Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 22 de enero de 2016

Ellos dos... Mis dos mitades

Aprendí que era el dolor cuando supe que él había muerto. La culpa sobrevoló sobre mi cabeza y cayó sobre mis hombros aplastándome, enterrando sus poderosas garras, y logrando que llorara. Me convertí en presa y víctima de las consecuencias de mis actos. No podía huir, no había solución, y él ya no estaba. Se había convertido en un vacío terrible en mi corazón. Recordé las últimas noches como una pesadilla continua, acepté el silencio como una herida que nunca se cerraría y supliqué perdón a su alma, estuviese donde estuviese, por no haberle dado lo que él necesitaba.

No fui comprensivo. No fui atento. No supe jamás darle algo más que promesas incumplidas, dinero a cambio de mi tiempo y palabras vacías que sólo servían para manipular sus sentimientos. No fui lo mejor, fui lo peor. Sabía que él había dado gran parte de su alma, de su talento, por tenerme a su lado y por huir conmigo a una ciudad que detestaba. Prefería morir de hambre a volver a Auvernia, quería llorar para poder elaborar el arte que tanto amábamos, porque él nunca había sabido lo que era el amor. Realmente jamás lo había sabido. Y yo sí lo sabía. Sabía que era ser amado, envidiado y codiciado. Pero él no se daba cuenta del torbellino de colores que podía ser, de lo arrebatador que era su rostro cuando sonreía y de esas manos, esas dulces manos, que te subían a los cielos para hacerte caer precipitadamente a los infiernos.

Supe que era realmente sufrir cuando supe que se había suicidado. Aunque yo había llorado miles de veces en el castillo de mi padre, por las humillaciones de aquel lisiado y los golpes de los salvajes de mis hermanos, admito que no padecí ni la mitad de la rabia, frustración y dolor que en aquellos instantes. Había sido todo en vano. Habíamos huido y jurado amor eterno, en la ciudad de los cafés y el arte, para nada.

Por eso, cuando entré en aquella taberna portuaria y lo vi me sentí como en casa. Había viajado años atrás, a mi pueblo natal rodeado de montañas, al contemplar esa mirada torva y cínica. Leí en su mente el dolor que guardaba, cada herida que se había creado en su conciencia y la belleza de sus lágrimas en las faldas de las señoritas de compañía. Sólo se aferraba a ellas, dejando su rostro entre sus cálidos senos, para que éstas le abrazaran como nadie hacía en el hogar.

Un hombre de su edad, de la edad de aquel rico hombre de negocios, debía estar casado y llorando por la descendencia que todavía no tenía. Sin embargo, él lloraba por la muerte de un hermano que arrojó a la locura, pues él fue quien le incitó a ser un beato. Ese maldito idiota me recordaba a Nicolas, siempre temeroso de Dios y del Diablo, pensando que todo tenía una razón de ser en las tinieblas o la luz.


Sin embargo, encontré fascinante algo en Louis, en aquel hombre, y es que su alma tenía algo de luz. Una luz que Nicolas jamás pudo tener. La misma luz que me enamoró y me dejó arrojado por siempre a un amor enfermizo.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt