Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 1 de septiembre de 2015

Jamás

Yo amaba a Claudia, pero ella guardaba su odio para impactarlo contra nosotros en un brutal intento de asesinato. 

Lestat de Lioncourt


—Pareces infeliz, ¿por qué?—preguntó sentándose a mi lado en aquella inmensa cama que nunca llegué a usar.

Las sábanas eran de algodón blanco y poseía mis iniciales en el centro, las cuales estaban bordadas en un lavanda muy agradable. La colcha era turquesa, igual que las cortinas del dosel. Si bien, esos pequeños y encantadores detalles quedaban a un lado eclipsados por la maraña de muñecas. Había decenas. Algunas estaban destrozadas por el paso del tiempo, pero otras apenas tenían unos años. Ya no jugaba con ellas. Eran el símbolo de mi tragedia, del dolor que se clavaba como un puñal siniestro en mi corazón, y provocaba que me sintiera atrapada en un mundo que no deseaba, que jamás deseé y que nunca pedí.

Lestat, sin embargo, parecía vivir en un mundo lleno de mentiras y ciego ante mi dolor. Se regocijaba en mi compañía, sonreía ante mis poemas crueles y terribles como si nada, aplaudía mis caprichos y me concedía su cariño sin importar nada. Me amaba. Louis también me daba toda clase de atenciones, adoraba vestirme como si fuese una de mis muñecas y cepillaba mi cabello cada atardecer hasta que terminaba exhausto. Recitaba para él y provocaba que me besara las mejillas completamente rendido ante mi encanto infantil. No paraba de repetir lo orgulloso que estaba por tener a una hija como yo. Para él era su muñeca, para mí un idiota a mi servicio.

No podía ser feliz. Ellos lo eran, pero yo no. Vivía atrapada en un cuerpo de apariencia inocente. Jamás florecería como cualquier otra mujer. Mis labios, en forma de corazón, sonreían con malicia cuando descubría una nueva víctima a la cual retorcer entre mis pequeños brazos. Era un momento placentero, pero se convertía en amargo. Sabía que ellos morían, pero habían vivido cosas que yo jamás conocería. Ni siquiera recordaba el sol rozando mis mejillas.

—Soy feliz a mi modo—respondí mientras trazaba algunas líneas de uno de mis nuevos dibujos. Tenía los dedos sucios por el carboncillo, pero el paisaje que se descubría en aquella hoja amarillenta parecía cobrar vida.

—¿Qué te he hecho para que no seas feliz?—preguntó acariciando mis hombros, para luego apoyar sus labios en mi frente.

Maldito era él y toda su belleza. Maldito era Louis que nos observaba desde la puerta. Maldita fue la hora en la cual no morí con la pobre de mi madre. Maldecía todo, del mismo modo que yo estaba maldita. Una muñeca rota y maldita, la cual cobraba vida cada anochecer para arrancarle los sueños, pecados y secretos a todo aquel que yo quisiera.

—Quiero estar sola.

Él se incorporó dejando a mi lado una muñeca. Al menos, esa vez, no me dio el discurso de lo caras y maravillosas que eran. Louis lo acompañó apoyándose en uno de sus hombros. Ambos parecían tristes aquella noche, pero rápidamente olvidaron mi melancolía para hundirse en sus disputas cotidianas, en sus besos salvajes y en sus palabras románticas. Los detestaba. Yo jamás podría tener algo así. Nunca sería observada como una mujer, con sus encantos y maleficios, porque siempre sería una niña, una muñeca en la vitrina de dos malditos idiotas.


Ahora, que mi vida acabó hace tiempo, camino por las calles como un fantasma. Soy el recuerdo que mantienen vivo ambos, pues al recordarme dan fuerza a mi espíritu.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt