Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 31 de julio de 2015

Odio

—He aprendido lo peor de ti. Aprecio que hayas sido tan buen maestro—decía envolviendo mi cuerpo con aquella hermosa y colorida alfombra.

Louis permanecía de pie inmóvil, impotente, con las lágrimas sanguinolentas corriendo por sus mejillas. Olía a sangre, mi sangre, y podía percibir la maldad de aquel pequeño cuerpo que me tocaba sin piedad. Sentía como me ataba, empujaba, golpeaba con la punta de sus encantadoras botitas y aspiraba su perfume tan femenino como perverso. Mi muñeca, mi hija, mi dulce ángel asesino y mi dama de muerte había asestado una jugada magistral.

No podía moverme. Me encontraba aturdido y aparentaba estar muerto. No podía hablar. Sentía mi mandíbula desencajada. Mi piel se había secado. Creo que me reduje a piel, similar a un pergamino maltrecho, pelo dorado, huesos y ropas manchadas. Estaba por decir adiós al mundo. Todo lo que había amado me estaba destrozando. No había amor en aquel pequeño y cruel corazón. Sus hermosos ojos azules tenían una mirada dura y cruel. Su pequeña boca se apretaba con rabia.

—Ayúdame, Louis—dijo tirándole una cuerda—. Ayúdame a atarlo.

Él se secó las lágrimas con los puños de encaje de su camisa. Cuando se inclinó sobre mí murmuró algo, pero estaba tan débil que no pude apreciar lo que decía. Creo que Louis tan sólo rezaba. Todavía le quedaba fe y bondad en su corazón, aunque a veces lo negaba. Era una bestia salvaje que recorría las calles sediento de sangre, pero se arrodillaba ante los altares y pedía perdón a Dios por todos sus crímenes. Siempre tan encantador y perjudicado por su fe, sus propios demonios y el recuerdo de su hermano.

Aquellos minutos me parecieron eternos. Igual que el trayecto hacia el pantano. Todo me pareció un sueño terrible. Olía las flores depositadas sobre mi cuerpo, como si realmente alguna vez me hubiese amado, así como el olor de los caballos que relinchaban tirando del carruaje. Cuando caí al pantano, en aquellas aguas llenas de fango e insectos, escuché el movimiento del caimán acercándose a mí. Creo que ahí lloré, pero también lloró Louis. Escuché sus lamentos mientras se apartaba. ¡Mi Louis lloraba por mí! Pero también lloraba por él. Lloraba porque se veía desamparado. Él jamás hubiese permitido aquello, si bien ahí estábamos en ese trágico trance entre la vida y la muerte, el odio y el amor, la desesperación y la libertad ingrata...

—Estamos huérfanos—sentenció Claudia desde la orilla.

—Lo has matado—chistó sin rabia, pero sí con tristeza.


—Admito que quizás estaba equivocada, pero no me arrepiento...

Lestat de Lioncourt   

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Lestat de Lioncourt