Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 23 de agosto de 2015

Querida madre...

—¿Alguna vez pensaste que triunfaría de éste modo?—dije caminando hacia ella.

Se encontraba allí, en la puerta de mi castillo, con las mejillas sonrosadas por su último trago. Tenía el cabello suelto, pero la trenza le había marcado aún más las ondas de su pelo. Rubia y salvaje. Parecía un ángel que había caído del cielo y deseaba ver al demonio más soberbio de todos.

—No, aunque siempre pensé que llegarías a ser alguien—contestó tomándome de las manos.

¡Ah! Estaba tibia. Yo todavía no había salido a cazar. Ya no era el muchacho que se montaba a caballo y cruzaba el bosque. Ahora soy una bestia que siempre goza de la sangre. Me encanta la muerte, pues es muy cercana a mí y a mis víctimas, pero sólo cuando yo la concedo... ya que de otro modo me repugna.

—¿Realmente lo creías cuando me lo dijiste aquella vez?—pregunté a media voz acariciando el dorso de sus manos con las yemas de mis pulgares.

—Lestat, jamás he dicho algo que no piense o sienta—respondió.

—¿Crees entonces que nadie me ama salvo tú?—dije.

—Nadie te amará como yo, hijo—repitió de nuevo esas palabras, aunque no sé si fueron exactas a las de aquella noche en la cual nos reunimos por sorpresa. Ella me buscaba, pero yo no. Por primera vez yo no la esperaba. Ella vino a mí, como siempre, y yo acepté sus reprimendas como un niño. Admito que todavía siento el roce violento de su mano en mi mejilla, pues revivo ese instante como un momento revolucionario para mí. Ella me agitó—.Soy tu madre—esa simple frase me hizo reír bajo, muy bajo, y ella no dudó en sonreír por unos segundos—. Puede que tú seas mi creador, pero yo soy tu madre y ese instinto jamás se borrará con el paso del tiempo. Hay un vínculo profundo que no puede ser destruido.

—Pero... mis amigos... mis seguidores...—aparté mis manos de las suyas, pero ella me tomó del rostro.

—Muchos te aman, otros te idolatran y hay quienes te temen—dijo colocándose de puntillas, mientras yo me inclinaba. Me besó en la frente. Hacía siglos que no me besaba de ese modo. Creo que sólo lo hizo en un par de ocasiones cuando era sólo un niño.

—Son una legión... minúscula, pero legión.

—Una legión de almas buscando un Mesías al que seguir—esa frase me recordó a Memnoch.

El demonio, Dios, el Cielo, el Infierno, el Edén, la verdad y la mentira. Todavía podía sentir las almas rodeándome, jalando de mis ropas, escuchando los salmos y las lágrimas de tantos. ¡Perdidos en otro mundo! ¡Una puerta a un mundo desconocido! No era el Infierno, no era el Diablo, no era el Cielo, no era Jesús. Todo era un teatro de almas buscando ¿qué? A mí.

—Mesías...—murmuré.

—Sí—afirmó, apartándose.

—Jesús se sacrificó por su pueblo—dije llevando mi brazos a la espalda—. Él murió crucificado a manos de su pueblo.

—Tú ya has sido crucificado, hijo—dijo clavando sus ojos grises en los míos—. Ahora debes llevar una pesada carga, una terrible responsabilidad, que nos vinculará por siempre. Tú eres la fuente, el inicio y el fin, y nuestro destino está en tus manos.

—Louis, me dijo...—intenté decir, pero no sirvió para nada.

—Olvídate de ese mártir por un momento, por favor—musitó ligeramente molesta—. Sólo deseo que escuches tu corazón y me digas si eres feliz.

—Jamás lo soy del todo—contesté con la verdad y nada más que la verdad—. Siempre busco algo que me aporte algo más que el simple hecho de estar vivo.

—Como todos—dijo encogiéndose de hombros.

—Madre...—me acerqué a ella, quedando a su espalda, mientras acariciaba sus hombros estrechándolos con cariño.

—Adelante, dilo—murmuró tras una pequeña risotada.


—Deja que te cepille el cabello como cuando era un niño—dije apoyando mi mentón en su hombro derecho—. Te amo, madre—confesé, como siempre lo he hecho. Jamás he negado que la admiro, la amo y la temo por partes iguales.

Lestat de Lioncourt    

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt