—¡Nunca haces nada correcto!—gritó
exaltado.
Sus ojos verdes parecían los de un
gato fiero. Tenía el cabello perfectamente peinado, pero caían
algunos mechones ondulados sobre su frente. Poseía una belleza
mágica, tan humana, que me enloquecía. Sin embargo, intentaba no
doblegarme a sus caprichos.
—¿Y qué es lo correcto?—pregunté
recostado en el diván mientras jugaba con una rosa, la cual había
cortado del jardín.
—¡Escucharme!—respondió aún
airado.
—¿Eso es lo correcto o lo que tú
deseas que haga?—dije provocando un breve lapsus de silencio, pero
la furia seguía ardiendo en sus ojos.
—¡Es lo correcto, Lestat!—dijo
llevando sus manos a la cabeza, como si intentara evitar que le
estallara.
—No—susurré negando suavemente mi
cabeza—. Deseas vivir mi vida, o más bien que yo sea tu
marioneta—dije señalándole con la flor.
—Mentira—respondió conteniendo el
llanto. Podía notar como la rabia y la pena oprimían su corazón,
pero también estaba el miedo.
—Louis, necesito experimentar por mí
mismo y equivocarme—expliqué incorporándome, dejando la rosa en
el diván, para estirar mis manos hacia él. Con cuidado lo tomé de
los brazos, justo por debajo de los hombros, y apreté suavemente mis
dedos—. Puede que tú tengas razón, pero también es posible que
estés equivocado—dije mirándole a los ojos—. Deseo comprender y
sólo puedo hacer experimentando.
—Pero tus acciones nos involucran a
todos—murmuró casi dándose por vencido.
—Algunas—contesté encogiéndome de
hombros.
—Y me llenan de preocupación. ¿Qué
haría sin ti?—aquellas palabras tocaron mi alma, pero intenté no
verme débil. Él sabía cuál era el discurso oportuno para
torturarme.
—Lo mismo que has hecho
siempre—respondí.
—No, sin ti yo no soy nada—argumentó
abrazándome, colocando su cabeza sobre mi pecho y provocando que yo,
por instinto, lo abrazara contra mí.
Era mi Louis, mi verdadero amor, y al
único que le permitía herirme. Él me hería en muchas ocasiones,
mucho más que cualquier enemigo. Te hiere quien más te ama, no el
resto del mundo que ni siquiera aprecias. Esas son las peores
heridas.
—Louis, puedes vivir sin mí—afirmé
besando su cabeza.
—Moriría de pena sin ti—dijo con
la voz quebrada, justo antes de echarse a llorar.
Lestat de Lioncourt
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