Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 20 de julio de 2015

El misterio de la vida

Este archivo es distinto. Aquí se puede ver algo del proceder que tienen los "Ancianos" de la Orden de la Talamasca. Es simple y a la vez misterioso. 

Lestat de Lioncourt

—¿Qué se supone que estamos haciendo aquí?—preguntó en un murmullo tan bajo que un mortal no podría escucharlo.

—¿Qué te parece que estamos haciendo?—respondió acomodando su corbata de seda negra.

Talbot siempre vestía impecable, como si fuese un hombre de negocios de altos vuelos. Su cabello, algo rebelde, terminaba acomodándose a una imagen impoluta. Sus desafiantes ojos oscuros y dorados eran los de un depredador buscando en mitad de la selva. Se había convertido en el animal de sus pesadillas. Era adicto a los misterios, las historias y secretos que todos ocultaban tras una imagen cuasi irreal de sí mismos. El traje azul marino, casi negro, de Armani se adaptaba perfectamente a su cuerpo y la camisa blanca, de algodón, resaltaba su piel ligeramente bronceada. No era el hombre de más de setenta años que se paseaba por esos mismos pasillos, pero sí tenía la elegancia de una esmerada educación inglesa.

—¿Robar?—dijo Molloy quedando a su altura.

—No, no vamos a robar nada—explicó.

—¿Y a qué hemos venido?—murmuró inquieto.

Era un dueto extraño. La ropa de Daniel Molloy, aquel periodista joven y delgado, era muy distante a la que tenía el viejo director de la orden. Llevaba un peto algo amplio, una camiseta sin mangas gris con un letrero publicitario de una de las discotecas de moda de Brasil. Sus cabellos rubios estaban revueltos y sus ojos grises, ligeramente violáceos, brillaban inquietos llenos de incertidumbre.

—Jesse nos está esperando—respondió.

—¿Qué? ¿Ella también está aquí?—dijo inquieto.

—Se está muriendo un viejo amigo y quiero decirle la verdad. Él te investigó a ti, posee parte de la documentación que necesitamos y deseo que comprenda que es lo que no logró tener durante estos años. Necesito que vea que es cierto lo que ha leído de mí, de Jesse e incluso de ti—giró suavemente su cabeza hacia su compañero y le sonrió—. Tómalo como tu buena obra del mes.

—No es buena idea—una tercera voz se unió a las suyas sorprendiéndoles—. Si vais a hacer algo en Talamasca, ¿por qué no nos avisáis?

Conocía a ese ser. No era un vampiro. No era humano. Era el espíritu que siguió a Amel hasta el plano en el cual se hallaban todos en ese mismo instante. Vestía un elegante traje negro, una camisa gris plateada y una corbata del mismo color que su camisa. Los cabellos los llevaba bien cortados, acomodados en un elegante peinado, aunque rozaban ligeramente sus perfectas cejas negras.

—Porque quizás no queréis ayudarnos—respondió David.

—Gregor ha muerto hace más de media hora—aquellas palabras detuvieron los pasos de David, así como los de Daniel.

Jesse Reeves apareció entonces secándose las lágrimas sanguinolentas y caminando decaída. Se aproximó hasta ellos confirmando la noticia de Gremt, el espíritu que fundó Talamasca junto al creador de Marius y su compañera. Los cuatro quedaron así juntos, en mitad del pasillo, aunque no revueltos. David sintió que su corazón latía acelerado, aunque intentaba calmarse con el perfume suave y refrescante que llevaba Jesse impregnado en su camisa.

—Si te sirve de consuelo le informé de todo lo que habéis encontrado. No olvides que yo también lo sabía—respondió con una ligera y encantadora sonrisa—. Aunque me alegro ver que sigues siendo el mismo, David.

—¿Y qué sucederá con él?—preguntó apartándose de su compañera mientras Daniel observaba todo como si fuese un cuadro, o una de esas películas que tanto le agradaban.

—Digamos que seguirá en Talamasca, pero en un grupo distinto—la sonrisa se ensanchó hasta convertirse en una pequeña carcajada—. Los buenos amigos no se van, David.

—¿Cuidaréis de él?—dijo tomando al espíritu del brazo, lo cual le parecía aún hoy irreal. Era imposible que pudiese ser tan fácil agarrarlo, sentir el latido de aquel corazón virtual y aceptar que sentía al igual que él.

—Siempre lo hemos hecho, pero ahora lo haremos con mayor cuidado—susurró inclinándose hacia Jesse, para depositar un tierno beso en su mejilla, después con un gesto simple se deshizo del agarre de David y se despidió con un ademán de Daniel—. Podéis quedaros a leer archivos si queréis—murmuró caminando por el largo pasillo hasta girar a la derecha, perdiéndose así de la vista de aquel particular trío.

Ninguno de los tres deseó quedarse, aunque sí acudieron a la habitación del anciano. Se despidieron de su cuerpo, pero no así de su alma. El fantasma de aquel hombre bueno y sabio, de un hombre lleno de virtudes, se convertiría en un gran arma para el conocimiento. Acudiría junto a otros hombres de Talamasca que decidieron quedarse en éste plano, acompañando a los vivos y a las diversas criaturas, para seguir informando y llevando la vida que una vez decidieron tener para siempre.


El misterio de Talamasca tan sólo era tal para los miembros de la orden, aunque cuando saliese a la luz el libro todo se descubriría. Muchos no lo creerían, pero la mayoría se sentiría asombrado y perdido. Era extraño para David Talbot, hombre de creencias firmes y de trato cordial, estar nuevamente en aquel lugar sintiéndose un ladrón, inmiscuyéndose en las habitaciones e intentando comprender lo que allí pasaba. Solía pasar desapercibido. Nadie reparaba en él. Sus antiguos conocidos apenas recordaban al hombre que tanto admiraron, salvo por viejas fotografías y escasos recuerdos que todavía conservaban con gran interés. Jesse Reeves había vivido menos entre aquellas salas, pero aún así sentía que su corazón latía como el de una chiquilla cuando recordaba su habitación y los numerosos informes regados sobre su escritorio. Para Molloy aquello era como una excursión escolar, algo para el recuerdo y para mostrar atención por si en algún momento podía usarlo. Él no había vivido allí, pero había conocido a personas de Talamasca durante su existencia vampírica, además tenía una curiosidad despierta sobre los asuntos que solía investigar la orden. Los tres vivieron distintas emociones que conservaron hasta llegar al vehículo que Jesse había usado para aproximarse a la sede. El resto es historia.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt