Claudia... otra hoja más de ese diario. ¡No lo soporto!
Lestat de Lioncourt
Es un cínico. Sí, lo es. No puede
remediar que lo sea. Yo tampoco puedo evitar que sea de ese modo.
Cuando dice que no lo ama sus ojos brillan como las centenares de
estrellas que alcanzo a ver desde la ventana. Brillan con luz propia.
Ese brillo me preocupa. Temo que mi plan se hunda, como se hunden
algunos cuerpos al pantano cuando nos deshacemos de ellos. Él no es
perverso, aunque sí hay maldad en él. Es un pozo de maldad pequeño,
pero que jamás se secará. Su maldad es muy humana, igual que su
capacidad de amar estúpidamente a un imbécil egocéntrico como es
Lestat.
Realmente comprendo porque cayó
seducido en los brazos de ese arrogante. Todos caen. No importa la
edad, posición social, cultura que poseas, raza o cualquier matiz
que te haga distinto a otras víctimas de su seductora sonrisa,
porque caes. Irremediablemente caes a sus pies y te conviertes en su
juguete favorito durante unas horas. Pero luego no vales nada. No
eres nadie. Te conviertes en basura que arde en sus manos y desea
arrojar al cualquier rincón de ésta pocilga llamada ciudad.
Lestat tiene encanto. Posee una belleza
muy llamativa con esos cabellos rubios, esas cejas casi perfectas y
esa boca de labios carnosos que siempre tienen una magnífica sonrisa
diabólica. Estúpido. Eso es. Un estúpido. Y todo el mundo cae en
su palabras banales, pero apropiadas. Lo ven como un soñador
elegante y sofisticado, un maldito sibarita que sabe elegir los
momentos, pero en realidad es un torpe y un zafio que aún a día de
hoy coloca los pies sobre la mesa.
Es mi Padre de las Mentiras. Sé que
oculta cosas. Tal vez no es tan estúpido como aparenta, pero él me
quiere y jamás creería que yo le puedo hacer daño. Tengo que sacar
partido de esta situación de inmediato. No puedo permitir que se
escape y las agujas del reloj prosigan marcando horas, días,
semanas, meses, años y siglos en su compañía. No podría. Antes me
volvería loca y no quiero caer en la locura. No puedo más.
No quiero ser la muñeca de ninguno de
ellos. Pero Louis lo necesito. Él es encantador y manipulable. Tengo
la suerte de ser amada por su inocente corazón, pues en eso no hay
ni ápice de cinismo. Él muere por verme sonreír como una
encantadora niña de cinco años. Para él he crecido, lo sabe, pero
no puede evitar querer vestirme, peinarme y halagarme como a una
muñeca. Soy su muñeca. Me he convertido en un objeto de cariño y
nostalgia. Conmigo revive los primeros años continuamente. Ya no
necesito nanas, ni poemas dulces y tampoco besos en la frente.
Louis sabe que necesito otras
distracciones, las cuales no puedo tener porque nunca creceré. Jamás
envejeceré hasta convertirme en la vieja que vende cerillas en la
esquina de mi barrio, ni la chica joven que se baña alegremente sin
importar que cualquiera pueda contemplarla, tampoco seré madre o una
amante fatal. No seré nada. Ni siquiera huesos y polvo en un ataúd.
Siempre seré la niña que recorre las calles llorando porque ha
perdido a su madre. Eso seré. Así me alimentaré eternamente y la
rabia, el odio, el rencor y todo lo oscuro que hay en mí engullirá
la poca cordura que siempre he poseído. Mi fortaleza se quiebra y lo
hace aún más cuando veo la felicidad en sus rostros.
Odio que sean felices. Detesto que
puedan reír y bailar en mitad de la noche, murmurar recuerdos de
años atrás y vivir cómodamente sin importar nada. ¿Y yo qué? Mi
cuerpo no cambia, mi voz es el de una niña y aún me toman en brazos
porque creen que puedo estar cansada. Sí, estoy cansada. ¡Cansada
de ellos dos! ¡Harta de su hipocresía barata! ¡Molesta porque me
amen! Sería todo más sencillo si me odiaran, pues podría marcharme
sin importar nada. No miraría atrás, huiría a través de las
calles hasta dar con el primer barco que zarpara a otro país,
continente o ciudad. ¡No me importaría el rumbo! Pero ellos nunca
me dejarán y por ello debo matarlos. Primero lo haré con Lestat y
Louis, su dulce y entregado amante, caerá como esclavo.
No importa cuanto ame Louis a Lestat,
sea en secreto o a viva voz, porque hará lo que yo le pida. Sé que
yo puedo manipularlo hasta hacerle creer que es lo correcto. Yo soy
su hija, su amada hija, y eso me da ventaja.
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