Sexta emisión del programa de radio que lleva Benjamín y David junto a otros inmortales. Hoy la invitada es Pandora.
Lestat de Lioncourt
La radio estaba cargada de música
desde primera hora de la noche. Benjamín había dado paso a los dos
músicos inmortales, el dueto de piano y violín de Sybelle y
Antoine. La luz era tenue, muy seductora, y los vestidos de noche que
ambos lucían eran perfectos para ir a la ópera. La audiencia no
podía verlos, pero eso no importaba. Todo vampiro desea mostrarse
con sus mejores prendas cada noche, como si fuese a ser la última,
porque la vida puede llegar a ser complicada y terrible incluso para
los que deberían vivir para siempre. Lestat siempre había dejado
claro que el tiempo podía acabarse y había que disfrutar de él en
cada segundo, bebiéndolo sorbo a sorbo como si fuese una víctima.
Por eso la sobriedad y la elegancia clásica del negro estaba
enfundada en el vestido de satén de Sybelle, junto con sus hermosas
perlas blancas que llevaba alrededor de su cuello, y que, del mismo
modo, también envolvía el traje a medida del, por siempre joven,
Antoine. Ambos eran una pequeña maravilla, un tesoro, que se abría
paso por las ondas de la radio hasta los distintos dispositivos
móviles y ordenadores.
La música ascendía hasta el techo,
del cual descendía una hermosa lámpara de lágrimas de cristal de
bohemia. Lámpara que hoy, como jamás había ocurrido, permanecía
apagada. Tan sólo había algunas velas encendidas para darle un
toque más bohemio, íntimo y cálido. Benjamín se encontraba en la
mesa jugueteando con la caja de cerillas, mientras miraba al frente
esperando la llegada de David Talbot y Pandora. En la cabina de la
radio, donde se hallaba el soporte logístico de la emisora, se
hallaba Daniel Molloy. El periodista se hallaba con una simple
camiseta blanca sin mangas, un chaleco negro de raso y unos jeans
destrozados. Estaba descalzo y con los pies sobre mesa. Entre sus
manos se hallaba un libro “Pandora”. Él la conocía. Sabía que
había sido un gran amor para Marius, el cual había dejado un sabor
amargo a su historia.
La puerta se abrió sin producir sonido
alguno. Los pasos de ambos no sonaron sobre la moqueta y ni siquiera
se escuchó las sillas moverse. Ambos aparecieron como si fueran
fantasmas, aunque eran seres vivos y que acabaron por soltar una
pequeña risa nerviosa mientras se disponían a hablar.
—Bienvenidos todos a ésta vuestra
radio, la emisora de la Tribu, en un programa más de La Voz de la
Tribu. Yo soy el director del programa, vuestro guía y amigo,
Benjamín Mahmoud—indicó—. La música no dejará de sonar, no se
preocupen. Para aquellos que no conocen nuestra temática, ésta
pequeña brecha que abrimos para acercaros a otros inmortales, os
haré un breve resumen. Aquí, cada dos semanas, tenemos el placer de
tener en entrevista a uno de los inmortales que tanto admiran. Se les
hace una serie de preguntas que ustedes, nuestros queridos
contertulios, pueden hacernos llegar a la web—dijo mientras miraba
a David—. Por supuesto no estoy solo, además de Antoine y Sybelle,
tengo el gusto de estar acompañado por David Talbot en el estudio y
Daniel Molloy en la cabina controlando que la emisión sea posible.
Pandora volvía a estar seria, pero no
tensa. Había decidido salir del silencio en el cual solía hallarse
leyendo, viajando y disfrutando de la noche sola o en compañía de
Arjun. David la admiraba de tal modo que no podía dejar de
contemplarla. Muchas veces había dicho que cualquiera se enamoraría
de aquella mujer de belleza insólita, hermoso rostro esculpido en
mármol y de ojos cafés tan profundos como la noche misma. Llevaba
el cabello suelto, aunque despejado del rostro, permitiendo que las
ondas de éste rozaran su escote. Vestía un traje que acentuaba su
cintura y realzaba sus caderas, aunque no era provocador. Un vestido
rojo, muy llamativo, que ocultaba bajo un sobre todo negro, de tela
fina, que no había siquiera abotonado. En sus dedos había algunos
anillos con rubíes, diamantes y bonitas esmeraldas. También llevaba
pendientes, que pese a ser de oro eran simples y pequeño, así como
un collar fino del cual pendía un colgante de ámbar.
—David, buenas noches—dijo
Benjamín—. Hoy debes estar feliz, pues se halla en el estudio la
mujer que decidió romper su silencio para concederte su
historia—comentó.
—Buenas noches a todos—dijo—. Así
es—añadió con una sonrisa llena de satisfacción—. Ella es
Pandora, la mujer que creó Marius hace más de dos mil años.
—Haces que me sienta vieja—murmuró
mirándole de reojo—. Buenas noches queridos—dijo colocando sus
manos sobre la mesa, acariciando ésta para armarse de valor y
presentarse ante todos—. No suelo conceder entrevistas y si estoy
aquí es porque él me lo ha pedido. Si lo hubiese hecho Benjamín, o
cualquier otro, me hubiese negado. Te adoro, Benjamín, y sabes que
admiro tu trabajo, así como el esfuerzo que haces cada noche por
ofrecernos noticias, permitir debates, hablar sobre la actualidad que
nos concierne a todos como Tribu, pero jamás te habría aceptado
ésto—comentó provocando que el joven se ruborizara. Estaba entre
furioso y halagado, aunque no dijo nada—. Mi nombre es Pandora,
pero mi apellido lo dejaré nuevamente al margen. Si Marius puede
hacerlo, ¿por qué yo no puedo?—preguntó a la audiencia—. Mi
vida la pueden leer en el libro, pero lo que pienso contestar aquí
no es mi pasado sino mi presente.
—Así es—se animó a decir David—.
Pusiste esa condición y yo la acepté.
—Gracias—susurró.
—¿Qué te pareció que Lestat te
eligiera, junto con Marius, para ser la hacedora o creadora de Viktor
y Rose?—preguntó Benjamín tras tomar aire.
—Me sentí halagada, pues es un
privilegio. Son seres muy amados para Lestat y Lestat es un vampiro
que todos apreciamos. Él es un hombre que sabe amar, que tiene una
pasión indecible por aquellos que admira y aprecia, y por ello era
un privilegio y una responsabilidad terrible—expresó.
—¿Qué sentiste cuando Rose se negó
a beber?—dijo David—. Para todos fue terrible. Lestat tuvo que
intervenir y ofrecerle su sangre, pero aún así ella se negaba.
¿Crees que era porque no estaba preparada?—preguntó.
—Pánico—expresó—. Pensamos que
no iba a salir bien, pero afortunadamente es una de los nuestros. Es
una flor hermosa en el jardín de Lestat, que es el de todos y cada
uno de nosotros—comentó mirando hacia la cabina.
Daniel se había puesto en marcha.
Revisaba la web, observaba el chat donde muchos se reunían a
conversar sobre lo que escuchaban, y tomaba notas del encuentro. Ella
sabía que aquel joven desgarbado, aunque terriblemente atractivo,
estaba vivo gracias a los cuidados de Marius. Eso sí que era un
milagro; y no era un milagro el hecho que él se repusiera, sino que
Marius decidiera cuidar a alguien más que a sí mismo.
—Opino que estaba preparada, pero se
dejó guiar por los sentimientos de ese terrible trance. La muerte a
veces es mucho más intensa para unos que para otros—contestó a la
segunda pregunta recordando la creación de Arjun, la cual fue mucho
más dificultosa que la de Flavius.
—¿Has podido hablar con Flavius
sobre todo lo ocurrido en vuestras vidas? ¿La amistad
sigue?—preguntó David esperando que ella respondiera como siempre
hacía: con su carácter habitual y sin dejar lugar a dudas.
—Sí, pero no todo lo que yo
desearía. He decidido volver a viajar durante algunos meses, pues
Arjun necesitaba volver a ponerse en contacto con el mundo—explicó
moviendo ligeramente la cabeza hacia arriba y hacia abajo—. Sí,
decidí quedarme a su lado. Él me daba miedo hace siglos, pero era
por su forma de amar. No comprendía del todo como un hombre podía
amarme de ese modo... —se quedó pensativa unos segundos y luego
sonrió—. Flavius siempre será especial para mí. Él me enseñó
a sacar partido a mi belleza, así como a disfrutar de conversaciones
de la misma profundidad intelectual. No fui educada como una mujer,
sino que me ofrecieron la posibilidad de tener el acceso que los
hombres tenían a la cultura. Él siempre será para mí una
debilidad, pero también una fortaleza. Jamás podría dejar de ser
su amiga, su compañera si así lo desea cuando él lo estime
oportuno y su creadora—explicó.
—¿Pensaste que los mortales te
admirarían de éste modo? Muchas mujeres desean tener tu carácter o
el de Gabrielle—intervino Benjamín—. Sois representantes de una
clase de mujer luchadora, que saben salir airosas de sus problemas y
que no dejan que los hombres las dominen. Muchas feministas tienen
puestas en ustedes sus ojos, ¿qué opinas sobre ello?—preguntó
mirándola a los ojos. Ella sonrió cuando terminó de formular la
pregunta, pero él se mantuvo firme. Estaba muy interesado en saber
cómo veía ese amor inesperado de los mortales, sobre todo de las
mujeres, hacia ella.
—No lo pensé—expresó con
rotundidad—. Pero me alegro, aunque algunas mujeres están
perdiendo el juicio. No somos más que los hombres, sino iguales. Nos
merecemos el mismo respeto, pero también el mismo castigo cuando
cometemos errores—contestó girándose hacia David—. David, tú
conociste a Maharet. Sabes bien que yo la admiraba. Comprendo que es
la admiración, casi devoción, hacia otro ser. Me alegra que muchas
mujeres me admiren, pero yo también tengo mi heroína particular.
Una mujer tan minuciosa, que luchó por su familia y por la
felicidad, se merecía todos mis respetos y admiración—el joven
vampiro, el cual era un viejo conocido para ella, asentía cada
palabra.
—¿Qué te parece que Marius tenga el
poder de imponer reglas?—preguntó David.
—Terrible—aquella palabra provocó
que todos en el estudio se carcajearan, incluso los músicos. Sybelle
tan sólo sonrió, pero Antoine se desconcentró echándose a reír—.
Es un idiota que desea tener cierto poder. Aunque, claro está,
conoce bien el derecho y las leyes. Espero que sean leyes justas.
Algunas ya las conocemos todos, pues son las básicas—cruzó sus
piernas bajo la mesa y miró a Sybelle. Esa música apasionada la
enloquecía llevándola a un estado de felicidad imposible de
describir. Era hermosa la melodía y hacía que su anciano corazón
se calmara, pero a la vez revolucionara su alma.
—¿Crees que debemos tener fe en
Lestat?—esa pregunta, por parte del beduino, hizo que ella
sonriera.
—Sí.
—¿Cómo es tu relación con el
resto?—preguntó de nuevo Benjamín.
—Cordial, respetuosa e incluso
amigable. No he tenido el placer de hablar con todos durante mucho
tiempo, pero Gregory me parece un hombre excepcional y Notker
despierta mi curiosidad, pues el arte es mi perdición—explicó—.
Incluso Rhosh me parece interesante.
—Con ésta última pregunta, Pandora,
daremos por finalizado nuestra tertulia—dijo David con tono suave y
conciliador—. ¿Cómo te sientes al ser la impulsora de Talamasca?
—Hice que Gremt confiara en sí mismo
y pudiese hacer algo que realmente mereciera la pena con su vida, con
su tiempo y esfuerzo. Dejó de lamentarse para construir algo
grandioso. Todos sabemos lo que es Talamasca y cómo ha guiado la
historia, aunque digan que sólo la contemplan—explicaba mientras
estiraba sus manos hacia las manos de David, las estrechaba con
suavidad y acariciaba con su pulgar el dorso de éstas—. No soy
impulsora de nada, pero sí me siento feliz de haber contribuido que
alguien, aunque sea un espíritu, sea dichoso.
Pandora, conocida por su crueldad a la
hora de terminar con sus víctimas, tenía un corazón que bombeaba
bondad y sabiduría. Aquellas palabras hicieron que David la admirara
aún más, y Benjamín conoció en mayor profundidad a la que fue la
primera creación de su “amo”. Daniel se quedó observándola
hasta que se marchó. Para él fue especial volver a verla. Deseaba
saber más sobre la historia que ocultaba, pues sabía que no todo
había quedado narrado entre las páginas de aquel libro.
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