Daniel Molloy ha vuelto a dejar un artículo de opinión e información. Pueden leerlo a continuación.
Lestat de Lioncourt
La música es algo fundamental para los
seres como nosotros. Nos sentimos completamente absorbidos por la
melodía sutil de cualquier instrumento. Dejamos que el mundo quede
atrás y los sentimientos ofrecidos en cada partitura, o estrofa de
canción, nos alimente como si fuese la propia sangre. Permitimos que
nuestro dolor se convierta en una miserable mota de polvo. Nos
desnudamos y nos mostramos tal cual somos frente a la música,
permitimos que toquen nuestras almas y nos dejamos llevar por
completo a un terreno desconocido.
Hace algunos años conocí a una joven
que era una excelsa pianista. Tenía la piel tan blanca como la leche
de almendras, unos ojos claros intensos y un cabello que parecían
hilos de oro. Sin embargo, lo más impresionante era que aquel cuerpo
tan frágil pudiese tener un alma tan fuerte. Tocaba con una pasión
incontrolable. Ella se retorcía frente al piano, se dejaba llevar y
mostraba quien era realmente. Podías ver al Ave Fenix surgiendo de
las cenizas y alzándose por la habitación llenándola de una
acalorada interpretación de cualquier pieza, mientras que ella
seguía siendo la muchacha maltratada, casi insignificante, que había
moldeado el bastardo de su hermano.
Recuerdo la melodía mientras mi mente
aún sufría ciertos estragos. Era inquietante y perfecta. Mis ojos
se cerraban y mi boca mostraba una sonrisa única, casi mágica. Creo
que desperté gracias al deseo de comprender más esa música, de
dejarme llevar por cualquier melodía que fuese llegando a mí y
finalmente, como si fuese un deseo concedido, la pude escuchar todos
los días en la radio del joven Benjamín, al cual también conozco
por fortuna.
Pero no es la única que conozco. Han
existido muchos músicos entre los nuestros. Fue un concierto el que
cambió de nuevo mi destino, mi vida, mis deseos, mis sueños, mis
miedos, mis verdades y mi dolor. Fue el concierto de Lestat, cuando
tan sólo era un joven vampiro, en el cual quedé tan aturdido y
lleno de miedos que no era capaz de ser yo mismo. Sin embargo,
Lestat, el mismo que hizo el concierto, siempre habló de los
compañeros que quedaron atrás en París en un teatro, el mismo que
incendió Louis. Y ese Louis, y no otro, me dio la llave a éste
mundo.
La música influye sobre todas las
bestias, pero sobre todo entre las bestias del alma y la sangre.
Nosotros, seres que parecemos fríos e incapaces de amar, estamos
creados para adorar el arte y no hay arte más magnífico, más
expresivo, que la música. La música nos cura y nos llena de miedos,
la música puede ser monstruo y héroe.
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