Siempre lo he dicho. El odio no merece la pena. El rencor no es recomendable. Hay que seguir adelante y dar lo mejor de uno mismo sin mirar atrás. Me alegra que Jesse siga ese camino.
Lestat de Lioncourt
Todavía no puedo aceptar su muerte. Es
imposible que tenga que tolerar su pérdida. Era inocente. Sin
embargo, he concedido el perdón que tanto cuesta a los mortales
ofrecer. Tal vez es su sangre, sus recuerdos de todas lecciones que
ella me ofreció, o quizás es porque ya no sé vivir con rencor en
mi corazón. Ni siquiera guardo rencor a quien me arrebató a mis
padres en aquel brutal accidente de tráfico, como tampoco lo guardo
a todos aquellos que me despreciaron por el simple hecho de ser
demasiado joven en un mundo competitivo y lleno de misterios que
creían que jamás comprendería.
Soy incapaz de guardar en mi corazón
odio o venganza. Sólo quiero paz. Comprendo bien los sentimientos
que poseían Khayman y Maharet. Ellos querían vivir lejos del
mundanal ruido, aceptando la naturaleza salvaje como ellos, y
ofreciendo a otros su cobijo como si fueran un ave y nosotros sus
pichones. Éramos sus hijos. Todos y cada uno de nosotros éramos
parte de su legado. Ahora ese legado parece convertido en un montón
de escombros que poco a poco van reconstruyéndose.
Cuando conocí la noticia creí que
jamás sería capaz de reponerme. Era como si me hubiese convertido
en una estatua de piedra que se quebraba por dentro. Miré a mi
alrededor y parecía haber cambiado drásticamente. De nuevo mi
destino lo habían cambiado otros tomando una decisión errónea con
motivo de una locura colectiva.
No puedo odiar a siquiera al espíritu
que estaba confinado en la hermosa, muda y absorta Mekare. Ella era
su cárcel y lo condenaba a una vida vacía. Se había convertido en
un calvario de piel, huesos y carne dura como el cemento. Tal vez
detesto sus decisiones, pero fueron tomadas por el dolor y el rencor
que ya parece haber desaparecido en él.
Ahora comprendo mejor el mundo. Sé que
él me conoce y yo lo conozco a duras penas. Amel es el espíritu que
siempre estuvo vinculado a mi familia, a su sangre, su linaje, su
verdad y por lo tanto a mí. Entiendo mejor las órdenes que me
fueron encomendadas cuando era parte de la Orden de Talamasca. Sé
que otro espíritu, no tan distinto de Amel, me ofrecía los medios
suficientes para mantenernos alerta de un posible despertar de su
viejo compañero.
El mundo de los espíritus parece más
insondable que cuando las Gemelas Pelirrojas jugaban entre los
frondosos árboles de aquel oasis en mitad del desierto. Mucho más
duro y difícil de comprender que los pasos de los pies desnudos de
aquellas dos hechiceras. Sin embargo, sonrío al pensar que ellas
están libres de toda culpa, eufóricas porque pueden volver a
mirarse una a la otra y tener como guardián para siempre, durante
toda la eternidad, al hombre que tanto las admiró y amó. Ese
bondadoso guerrero vuelve a ser parte del símbolo de mi vida, aunque
algunos lo recuerdan como el monstruo que arrasó el mundo en tan
sólo unos meses.
Si escribo estas líneas es para
recordarme que no debo odiar. Odiar es de cobardes. Guardar rencor y
odio no trae nada bueno. Mi espíritu se verá contaminado con las
flaquezas de otros. Quiero ser fuerte. Deseo ser la mujer fuerte que
apoye a David Talbot en ésta nueva etapa. Deseo ser crucial, al
igual que el resto, para mantenernos al servicio del Príncipe y de
la Talamasca. Somos más que seres muertos, pues estamos vivos. Somos
más que colmillos, sangre, horror, muerte, y oscuridad. Somos una
luz en plena penumbra que ilumina los sueños de un mundo que cree
que siempre ha estado en calma.
Soy Jesse Reeves y me siento liberada
del horror que siempre me ha rodeado. Soy una nueva mujer. Las
lágrimas ya no son parte de mi vida. Ahora sólo queda ser fuerte,
como el resto de nosotros, y anteponer el bien común al propio...
pues esa es la mayor enseñanza que me enseñó Maharet.
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