Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 2 de enero de 2016

La humanidad en el hocico húmedo de un animal.

Estaba a solas, escuchando a Amel conversar sobre los grandes reyes de la historia. Repasábamos la historia mundial momento a momento, con todos sus avances y tesoros. Era seductora la idea de rememorar aquello viéndolo desde su punto de vista, ofreciéndole el mío y riéndonos cuando no llegábamos a un acuerdo cierto. Pero entonces la sentí. Mi madre había llegado.

No podía escuchar sus pensamientos, pero sí su corazón. Un corazón salvaje, intrépido, lleno de sangre recién ingerida. Dejé que se acercara a mi habitación, la que fue siempre mía, y al entrar la vi con un hermoso mastín en sus brazos.

—No es ese maldito perro que adoptaste, pero estoy segura que lo amarás—dijo alzándolo para que lo viese bien—. Sé que estos animales te siguen entusiasmando demasiado.

Desde la muerte de Mojo no me había atrevido a acercarme a un animal. Admiraba la elegancia de los felinos, me regodeaba en la nobleza de los perros y el canto alegre de los pájaros me animaba cuando no tenía nada que hacer en las mañanas. Pero no había decidido tener un animal en mi hogar. Ni siquiera peces. Marius tuvo cientos en un enorme acuario, pero yo no era de tener animales tan pacíficos que no pudiese abrazar, o al menos escuchar.

—¿No dices nada?—preguntó.

—¿Estás hablando en serio?—dije bajando las botas de la mesa, para salir de detrás de ésta y acercarme al animal.

El perro se movía inquieto. Era igual a los que una vez tuve. Era un hermoso mastín y era mío. Noté en seguida que era macho y que iba a ser inquieto. De inmediato me eché a llorar mientras lo abrazaba. Recordé mi infancia, mi juventud y a mi amado compañero Mojo. Lloré porque él me duró ocho hermosos años, los cuales siempre fueron felices porque podía ir a verlo, abrazarlo y sentir que todo el dolor se iba.

—Ya te pusiste sentimental—farfulló—. Éste es mi regalo de navidad tardío. Espero que lo disfrutes—comentó dándome una palmada en el hombro—. Te quiero, hijo. Sólo quiero que tengas algo que siempre te acompañe, que sepas que tu madre te quiere.

—Yo también te quiero, madre—murmuré entre sollozos.

El perro lamía mis sanguinolentas lágrimas y movía su cola. Era hermoso. Pero no era tan hermoso como el gesto que ella había tenido. Sobre todo cuando se acercó, me dio un beso en la mejilla y luego se marchó tal como llegó.


Me dejó allí con el animal y con Amel riendo a carcajadas. No sabía quién era más feliz si él, el perro o yo mismo. Los tres celebramos estar juntos. Sobre todo cuando llegó Louis y se sorprendió al ver que teníamos un invitado perpetuo con nosotros.

Lestat de Lioncourt   

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Lestat de Lioncourt