Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 22 de febrero de 2016

Paternidad y reconocimiento

Bueno... al fin reconoce Louis que no soy tan malo.

Lestat de Lioncourt


Él estaba allí con su radiante sonrisa y el aspecto alocado de siempre. Me miraba fijamente a los ojos con esos suyos que siempre me parecieron atrayentes y hermosos. Creo que jamás lo había visto tan eufórico salvo aquella aciaga noche en la cual, tanto él como yo, cambiamos nuestro destino creando a un monstruo de rostro de muñeca y sonrisa de ángel. Sentí un escalofrío recorrer mi columna vertebral y apreté los dedos de mis manos contra mis palmas, casi clavando mis uñas en esta, esperando que alguna extraña idea hubiese pasado por su estúpida mente.

—He hecho algo bueno. Al fin he hecho algo bueno—decía una y otra vez. No sabía a qué se refería, pero me asustaba.

—¿De qué se trata?—intenté ser paciente y parecer sosegado.

—He rescatado a una huerfanita. ¡Oh, Louis! ¡Tendrías que verla!—aquello me heló la sangre. Por un momento vi a Claudia arrojada en la cama y él bailoteando cerca de aquel pequeño ángel, esa dulce y menuda criatura, que se moría.

—¡Dime que no lo has hecho!—dije furioso. Fui hacia él como una exhalación y lo agarré de los brazos. Estaba a punto de llorar porque sabía que otra nueva desgracia se cernía sobre una inocente. Él era un desconsiderado y un idiota. Un maldito idiota.

—Sólo la he adoptado. He salvado a la pequeña de una muerte segura, pero no pude hacer nada por su madre—respondió tomándome entre sus brazos. No sabía si sentirme reconfortado o aterrado. Sin embargo su perfume me adormiló recordándome que siempre era capaz de salir airoso de todo.

—Tendrá familia. No puedes adoptarla así sin más. No puedes…—decía mientras sentía sus manos acariciando mi rostro, bordeando cada una de mis facciones y apartando algunos mechones de mi cabello, dejándome casi adormilado. Lestat podía enfurecerme, pero también calmarme. Siempre lo ha hecho y siempre lo hará.

—Sus abuelos no la quieren. No desean saber nada de ella y yo no puedo permitir que vaya a un orfanato—respondió.

—Nosotros no podemos cuidar a una niña humana. Ni siquiera supimos cuidar a una de nuestra especie o lo que demonios seamos—susurré.

—La cuidarán por mí. No te preocupes. Tendrá los mejores colegios y las mejores atenciones, será cuidada por una pareja de mujeres—parecía feliz. Vi en él paz y felicidad. Jamás había visto algo así en él.

Desde hacía algunos años sólo había observado un dolor que no se borraba. La soledad seguía rondándolo y evitaba estar conmigo. Sin embargo, esa noche vino a mí. Fue como un ruego para calmar las viejas heridas. Tal vez lo hacía por Claudia, pero no se daba cuenta. Estaba haciendo algo que debió hacer hacía mucho tiempo. Ahí me di cuenta que era cierto. Él se equivocaba una vez pero rectificaba. Los errores que cometió con Nicolas no los tuvo conmigo y los que cometió con Claudia estaba intentando evitarlos con aquella criatura.

—¿Cómo se llama?—pregunté.

— Rose. Se llama Rose…


No conocí a la pequeña Rose hasta que tuvo algunos años, pero Lestat me enviaba alguna correspondencia con fotografías de las distintas celebraciones. Estaba encantadora vestida de princesa, hada o de bailarina. La niña crecía feliz y yo me sentía orgulloso porque Lestat estaba lográndolo. Él se había convertido en un padre afortunado, aunque la niña lo llamara “Tío Lestan”. 

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt