Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 11 de enero de 2016

Y por eso lo elegí.

Magnus explicando cómo y porqué... Bueno, ahora lo entiendo. Creo que sigo queriéndolo aunque me dejase solo.

Lestat de Lioncourt


Miraba a las estrellas y empezaba a contarlas, una a una, pensando en lo hermoso que era aquel cielo despejado. Un cielo de primavera. Un cielo que en cualquier momento se cubriría de nubes y dejaría que la naturaleza hiciese lo que bien sabía, que era sin duda alguna ser ella misma. La magia que envolvía cada pequeño momento, por minúsculo e insignificante que fuera, me hacía sentirme unido a algo. Algo más que a lo horrendo de mi rostro, el dolor de mis huesos cansados y la mente impaciente que bullía de recuerdos, preguntas sin respuesta y sensaciones.

Él estaba a mis pies. Estaba conmocionado aún. Había sido un buen chico. Siempre había sido un buen chico. Benedict no se merecía que lo hubiese secuestrado, arrancándolo de brazos de mi buen amigo Rhosh, para un fin tan vil y despreciable. Pero, ¿quién quiere morir? Yo no. Ni siquiera alguien lleno de cicatrices, con los dientes podridos, joroba, casi sin pelo y con la nariz torcida es capaz de aceptar un fin horrible. Y yo sabía que mi fin estaba cerca. Era viejo, mis huesos ya pedían descanso eterno, pero mi alma se sentía viva.

Veía el rostro del joven vampiro, del muchachito recién nacido en las sombras, y contemplaba la belleza que Dios no me dio. La naturaleza me jugó una mala pasada. Me hizo inteligente, intrépido, desafiante e incluso poderoso al saber sanar tantas enfermedades. Pero, ¿qué me dio para compensar ese alma inquieta y virtuosismo? Fealdad. Una fealdad que alejaba a las mujeres, e incluso a mí mismo, llenándome de soledad y desprecio.

Miraba hacia las estrellas porque pensaba que ellas me gritarían que me detuviese, pero eso era una estupidez. No iba a permitir que nadie me impusiera sus deseos o designios. Ni siquiera Rhosh me podía impedir que hiciese de las mías.

Había investigado bien. Podía trasmutar su poder. Podía tomarlo. O más bien, robarlo. Así que decidí desangrarme, casi hasta la muerte, y luego desangrarlo a él. Sabía como se hacía, pero no lo había probado. ¿Qué podía ocurrir? ¿Morir? ¿Morir sería mi pecado por ser demasiado entrometido e intentar lo imposible? ¡Pues que viniese la muerte!

Así que me lancé a ello y lo hice. Sí, lo hice. Hice lo que creí que debía hacer. Me dediqué un festín, un expléndido homenaje, con su sangre fuerte y llena de magia. Pero, claro está, la fealdad no se iba a ir, ni las palabras llenas de recriminaciones, tampoco el vacío que sentía, y por lo tanto me dediqué a vivir buscando el envase idóneo para conceder la inmortalidad y para que, por supuesto, siguiera mis pasos.

Necesitaba un chico inteligente, o al menos avispado, que tuviese curiosidad por todo. Alguien que no se rindiera fácilmente. Necesitaba un héroe, pero no uno convencional. Busqué. Elegí una y otra vez, fracasando siempre, porque sólo tenía muñequitos lindos lleno de quejas y odio. Pero, entonces, él apareció bailando ante mí. Un actor, un muchacho de noble cuna, que había dejado su hogar para vivir aventuras. Sí, un cazador de animales sería perfecto. Sabía lo que era matar para alimentarse, así que no cuestionaría demasiado el acto fatal de quitar una vida.

¡Y lo hice! Pero una vez hecho, claro está, le di todo. Todo lo que debía saber, todo lo que yo sabía. Le ofrecí una vida acomodada, un beso de despedida y mi muerte. Me maté para que él viviera. Ya había cumplido. Había conocido lo que era vivir durante algunos siglos, había comprobado lo que era gozar de la vida eterna, y me había aburrido. Rogaba que él no lo hiciera. Él era hermoso, venía de otro siglo, y podía cambiar las cosas. Creé a Lestat para que fuese el antídoto de la depresión vampírica, de las maldiciones que muchos creían que estaban sobre nosotros, y para que rompiera todas las normas. Él, hermoso e intransigente, haría lo que yo no pude hacer.

Y ahora, que todo ha pasado, veo el mundo con otros ojos. Estoy muerto, pero no me he ido. Puedo viajar cerca de las estrellas, dejándome llevar por el aire, aunque prefiero parecer un hombre distinguido, de unos cuarenta años, atractivo y con unos ojos inquietantes. Alguien inteligente e interesante, lleno de belleza, y que nadie, absolutamente nadie, pensaría que es un fantasma. Bueno, algunos sí, pero es porque ellos también lo son o son vampiros... ¡Ya que algunos brujos también caen en mis trucos!


En estos momentos, que saben todo sobre mí, ¿están dispuestos a odiarme o a quererme? Porque estoy aquí para quedarme. He regresado para aplaudir con vosotros la actuación de Lestat... ¡Para amar al Príncipe de los Vampiros! ¡Líder de la Tribu!  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt