te
arriesgas a guardar silencio.
—Me gusta expresarme, pues sé que
hay que demostrar lo que uno realmente siente. Si no vas a demostrar
tus sentimientos, ¿para qué tenerlos?—dijo.
—¿Alguna vez, en estos dos años,
has sentido que te has equivocado al elegir ser un vampiro?—intervino
Benjamín.
—No. ¿Y tú? Tú eras más joven.
¿No te hubiese gustado crecer un poco más? Armand tenía muchos
planes para ti—respondió con sinceridad—. ¿Y David? ¿Se lo ha
planteado? Ha tenido que ver morir a personas que amaba, despedir a
viejos compañeros y ver a su orden convertirse en un auténtico
desastre por culpa de esos malvados impostores que se hicieron pasar
por los Ancianos—negó ligeramente y pasó sus manos por sus
cabellos, echándolos hacia atrás—. Ah... No. No me lo he
planteado. Sólo hace dos años, ¿no? Todavía no sé siquiera lo
que significa ser un mutante que camina entre el bien y el mal. Tengo
a Rose a mi lado, a mi padre, mi madre, mi tutor y a mi amable Seth
instruyéndome aún. Incluso he podido conversar largas horas con
Marius, Pandora y otros milenarios. Ha sido un placer estar entre
todos ustedes, ¿por qué debía pensar que me he equivocado? ¿Quizás
porque no tengo unos hijos hermosos correteando por ahí? Sí, sé
que Rose, e incluso mi padre, pensó en mi vida mortal y nuestro
futuro. Sin embargo, es una cosa que tenía clara desde que era un
niño.
Era tan sólo un niño cuando supo la
verdad. Jamás se la ocultaron. Siempre comprendió que había seres
inmortales que caminaban únicamente bajo la luz de las farolas,
jamás bajo la luz del sol. Eran seres imponentes o todavía jóvenes.
La mayoría eran científicos que desarrollaban vacunas, buscaban la
verdad y contemplaban en sus microscopios la evolución genética de
todos ellos. Vivió entre informes, tubos de ensayo y rostros
pálidos.
Su madre había sido convertida cuando
tenía diez años. Vio un cambio en su semblante, pero no en el amor
que desprendía hacia él. Un amor que le hizo explicarle quien era
su padre, el motivo por el cual estaba vivo y porqué tenía que ser
un joven bien educado. Aceptó todo lo que le impusieron, aunque a
veces lo hizo a regañadientes, y se convirtió en un discípulo
idóneo para Fareed y Seth.
—Tu madre fue convertida cuando aún
eras muy pequeño, ¿qué sentiste cuando ella dejó de ser
mortal?—preguntó David.
—Deseaba crecer para ser como ella.
Quería unirme a ella. Es un deseo que aún albergo. No quiero
separarme de mi madre y de la vida que he llevado. No sé si termine
siendo un científico o tan sólo alguien que ame escuchar las
historias de otros. También podría crear mis propias aventuras,
pero de momento me conformo con estudiar y comprender—explicó con
un tono pausado y con una sonrisa envidiable en sus labios. Era igual
que Lestat.
Fuera, en las distintas ciudades, la
retransmisión llegaba a los hogares de mortales, inmortales y toda
clases de seres. Algunos tomaban aquello como un programa de radio
cargado de mitos y literatura fantástica, pero otros sabían que
aquello era cierto. Las criaturas que hablaban eran vampiros,
hermanos o simplemente seres longevos como ellos.
—¿Crees que extrañarás algo de ser
humano?—preguntó Benjamín—. Yo extraño ciertas comidas, pero
me conformo con tener un pequeño restaurante y poder ver como otros
disfrutan de los manjares que son servidos—explicó.
—Tal vez no extrañaré el sol, pues
he vivido muchas veces en plena oscuridad. Sin embargo, detesto los
sitios cerrados. Todavía los odio. Detesto que llegue el día porque
debo recluirme—era una fobia a la cual se enfrentaba cada noche.
Sin embargo, había logrado encontrar un lugar amplio donde quedar a
oscuras y sin miedo a estar en un espacio reducido.
—No serás como Armand que ama los
ataúdes—rió bajo Benjamín mientras lo miraba de reojo.
Armand estaba cazando aquella noche. Se
encontraba de un lugar a otro caminando con las manos en los
bolsillos y el corazón lleno de sentimientos confusos. Deseaba estar
a solas, pero aún así se había llevado su móvil para escuchar la
radio desde la aplicación.
—¿Cuál es el inmortal que más te
ha impactado? De los que has ido conociendo últimamente, por
supuesto—intervino nuevamente David Talbot.
—Mi padre. Lestat es realmente
impresionante. Ha demostrado que realmente le importo, aunque Fareed
y Seth pensaban que iba molestarse. Louis también me ha demostrado
que se puede dialogar con él, conversar hasta la saciedad de
distintas preocupaciones, y me ha intentado aconsejar de la mejor
forma que sabe—explicó frunciendo ligeramente el ceño—. Rhosh
es el que menos me ha agradado. Supongo que es porque él provocó
que Benedict me secuestrara, pese a que entiendo que la voz le había
ordenado hacerlo...
—¿Qué sientes al saber que tu padre
y Amel son uno? O mejor dicho, ocupan el mismo cuerpo—preguntó
Benjamín.
—Fascinación, temor, curiosidad y
respeto. Comprendo que Amel quiere sentir y sufría, pero temo que
llegue un día que lo que mi padre le da no sea suficiente. Respeto
las decisiones que ambos toman, pues me parecen acertadas, pero
siento que la paz jamás es completa—comentó tras meditar la
pregunta y su correspondiente respuesta.
—Creo que podemos dar por finalizada
la entrevista, a menos que quieras preguntar algo más—dijo
Benjamín a David, el cual negó ligeramente con la cabeza.
—Es todo por el momento, pues podemos
llamarte de nuevo para que estés con nosotros en otra
ocasión—explicó David—. Ha sido un placer estar contigo.
—Para mí siempre es un placer estar
a tu lado, David. Has cuidado muchas veces de mi padre y eso te hace
ser querido y admirado por mí, por Rose y por todos los que le
queremos—respondió con una sonrisa amable, muy hermosa y
tranquila.
—Muchas gracias, Viktor. Si lo deseas
puedes quedarte a escuchar las noticias que tenemos para quienes
están escuchándonos. Pues la tribu tiene que saber que Lestat dará
a conocer en breve un libro de comportamiento para vampiros. Según
él los vampiros jóvenes han perdido el estilo y el carisma de
antaño, por eso deben comenzar a tener una guía de etiqueta para
las diversas situaciones—David sonreía mientras hablaba, pues le
parecía una idea descabellada aunque interesante—. También debo
informar que las reformas en el viejo santuario de Maharet siguen con
buen ritmo. Pronto podremos decir que todo ha quedado restaurado.
—¡Son excelentes noticias! ¿Han
escuchado? Quizás podamos hablarles de la recuperación de lo que
fue un símbolo para todos nosotros—expresó Benjamín—. ¿Y los
documentos?
—Algunos estaban de forma online, así
que ha sido fácil recuperarlos. Los más antiguos ha sido imposible,
aunque algunos habían sido copiados a mano por mí o por otros
vampiros, los cuales se han ido poniendo en contacto con nosotros—era
un alivio para David decir aquello, pese a saber que muchos habían
desaparecido.
—¿Alguna noticia más?—preguntó
Benjamín acomodándose el sombrero y echándose hacia delante.
—Sí, Daniel subió hoy un texto
sobre la manipulación del mundo mortal—explicó—. Pueden leerlo
en nuestra página web. Sin embargo, también les recomendamos el que
subirá la próxima semana. Por supuesto, no olviden que la
retransmisión de éste programa se hará por medio escrito en las
próximas horas. Todo gracias a Daniel.
—Sí, Daniel está haciendo un gran
trabajo—intervino Viktor—. ¡A mí me encanta!
David se echó a reír mientras que
Daniel se sonrojaba mientras redactaba aquellas últimas palabras y
acciones.
—El próximo invitado será
Armand—pronunció el nombre con cariño, aunque habían discutido
horas antes. Siempre discutían. Armand quería lo mejor para él,
deseaba controlar sus pasos, y él se sentía preparado para no ser
apoyado ni vigilado de ese modo—. Hasta la próxima semana. ¡Nos
vemos! ¡Recuerden que somos tribu!
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