Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 21 de julio de 2015

Perdóname

Louis y yo nos sentimos muy tristes por como terminó tu existencia, Claudia. Por eso él ha dejado esto para ti. Allá donde estés...

Lestat de Lioncourt


No soy capaz de describir con certeza los sentimientos que me embargan cuando te recuerdo. Quizás debería sosegarme antes de continuar ésta carta, la cual no sé si algún día llegará a tu conocimiento. Eres sólo un fantasma y parte de mis recuerdos. El odio es el cordón umbilical que nos ata y consume. Te alimentas de mi sufrimiento y creces en suspicacia, maldad y rencor. Me detestas tanto como siempre, pero antes sólo veía el amor falso que me mostraban tus encantadores ojos claros.

¿Cuántas veces te sostuve entre mis brazos? ¿Cuántas veces permití que me acariciaras y susurraras que era tu mundo? Eras mi niña, mi pequeña, mi hija... Claudia, creía que conocía todo lo que eras. Tu pequeño cuerpo encerraba un odio y un rencor terrible, tan incomensurable como el de un gigante. Tenías una mente despierta, una inteligencia viva y un deseo insaciable de progresar más allá de los límites de tu delicado envase de muñeca. ¿Y yo era el culpable? Quizás debí matarte, pero era imposible. Jamás creí que arrebataría una vida humana, aunque estuve de arrebatarte todo. Él te dio un futuro distinto. Te ofreció una vida plena y oscura.

Hace años que no nos vemos. Todavía intento recuperar el aliento. Fue un error buscarte. Debí saber que los dos terminaríamos discutiendo. París no fue más que un espejismo. Tus besos eran veneno al igual que tus abrazos. Aún así extraño todavía escuchar tus pequeños pasos correteando hacia mí, así como tu perfume pegado a mis camisas y esa risa fresca cuando me comentabas alguna de tus pequeñas maldades.

Él se sentía orgulloso de ti y su orgullo estuvo a punto de matarlo. Yo te quería. Amaba la sensación extraña de ser tu padre. Jamás te vi como algo más. Nunca fuiste otra cosa que la pequeña criatura que debí salvar. Sin embargo, quizás es sano que te imagine como la mujer que siempre fuiste. Una mujer esbelta, de mirada dominante, hermosos cabellos dorados y cintura de avispa. Pero sobre todo debería pensar en ti como una mujer inteligente, calculadora, algo caprichosa y tenaz. Los poemas no son iguales desde que no estás, pero imagino tu voz cuando los recito.


Claudia, creciste demasiado rápido. Discúlpame por no haber sabido verlo.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt