Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 17 de enero de 2016

La voz de la Tribu: Mael

Mael ha regresado, pero no como esperaban. Hoy en la voz de la tribu hablamos con él.

Lestat de Lioncourt


Todo estaba preparado. Benjamín había ocultado el nombre del invitado, al igual que David. En sesiones anteriores no habían anunciado su nombre. Habían decidido, por unanimidad, no dar datos. Sybelle y Antoine se encontraban fuera, pues a petición del vampiro, del ser que se sentaría con ellos, tenían que marcharse. Ni siquiera Daniel Molloy podía estar en aquella habitación, pero inevitablemente tuvo que quedarse para poder emitir el programa.

Los tres vestían de riguroso negro. Daniel había optó por una simple chaqueta de paño negro, unos pantalones jeans oscuros y unas botas algo descuidadas. David y Benjamín estaban sentados con sus mejores ropas, como si estuvieran esperando a una eminencia, sin un sólo detalle de otro color que no fuese negro o gris. Trajes a medida, de zapatos italianos pulcros y complementos negros, como era el sombrero de Benjamín y la corbata del antiguo director de Talamasca.

La puerta se abrió dejando que un encapuchado entrara en la sala. Vestía una túnica negra, de una tela similar al terciopelo, que cubría todo su cuerpo. Sólo podía verse algunos mechones rubios, casi blanquecinos, surgiendo de la capucha. Tomó asiento entre los dos inmortales y dejó ver sus manos, agrietadas por las heridas del sol, acomodando el micrófono a su altura.

—Hoy, en nuestra célebre radio, daremos la oportunidad a un vampiro que hace tiempo que desapareció de nuestras vidas, pero no del mundo—expresó con serenidad el joven vampiro de cabellos rizados, rostro infantil y voz ligeramente adulta—. Tal y como muchos creíamos, como Marius argumentó en las páginas de su biografía, está vivo. Damos la bienvenida a Mael—dijo.

Muchos espectadores quedarían atónitos. Maharet creía firmemente que había muerto a causa de la voz interior, una voz que rugió con fiereza en Khayman, y que terminó echándole las culpas a su amante. Sin embargo, no fue así. No fue asesinado por las manos de Khayman ni por las de ningún otro. Nadie lo expuso al sol, nadie le obligó. Fue él, cansado de vivir entre mentiras y verdades, quien quiso saber qué había más allá de ésta vida. Una vida vacía, pero llena de soledad.

—Te estamos muy agradecidos—añadió Talbot.

—No me agradezcan tanto, y permitan que hable—habló.

Su voz era áspera, como su trato, pero algo le había hecho llamar a la emisora y pedir participar. El silencio imperante era abrumador. Los cuatro corazones se escuchaban como si fueran patadas a una puerta que no cede. Sobre todo, cuando Mael se quitó la capucha y dejó ver su hermoso rostro, blanquecino y de rasgos celtas, convertido en grietas profundas en carne viva. Había sufrido más con el sol que Lestat o Marius con el fuego, pues él no había bebido sangre de Akasha, aunque sí de Avicus u otros inmortales.

—¿Qué deseas contarnos? ¿Por qué ahora?—dijo Benjamín, que evitaba mirarlo directamente.

—Estoy cansado de los rumores. Cansado—su voz se arrastraba, pero sus palabras eran contundentes—. Me duele al hablar, al caminar e incluso al respirar. Me duele. Siento el sol aún sobre mí, rompiéndome en mil pedazos, y sin embargo tengo que soportar que digan que estoy descansando. Nadie descansa. Las almas no descansan. Cuando uno pierde su cuerpo no muere, sigue aquí. He podido comunicarme con tantos... con tantos... los espíritus de los bosques eran almas en pena... almas que siguen en pena... almas que penan incluso en éste bosque de hormigón, cemento, asfalto y cristales—cerró las manos convirtiéndolas en puños y echó a llorar—. Sólo he venido a llorar por Maharet y pedirle a Jesse que sea fuerte. No pido nada más. No quiero nada más. Ni siquiera deseo ver al inútil de Marius. Él, maldito engendro, tuvo que confesar que sabía que estaba vivo.. ¡Vaya clase de amigo que es al decir aquello!—gritó furioso, pero luego se calmó porque las heridas eran terribles.

—¿Cómo ha vivido éstos años? ¿Dónde?—preguntó David.

—¿Acaso te importa, mequetrefe bien vestido? Adulador, eso eres. Un adulador de vampiros antiguos que sólo sabe meter sus narices donde no le conviene, igual que tu creador. Y que me perdone, pero es un idiota. Tan idiota como Marius. Tan idiota como todos nosotros. Somos idiotas. Vivimos inconscientemente, no sabemos dónde vamos y porqué vamos. Sólo engullimos sangre para calmar la sed, pues la muerte es terrible si no la realizamos nosotros...


Dicho aquello, sin dar más oportunidades, se incorporó y caminó hacia la puerta. Nadie lo detuvo. Los tres jóvenes vampiros se quedaron mirándose unos a otros sin saber cómo reaccionar.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt