Daniel Molloy nos da un consejo que deberíamos seguir todos.
Lestat de Lioncourt
El ser humano ha perdido con el paso
del tiempo la razón y se ha hundido en la estupidez. Muchos desean
tener ciertos privilegios, pero son incapaces de ver más allá de
sus narices. Se dejan arrastrar por los pensamientos que otros
fabrican para ellos. Dentro de unos meses tendremos la Navidad en
nuestras puertas, ventanas y supuestamente en nuestros corazones.
Hablaremos de paz, prosperidad y hermandad. Lo haremos mientras en
diversas partes del mundo las bombas hacen chillar a las ambulancias,
llorar a madres y provocar desastres terribles en la población
inocente. Se hablará de amor, pero éste tendrá cosido tras la
espalda un precio. Se cantarán canciones sobre el nacimiento de un
niño, el cual debió traer la bondad a éste mundo, y actualmente la
bondad no existe en la mayoría de los corazones.
La Navidad realmente es un invento
tomado de varias culturas, muchas de ellas desaparecidas casi por
completo. El adornar los árboles, los regalos, el celebrar el final
del año, cantar alrededor del fuego o las fechas tomadas para tales
celebraciones. En la antigüedad lo importante no eran los regalos,
ni las comidas opíparas, sino reunirse entorno a la familia y orar.
Sin embargo, la religión quedó atrás.
Realmente podríamos, o deberíamos,
celebrar todos éstas fechas a diario. No como se celebran
actualmente, no usando la religión para hablar de comprensión y
demostrar un poco de caridad. No, pues sería absurdo. Hablo de
reunirse entorno a una mesa con la familia, los amigos o personas que
todavía no son nada más que extraños amables. Deberíamos
escucharnos, tanto por nuestros sueños como pobrezas internas, para
intentar solucionar, o remediar, nuestros problemas. Se deben apartar
las diferencias más comunes, olvidar por completo la religión y la
cultura, para unirnos en lo básico.
Éstas fechas, señaladas para muchos,
deberían de ser marcadas para todos y cada uno de nosotros.
Destierren la idea de la navidad, olviden por completo los regalos
caros, e intenten amar sin discriminar, observar más allá de los
rasgos y el idioma. Hay que derrumbar fronteras, no crearlas. Las
bombas deberían dejar de soñar pronto en éste mundo para que se
escuchen palabras, las cuales sean más contundentes y animen a otros
a unirse.
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