Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 14 de junio de 2015

Emisión 3 - La voz de la Tribu

Emisión número 3 de La voz de la Tribu, programa de radio de Benjamín con diversos colaboradores como David Talbot, Daniel Molloy, Sybelle y Antoine. Hoy el invitado especial es Viktor. 

Lestat de Lioncourt


La noche no era apacible. Fuera la lluvia salpicaba la ciudad con cierta violencia. El viento silbaba entre las copas de los árboles. El estudio parecía una pequeña cueva. Las cortinas color borgoña estaban cerradas y había un silencio sepulcral. Todos estaban situados en sus lugares de trabajo.

Antoine estaba colocado junto al piano y Sybelle estaba acariciando con cuidado las teclas. Ambos vestían trajes de noche, típicos de fiestas para noctámbulos, de color negro. Ella llevaba unas hermosas perlas blancas alrededor de su cuello y el escote de su vestido era generoso. Por el contrario, Antoine, no llevaba joya alguna salvo un anillo de plata en su mano derecha. En el estudio de grabación se encontraba Daniel. Sus ojos violetas se ocultaban ligeramente tras su flequillo rubio. La ropa del desgarbado periodista, delgado y joven para siempre, era cómoda. Tan sólo llevaba unos jeans oscuros, unas deportivas blancas y una camiseta de mangas largas de algodón blanco. Benjamín revisaba los micrófonos y comenzaba a interactuar en las diversas redes sociales vinculadas con la radio. David tomaba asiento a su lado con el rostro serio, aunque sereno. Ambos llevaban trajes hechos a medida. Eran trajes oscuros, con camisas blancas impolutas y unas corbatas de seda elegidas por Armand días atrás. La corbata de Benjamín era roja en tono cereza, muy llamativa, pero la de David era plateada.

La puerta del estudio se abrió y entró una figura esbelta, con una musculatura ligeramente marcada, y unos imponentes ojos azules. Su cabellera leonina, salvaje y dorada, caía sobre el ligero suéter beige. Los pantalones de vestir negro y los lustrosos mocasines le daban un aire mucho más formal, marcado y elegante que el que podía llegar a tener su padre. Él era Viktor. Había sido invitado a incorporarse a la tertulia de aquella noche. Tenía mucho que contar, pero también había cosas que había decidido silenciar para siempre. No sabía a qué se atenía. Sólo quería dejar constancia de su existencia, su disposición frente al resto de vampiros y su necesidad de comprender aún más el mundo que siempre le había cobijado. Su forma de andar era similar a la de su padre, Lestat, pues pisaba con cierta elegancia y soberbia.

—Empezamos en breve—confirmó Benjamín mientras manipulaba su iPhone.

—No hay problema—respondió el joven con una educada sonrisa. Era cortés, su voz tenía un timbre parecido al de su padre y David no dejaba de contemplarlo como una auténtica proeza. Aquel muchacho era el hijo de Lestat. Habían pasado dos años y todavía no era capaz de asumir ese hecho. Era imposible que aquello hubiese ocurrido, pero sucedió y generó una esperanza en cientos de vampiros que se creían marchitos, muertos y olvidados por la vida.

Benjamín terminó de teclear en su móvil, lo dejó a un lado y conectó todos los micrófonos en un abrir y cerrar de ojos. Sonrió antes de pronunciar las primeras palabras, las cuales dio paso la melodía sutil del violín y la pasión del piano.

—Bienvenidos una vez más a La Voz de la Tribu—dijo apoyando sus manos en el borde de la mesa—. Hoy les traemos nuevas noticias, interesantes relatos y una conversación que espero que sea de su interés—explicó acomodando un poco mejor la altura de su silla, pues se sentía demasiado bajo pese a que sus pies colgaban en el aire. Era bajito, menudo y siempre sería un niño. Pero su voz, su actitud y su forma de expresarse eran las de un hombre adulto—. De la mano de David Talbot, alguien conocido y admirado por todos nosotros, llevaremos una entrevista a nuestro nuevo compañero Viktor de Lioncourt. ¿Puedo decir que eres de Lioncourt o prefieres el apellido de tu madre?—preguntó arqueando ligeramente sus cejas, aunque con el sombrero a penas se podían ver sus ojos tan vivos como profundos.

—Viktor, tan sólo Viktor—se animó a decir—. Gracias por haberme invitado a reunirme con ustedes. No suelo perderme sus programas y sé que mi padre estará escuchándonos hoy. Doy las gracias a todos y cada uno de los que nos están escuchando por estar ahí tras las ondas, aunque es algo extraño que un vampiro decida hablar abiertamente de éste modo. Sin embargo, ya se está haciendo habitual y necesario. Como dijo mi padre, Lestat, hay que unirse y creo que este medio nos puede unir. Así que doy las buenas noches a todos los que nos están escuchando y de nuevo, como no, gracias a ti y a David Talbot por permitir que esté aquí—aquel pequeño discurso dejaba claro que los genes del Príncipe Malcriado, el Príncipe de todos los vampiros, estaban presentes en él.

Aquel muchacho sabía hablar y se expresaba con total naturalidad. No se sentía cohibido ni parecía un animal acorralado, como ocurrió con Antoine. Talbot recordó entonces la forma de hablar de Lestat, tan persuasiva y directa, y acabó riendo bajo pese a que intentaba mantener las formas.

—Bienvenido. Es un honor poder entrevistar al hijo de un buen amigo—comentó David—. Aunque para ti Fareed también es tu padre.

—Sí, él logró que mi madre quedase embarazada ¿no? Además, él procuró que mi educación fuese esmerada—respondió con una sonrisa llena de orgullo—. Tengo dos buenos padres, dos grandes ejemplos de superación y testarudez. Ellos son imparables, aunque cada uno a su modo. Fareed jamás se da por vencido en sus investigaciones y Lestat, mi padre biológico, es todo un héroe para todos nosotros, aunque él se considera tan sólo como un hombre de acción. Creo que todavía se cree el título de James Bond de los vampiro... ¡Qué demonios! Se lo merece, pese a que creo que tú tienes un concepto distinto de sus aventuras, ¿no es así David?—ambos, tanto Benjamín como David, se miraron sorprendido por el desparpajo que mostraba.

Daniel reía en la cabina mientras se ocupaba de grabar el programa y captaba cada expresión en su libreta. Él redactaría todo lo que allí ocurría. No quería perder detalle alguno. Disfrutaba de cada mueca, guiño cómplice o miradas amables. Antoine se retorcía sobre sí mismo, sus cabellos negros caían sobre su rostro ligeramente aniñado y rozaba sus carnosos labios. Sybelle tocaba con pasión, ascendía y descendía, mientras que la música de ambos se mezclaba en una orgía de un sonido nítido y especial.

—Tienes una forma de ser muy similar a Lestat—explicó David—. Pues eres atrevido y parece que no te arriesgas a guardar silencio.

—Me gusta expresarme, pues sé que hay que demostrar lo que uno realmente siente. Si no vas a demostrar tus sentimientos, ¿para qué tenerlos?—dijo.

—¿Alguna vez, en estos dos años, has sentido que te has equivocado al elegir ser un vampiro?—intervino Benjamín.

—No. ¿Y tú? Tú eras más joven. ¿No te hubiese gustado crecer un poco más? Armand tenía muchos planes para ti—respondió con sinceridad—. ¿Y David? ¿Se lo ha planteado? Ha tenido que ver morir a personas que amaba, despedir a viejos compañeros y ver a su orden convertirse en un auténtico desastre por culpa de esos malvados impostores que se hicieron pasar por los Ancianos—negó ligeramente y pasó sus manos por sus cabellos, echándolos hacia atrás—. Ah... No. No me lo he planteado. Sólo hace dos años, ¿no? Todavía no sé siquiera lo que significa ser un mutante que camina entre el bien y el mal. Tengo a Rose a mi lado, a mi padre, mi madre, mi tutor y a mi amable Seth instruyéndome aún. Incluso he podido conversar largas horas con Marius, Pandora y otros milenarios. Ha sido un placer estar entre todos ustedes, ¿por qué debía pensar que me he equivocado? ¿Quizás porque no tengo unos hijos hermosos correteando por ahí? Sí, sé que Rose, e incluso mi padre, pensó en mi vida mortal y nuestro futuro. Sin embargo, es una cosa que tenía clara desde que era un niño.

Era tan sólo un niño cuando supo la verdad. Jamás se la ocultaron. Siempre comprendió que había seres inmortales que caminaban únicamente bajo la luz de las farolas, jamás bajo la luz del sol. Eran seres imponentes o todavía jóvenes. La mayoría eran científicos que desarrollaban vacunas, buscaban la verdad y contemplaban en sus microscopios la evolución genética de todos ellos. Vivió entre informes, tubos de ensayo y rostros pálidos.

Su madre había sido convertida cuando tenía diez años. Vio un cambio en su semblante, pero no en el amor que desprendía hacia él. Un amor que le hizo explicarle quien era su padre, el motivo por el cual estaba vivo y porqué tenía que ser un joven bien educado. Aceptó todo lo que le impusieron, aunque a veces lo hizo a regañadientes, y se convirtió en un discípulo idóneo para Fareed y Seth.

—Tu madre fue convertida cuando aún eras muy pequeño, ¿qué sentiste cuando ella dejó de ser mortal?—preguntó David.

—Deseaba crecer para ser como ella. Quería unirme a ella. Es un deseo que aún albergo. No quiero separarme de mi madre y de la vida que he llevado. No sé si termine siendo un científico o tan sólo alguien que ame escuchar las historias de otros. También podría crear mis propias aventuras, pero de momento me conformo con estudiar y comprender—explicó con un tono pausado y con una sonrisa envidiable en sus labios. Era igual que Lestat.

Fuera, en las distintas ciudades, la retransmisión llegaba a los hogares de mortales, inmortales y toda clases de seres. Algunos tomaban aquello como un programa de radio cargado de mitos y literatura fantástica, pero otros sabían que aquello era cierto. Las criaturas que hablaban eran vampiros, hermanos o simplemente seres longevos como ellos.

—¿Crees que extrañarás algo de ser humano?—preguntó Benjamín—. Yo extraño ciertas comidas, pero me conformo con tener un pequeño restaurante y poder ver como otros disfrutan de los manjares que son servidos—explicó.

—Tal vez no extrañaré el sol, pues he vivido muchas veces en plena oscuridad. Sin embargo, detesto los sitios cerrados. Todavía los odio. Detesto que llegue el día porque debo recluirme—era una fobia a la cual se enfrentaba cada noche. Sin embargo, había logrado encontrar un lugar amplio donde quedar a oscuras y sin miedo a estar en un espacio reducido.

—No serás como Armand que ama los ataúdes—rió bajo Benjamín mientras lo miraba de reojo.

Armand estaba cazando aquella noche. Se encontraba de un lugar a otro caminando con las manos en los bolsillos y el corazón lleno de sentimientos confusos. Deseaba estar a solas, pero aún así se había llevado su móvil para escuchar la radio desde la aplicación.

—¿Cuál es el inmortal que más te ha impactado? De los que has ido conociendo últimamente, por supuesto—intervino nuevamente David Talbot.

—Mi padre. Lestat es realmente impresionante. Ha demostrado que realmente le importo, aunque Fareed y Seth pensaban que iba molestarse. Louis también me ha demostrado que se puede dialogar con él, conversar hasta la saciedad de distintas preocupaciones, y me ha intentado aconsejar de la mejor forma que sabe—explicó frunciendo ligeramente el ceño—. Rhosh es el que menos me ha agradado. Supongo que es porque él provocó que Benedict me secuestrara, pese a que entiendo que la voz le había ordenado hacerlo...

—¿Qué sientes al saber que tu padre y Amel son uno? O mejor dicho, ocupan el mismo cuerpo—preguntó Benjamín.

—Fascinación, temor, curiosidad y respeto. Comprendo que Amel quiere sentir y sufría, pero temo que llegue un día que lo que mi padre le da no sea suficiente. Respeto las decisiones que ambos toman, pues me parecen acertadas, pero siento que la paz jamás es completa—comentó tras meditar la pregunta y su correspondiente respuesta.

—Creo que podemos dar por finalizada la entrevista, a menos que quieras preguntar algo más—dijo Benjamín a David, el cual negó ligeramente con la cabeza.

—Es todo por el momento, pues podemos llamarte de nuevo para que estés con nosotros en otra ocasión—explicó David—. Ha sido un placer estar contigo.

—Para mí siempre es un placer estar a tu lado, David. Has cuidado muchas veces de mi padre y eso te hace ser querido y admirado por mí, por Rose y por todos los que le queremos—respondió con una sonrisa amable, muy hermosa y tranquila.

—Muchas gracias, Viktor. Si lo deseas puedes quedarte a escuchar las noticias que tenemos para quienes están escuchándonos. Pues la tribu tiene que saber que Lestat dará a conocer en breve un libro de comportamiento para vampiros. Según él los vampiros jóvenes han perdido el estilo y el carisma de antaño, por eso deben comenzar a tener una guía de etiqueta para las diversas situaciones—David sonreía mientras hablaba, pues le parecía una idea descabellada aunque interesante—. También debo informar que las reformas en el viejo santuario de Maharet siguen con buen ritmo. Pronto podremos decir que todo ha quedado restaurado.

—¡Son excelentes noticias! ¿Han escuchado? Quizás podamos hablarles de la recuperación de lo que fue un símbolo para todos nosotros—expresó Benjamín—. ¿Y los documentos?

—Algunos estaban de forma online, así que ha sido fácil recuperarlos. Los más antiguos ha sido imposible, aunque algunos habían sido copiados a mano por mí o por otros vampiros, los cuales se han ido poniendo en contacto con nosotros—era un alivio para David decir aquello, pese a saber que muchos habían desaparecido.

—¿Alguna noticia más?—preguntó Benjamín acomodándose el sombrero y echándose hacia delante.

—Sí, Daniel subió hoy un texto sobre la manipulación del mundo mortal—explicó—. Pueden leerlo en nuestra página web. Sin embargo, también les recomendamos el que subirá la próxima semana. Por supuesto, no olviden que la retransmisión de éste programa se hará por medio escrito en las próximas horas. Todo gracias a Daniel.

—Sí, Daniel está haciendo un gran trabajo—intervino Viktor—. ¡A mí me encanta!

David se echó a reír mientras que Daniel se sonrojaba mientras redactaba aquellas últimas palabras y acciones.


—El próximo invitado será Armand—pronunció el nombre con cariño, aunque habían discutido horas antes. Siempre discutían. Armand quería lo mejor para él, deseaba controlar sus pasos, y él se sentía preparado para no ser apoyado ni vigilado de ese modo—. Hasta la próxima semana. ¡Nos vemos! ¡Recuerden que somos tribu!  

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Lestat de Lioncourt