Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 30 de julio de 2015

Hijos de la oscuridad

Viktor y Rose son mis hijos. Yo salvé a Rose cuando era una niña, le di una esmerada educación y llegado el momento le ofrecí mi sangre. Viktor es hijo mío, sangre de mi sangre, genes de mis genes, y de una científica. Ellos son las nuevas flores que han surgido de un edén quemado.

Lestat de Lioncourt


—Todavía no puedo creer que esto haya pasado—dijo abrazándose así misma.

Su figura se vislumbraba a duras penas. La habitación estaba a oscuras y sólo las luces de la ciudad incidían sobre ella. Tenía el cabello suelto, algo desacomodado, y vestía un hermoso vestido de fiesta en color rojo pasión. Parecía una rosa salvaje en mitad de un inmenso jardín. ¿Y no era eso Rose? Una rosa de sangre del hermoso Jardín Salvaje. Su piel tenía un aspecto lozano, pues había consumido sangre hacía tan sólo una hora. Podía percibir aún el aroma de su víctima, una mujer de unos cuarenta años que ya no tenía fuerzas para vivir.

Me encontraba de pie, tras ella, con los brazos cruzados a la altura de mi torso. Mi cabello estaba algo más arremolinado que el suyo. Había estado corriendo por la ciudad tras unos asaltantes. No los maté, pero sí los dejé al borde de esa delgada línea en la cual decides que debes enmendar tus errores, revisas tus fracasos y caes en el abismo de una verdad dolorosa.

—¿Hubieses deseado haber continuado siendo humana?—pregunté con cierto temor.

—Jamás. Fue algo necesario, aunque me hubiese gustado ser madre—repuso girándose suavemente hacia mí—. ¿Nunca lo llegaste a pensar?

—Fareed podrá solucionarlo—expliqué—. No es algo que no podamos hacer.

En ese instante rompió a llorar y corrió hacia mí. Pude escuchar su llanto, pero también olerlo. Era como una pequeña lluvia salvaje que provoca la extraña sensación que algo se rompe. Sin embargo, me tomó del rostro y besó mis labios logrando que olvidara el dolor, el miedo, la preocupación y el llanto. Ella acabó aferrada a mí con firmeza, mientras yo la tomaba de la cintura.


Mi padre había salvado su vida en dos ocasiones. Ella, sin saberlo, había salvado la mía. Había salvado mi vida de una soledad que me aplastaba, del frío del laboratorio, de mi miedo a la oscuridad y los sitios cerrados. Ella había logrado que cualquier lugar fuese un paraíso.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt