Lestat de Lioncourt
Cuando lees sobre las hazañas de
Lestat, o escuchas hablar de él, te imaginas a un ser completamente
distinto al que terminas conociendo cuando lo tienes frente a frente.
Idealizas sus actos como si fueran los de un Dios, pero luego te das
cuenta que realmente es el sibarita que él mismo describe con una
jovial y sincera sonrisa. Puede parecer un hombre fascinante, pero es
algo más. Transmite algo que otro vampiro jamás poseerá. No es el
héroe que todos adulan, ni un Mesías, sino un vampiro que se ha
hecho a sí mismo y eso, sin duda alguna, le da mayor veracidad y
valor a su historia.
Conocí a Lestat por parte de Louis. Él
me describió a un monstruo soberbio, orgulloso, lleno de defectos
pero con la virtud de desear divertirse escandalosamente. Parecía un
hombre apegado al arte, los lujos, la sociedad y con unos modales
propios de un patán. Pero la verdad era distinta. Realmente era un
salvaje, pero porque su historia así lo ameritaba. Era el hijo de un
noble y los nobles no son como los que aparecen en las películas
históricas. No son gente refinada, culta y llena de aspavientos.
Eran generalmente personas zopencas y llenas de miedos. Él era el
más refinado de sus hermanos, pese a que tampoco sabía leer y
escribir. Su madre sí sabía leer y ella leía para él, aunque más
bien le inculcaba el deseo de salir fuera, experimentar la vida y
disfrutar del frenesí que ésta aporta. Por eso Lestat huyó de los
fríos, húmedos y viejos muros de piedra del castillo. Huyó a
París.
El París de hoy en día no es el París
de hace más de doscientos años. En las grandes capitales las
personas vivían hacinadas, las escupideras lanzaban los orines a las
calles y el olor de los mercados a media tarde era insoportable. No
había baños públicos, ni duchas a media noche, tampoco demasiada
higiene en los cafés o asientos cómodos en los teatros. La vida era
más humilde, más tosca, más sucia y más libertina.
He podido contemplar en él un progreso
distinto al de otros inmortales. Incluso muy distinto al mío.
Durante años estuve sumido en mis miedos, cosa que él también
sufrió aunque eran unos miedos más poderosos que los míos. Él los
superó solo. Yo no tuve ese valor. Lestat es un luchador y por eso
merece el título que ahora carga. Pocos habrían decidido hacer
algo. Él decidió hacerlo todo. Admirar a Lestat es algo que todos
hemos hecho alguna vez, que aún hacemos o que no estamos dispuesto a
dejar de hacer. En mi caso espero poder conversar largas noches a su
lado, viajar con él por las calles de cualquier ciudad y que me
cuente, si es que así lo desea, la verdad sobre Memnoch... Pues él
todavía no vislumbra realmente lo que sucedió en aquellos oscuros
días.
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