Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 24 de agosto de 2015

Cuidado

No conozco personalmente a Petronia, pero creo que es una mujer con un carácter muy fuerte. No me importa lo que digan otros, pues para mí es una mujer. Ella ya juega con sus rasgos y su verdad, aunque reconoce que para Arion siempre desea ser la feminidad en persona.

Una feminidad que puede destrozarte si la molestas.

Lestat de Lioncourt


Es difícil aceptarte frente al espejo cuando posees cicatrices tan profundas. No son cicatrices que otros puedan contemplar y palpar. Son las cicatrices que únicamente tú, al echar un vistazo a tu reflejo, observas con facilidad. Puedes sentir como se abren y aparecen sobre tu torso, en tu vientre, manchando tu cintura o arañando tus piernas. Son las heridas del alma. Un alma vieja, cansada y harta de soportar las mismas acusaciones de una sociedad que aparentemente cambia, pero sólo muda la piel.

Nací hace miles de años. Ya desconozco la fecha exacta, aunque creo que jamás la supe con certeza. El mundo se burló de mí nada más se recogido por los brazos de mi madre, la cual me vio como un monstruo y un castigo divino. Me convertí rápido en un objeto animado que todo el mundo temía, odiaba o sentía indiferencia. Aún no sé como llegué a los quince años.

Sentí los grilletes muy pronto, así como la arena bajo mis sandalias. La rabia, el dolor, el miedo a morir y a vivir me hacían ser formidable. Sin embargo, nadie se compadecía de mí. Era fruto de deseos prohibidos. Llegué a ser la puta favorita de muchos hombres y me marcaron como si fuese ganado. El reflejo en el cubo de agua, donde lavaba mi cuerpo maltratado, veía a la mujer que yo era, aunque para el resto era una quimera.

Siempre me he sentido un monstruo, un ser a medio hacer, pero luego lo contemplo a él observándome con una suave sonrisa en sus labios. Me mira con cariño y cortesía, sin desprecio o deseos deshonestos. Él me mira como miraría un hombre a su mujer, no a una víctima perfecta para retorcer entre sus manos. Arion, mi hacedor, me dio la vida eterna mientras me susurraba que yo podía ser lo que quisiera.

Por eso hoy no soy ni hombre ni mujer. Para él soy una dama, una mujer llena de pasión y sensualidad. Pero para los negocios, esos donde debo de ser un auténtico monstruo, he decidido tomar la pose varonil. Aún hoy las mujeres son despreciadas, o ninguneadas, por un amplio sector de hombres y mujeres. El mundo está cambiando lentamente, pero todavía sólo muda la piel. Hay mucho odio hacia las personas que son como yo, hacia las mujeres y también hacia los hombres. Idealizamos los géneros inculcando valores pésimos y lastres para el alma. Deberíamos ser quienes deseáramos, hacer aquello que no está destinado a un género sino a una virtud o un sentimiento. Todavía los hombres se consideran menos hombres por llorar y las mujeres menos mujeres por poseer carácter. Los valores tradicionales no valen, pero tampoco los modernos. Carecemos de auténtica igualdad o equilibrio.

Ahora me encuentro desnuda frente al espejo. Mis pequeños pechos tienen duros sus pezones cafés, tan minúsculos como atractivos para él, y mis suaves caderas, esas que muchas veces acentúo gracias a las estrechas faldas, se muestran acogedoras. Tengo piernas largas, fuertes y torneadas. Mi vientre en plano y poseo un ombligo casi perfecto. Los brazos, esos que se usaron para levantar escudos y lanzas, están bien formados. Y entre mis piernas ese fatídico monstruo, ese miembro a medio hacer y esa vagina sin sentido. Hermafrodita.


Hoy puedo mirarme a la cara, pero es porque esa herida, aunque esté ahí, va cicatrizando mientras mi corazón se endurece con el resto del mundo. Pero no con él. Con Arion no puedo tener corazón de piedra. Él no se merece ser odiado u olvidado. Él se merece que yo me libere del dolor que todavía cargo. Pobre de aquel que se burle de mi desgracia, pues encontrará la muerte. Seré la quimera que arranque sus corazones con mis garras y los convierta en símbolo de mis lágrimas frustradas. La misma que regresará al nido de sus brazos, pedirá que la rodeen como una niña perdida y la besen como un tesoro perdido en el tiempo.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt